Alexander Murillo (18 años) afronta su segundo año en el FC Liefering, filial del RB Salzburgo, lejos de su Alicante natal y charla con ElDesmarque sobre sus inicios, sueños y su vida en Austria. Un cambio que costó, pero del cual no se arrepiente. “Fue una decisión muy difícil. Tan joven y tan pequeño no te esperas salir de tu zona de confort. Acepté porque era un paso muy grande, tanto a nivel futbolístico como profesional”.
Una adaptación al país del centro de Europa que no ha sido fácil. Alexander, que se define a sí mismo como una persona “con chispa” y “extrovertida”, tuvo unos primeros meses complicados. “Me cuesta demasiado estar lejos de la familia. Soy muy cercano a ellos, a mi casa, a mis amigos también. Es muy difícil porque estás solo. Tienes compañeros y amigos allí, pero son eso. Te falta tu madre, tu padre, tu hermano…”, cuenta el hispano-colombiano que únicamente puede ver a su familia cada tres meses por la apretada agenda laboral de sus padres.
Lo que más le costó en su llegada a Salzburgo fue una aspecto en discordancia a su actitud alegre. “Me ponía muy nervioso el silencio. Llegabas a un restaurante, que iba con los portugueses e italiano, y estábamos a berrido limpio. Todo el mundo nos miraba. Nosotros teníamos la costumbre del alboroto, mientras ellos son una sociedad más seria”.
A pesar de ello, Murillo siempre está acompañado de su mejor aliado: el balón. El fútbol es todo en su vida y la pasión, como habitualmente sucede, tuvo lugar en esos primeros años de la infancia. Desde que tenía uso de razón siempre sintió “atracción” hacia el fútbol y comenzó todo.
Siempre ha destacado su gran altura (1,94 metros) desde bien pequeño. A la pregunta de si abusaba en el recreo de sus compañeros jugando al fútbol, la respuesta fue un “sí” mientras resonaba una carcajada enorme. Una altura que le condiciona en los partidos. “Te tienen el ojo echado cuando te ven. Voy con la mentalidad de que me van a dar. Recuerdo un partido en Dusseldorf que un central me dio una candela espectacular y le dije al mister que no aguantaba más”.
Con contrato hasta 2029, las expectativas en su progresión son altas dentro del club. “El Salzburgo me da bastante confianza haciendo la renovación, creen en mí. Son cuatro años los que he firmado. Tengo prisa por hacer las cosas bien, pero sin ninguna presión”, explica Murillo.
Una prisa que puede venir condicionada por las últimas irrupciones en el mundo del fútbol como Lamine Yamal o Pau Cubarsí. “Suele pasar, sobre todo cuando en tu mismo club ves como tus compañeros te pasan por delante”, relata el delantero que, a su vez, mantiene la calma. “Hablas con gente cercana y te ayuda a poner los pies en la tierra. Esto es un proceso. No te despiertas y mañana juegas en el en un grande de Europa”, reflexiona.
Una carrera que aún está comenzando, pero con un objetivo claro. Más que la fama, el dinero o posible títulos, aunque fantasea con la Champions League, el sueño de su vida es recompensar a los que se lo dieron todo. “Mis padres trabajan mucho y quiero darles una buena vida. Ellos me han dado siempre todo lo que han podido. Les debo demasiado. Quiero ayudarlos en lo económico y en la vida personal, que tengan un mejor nivel de vida. Ese es mi sueño número uno”, zanja un Alexander Murillo emocionado al hablar de los que más quiere.