Poyet y la afición del Betis, un discurso de vaivenes

Desde que se hiciera oficial su llegada a Heliópolis, Gustavo Poyet ha mantenido en un primer plano de su discurso a la afición del Real Betis. La importancia de la hinchada en la entidad es mayúscula y no han sido pocas las ocasiones en las que el técnico ha reiterado que esta era uno de los principales motivos que le hicieron llegar al club. Sin embargo, sus palabras han ido variando a medida que la temporada iba avanzando. De la ilusión pasó al optimismo e incluso hubo momentos de desacuerdo, para acabar finalmente dando la razón al beticismo por las opiniones vertidas desde la grada.

La primera toma de contacto con el beticismo

“He estado de visitante en la tribuna viendo a mi equipo y siempre piensas que sería bonito estar en el otro lado, donde estoy hoy con la gente tan especial que tiene este club detrás”. Aquellas fueron las primeras referencias a la afición de un Poyet ilusionado por el nuevo proyecto, como fue reafirmando en los distintos medios de comunicación durante sus vacaciones, y que encontró la respuesta del aficionado el 9 de julio en el primer entrenamiento de la pretemporada del equipo, algo “espectacular” en palabras del uruguayo tras ver cómo los aficionados llenaron la Ciudad Deportiva Luis del Sol.
Con la llegada de nuevos futbolistas y la esperanza de hacer algo grande en el presente curso, sus palabras se fueron impregnando de optimismo, sensaciones compartidas con la afición en los momentos previos al inicio del campeonato.

Un mal arranque, los primeros pitos en el Villamarín y la desaprobación de Poyet

Sin embargo, la goleada recibida en el Camp Nou llevó la primera pizca de intranquilidad a la parroquia verdiblanca, algo que se vio incrementado durante el estreno en el Benito Villamarín. El empate a cero frente al Dépor y una imagen del equipo lejana a la prometida provocaron las primeras protestas en el coliseo verdiblanco. Críticas compartidas a medias por la afición -por lo temprano de la temporada- y con la que no estuvo de acuerdo el técnico, cuya alusión a los pitos escuchados en la grada se resumió en un conciso “no los entiendo”.
Por delante quedaban dos semanas de trabajo. El parón por partidos internacionales dejaba tiempo para preparar el choque ante un Valencia que agonizaba. Eso sí, la huella de las críticas seguía presente y el entrenador mantuvo su postura en varias entrevistas. “No dije nada malo, sólo que no compartía la pitada del final. Cuando uno dice lo que piensa, la gente se enfada porque quiere escuchar algo que quede bien”, comentaba en una entrevista el 6 de septiembre, mientras que dos días más tarde modificaba levemente sus palabras para aceptar su cuota de responsabilidad y reclamar apoyo: “Necesitamos una buena unión para que de local ganemos más que como visitantes. Esta afición une y gana partidos, me encantaba venir de visitante al Villamarín y ahora tengo a esta gran afición”.

Valencia y Málaga, momentos de agrado

Y como los resultados mandan, el partido de Mestalla apaciguó los ánimos. Un triunfo vital, el primero de la temporada, para reforzar su figura y la del equipo antes de volver al Benito Villamarín. Aparte de los conceptos tácticos, la premisa era clara, había que dar un paso adelante como local y eso trató de transmitir a los futbolistas durante la semana previa al partido contra el Granada. “Mi mensaje va a ser sobre todo que el equipo se encuentre con la afición y viceversa. Vamos a dar algo nosotros para poder recibir, sé que la afición va a estar ahí”, comentaba el técnico.
El empuje de la afición no faltó, pero la victoria en casa tampoco llegó ante el cuadro nazarí. El empate ante el equipo por aquel entonces dirigido por Paco Jémez y la posterior derrota en el derbi hacían más que necesario brindar un nuevo triunfo al beticismo ante el Málaga, algo que felizmente se acabaría dando gracias a un gol de Joaquín y que Poyet celebró tanto en el campo como en la sala de prensa. “Fue fundamental lo que pasó entre la afición y el equipo. Cuando estamos juntos, el jugador lo siente. Hoy sentí lo que dije antes de llegar al Betis. Estoy acá por lo que la gente me demostró como jugador”, su ansiado momento había llegado.

De la euforia de la victoria al esperpento

Con la esperanza de poder trabajar mejor desde la perspectiva de la victoria y la ilusión de arrancar definitivamente para instalarse en puestos más altos de la tabla, la euforia llegó a asomarse en una de las comparecencias del técnico bético, cuando se le preguntó si se imaginaba cómo sería el apoyo de la afición del Real Betis en Champions. Realista y cauteloso, el técnico insistió en mantener los pies en el suelo, aunque no escondía que alguna idea sí se había hecho. Por delante quedaba visitar Anoeta y recibir al Madrid, y si la oportunidad para dar un paso al frente era excelente, el resultado fue el opuesto. Dos partidos que, a priori, ya eran complicados se saldaron con sendas derrotas y puestas en escenas más que discutibles.
Tras el del Real Madrid no hubo excusas, como así había asegurado que sería en la previa del partido. Puro esperpento sobre el verde que tuvo su respuesta en una grada que se iba apagando a medida que crecía el hastío y tras el que Poyet no tuvo otra que dar la razón al beticismo. “Si yo estuviera en la tribuna, hubiera hecho lo mismo. Dije cuando estaba en desacuerdo en el primer partido, sigo convencido con lo que dije y hoy les doy la razón”, fueron las declaraciones del entrenador hacia una hinchada que espera en Pamplona un nuevo punto de inflexión en el que las palabras, de una vez por todas, se conviertan en hechos.