Lucas Torreira, el espartano de Tabárez
Nizhny Novgorod (Rusia), 1 jul .- Lucas Torreira casi no podía moverse después de derrotar a Portugal. Visiblemente agotado pero feliz como un niño, el joven jugador del Sampdoria había dado un recital de contención con el que ayudó a su equipo a echar a la selección de Cristiano Ronaldo. Sin duda, fue uno de los protagonistas del partido.
"Terminé acalambrado, pero valió la pena el sufrimiento", dijo después del partido a la prensa. Sus palabras no son exageradas. Fue uno de los jugadores que más corrió, casi once kilómetros y sin parar. Fue clave junto a Rodrigo Bentancur y a Matías Vecino para frenar la insistencia de Portugal. Participó en el duelo como uno de los perros de presa de Uruguay. Incansable incluso con dolor.
Torreira apareció como una de las sorpresas de la alineación de su entrenador. El "Maestro" Óscar Washington Tabárez no confió en él para los dos primeros partidos de la fase de grupos que Uruguay disputó ante Egipto y Arabia Saudí. Con el equipo clasificado, dio la titularidad a su cachorro de 22 años, que se bregó a las mil maravillas frente al anfitrión.
Parecía que era un premio de Tabárez a Torreira. El típico cambio de los Mundiales cuando una selección ya está clasificada y en el tercer partido de la fase de grupos hay minutos para alguno de los jugadores que aún no ha participado.
Pero no fue así. Torreira, que tuvo ese premio para los que no habían participado junto a Diego Laxalt, repitió, como su compañero, en el once inicial de un partido clave. Contra Portugal, tenía la oportunidad de reivindicarse como un futbolista que podía aportar mucho más que minutos en encuentros sin nada en juego.
Y Torreira no defraudó. Apareció de la nada para firmar un partido espectacular sólo tapado por la grandiosidad de Edinson Cavani, que, hasta que se lesionó en el minuto 74, firmó un duelo estratosférico. El nuevo inquilino del centro del campo que ha llegado para quedarse, consiguió el aplauso unánime de sus compañeros y de toda su afición.
No sólo corrió sin descanso. También frenó a Cristiano Ronaldo con un trabajo entre líneas titánico. Su altura, 1'68, no frena a un jugador pequeño pero insistente capaz de tirarse de cabeza a ras de césped para rebañar una pelota. Pero, además, con el balón en los pies no falla. Apenas erró cuatro pases y encima casi no hace faltas: sólo una en 98 minutos.
"La entrega hasta el final en cada pelota, como todo uruguayo, es parte del equipo". Fue su otra frase tras acabar el choque con la lengua fuera. Su implicación es máxima y se ha ganado repetir en el once ante Francia. Es la antítesis perfecta para Bentancur, que con una escoba como Matías Vecino no tenía suficiente para su juego elegante. Ahora, tiene a otro nombre cerca preparado para la guerra.
El jugador del Sampdoria tiene los días contados en su club. El Arsenal de Unai Emery acecha y en breve podría convertirse oficialmente en el nuevo fichaje del conjunto londinense. Pero, mientras espera la resolución final de su firma por el cuadro del Emirates, Torreira sólo piensa en otra cosa.
"La cosa más linda en la vida es ser uruguayo, de ese país tan hermoso y tan chiquitito". Lo dijo un jugador de Fray Bentos, una localidad del oeste de su país en la frontera con Argentina. Fue la tercera frase de un chaval tímido fuera del campo pero intenso dentro. Y denotan amor por unos colores que le convierten en el espartano de Óscar Washington Tabárez.