El vértigo de Víctor en Riazor

Los miedos finales y el echar el equipo atrás fueron la sintomatología del vértigo experimentado por el entrenador del Real Betis, Víctor Sánchez, al mando de los petacos de su equipo en un partido ante el Deportivo que él mismo calificó como una "bola extra" y que empataron los gallegos sobre la bocina.

Hay una generación talludita de españoles que conoció su primer videojuego, por llamarlo de alguna manera, en un rudimentario mecanismo que, aplicado a las teles, permitía jugar a algo parecido al tenis con unas barritas; y que, por el contrario, encontró la verdadera diversión fuera de casa en las máquinas de petacos de los bares y la felicidad, cuando éstas anunciaban una bola extra.
El entrenador del Betis, Víctor Sánchez, calificó así, de 'bola extra', el partido aplazado por los efectos del temporal contra el Deportivo Riazor por lo que suponía de posibilidad de ganar más puntos en la clasificación en una jornada adicional en la que podía poner más distancia con los puestos de descenso.
Sin embargo, y siguiendo con el símil del entrenador madrileño, a la hora de salir al campo, ya evidenció que las manos en los petacos no estaban lo sueltas que era preciso y que las precauciones defensivas, envueltas en difusas explicaciones sobre rotaciones y reserva de jugadores, eran lo que predominaba.
El toma y daca de béticos y coruñeses, un empacho de centrocampismo y reservas en el que la bola de la máquina se movía sin rematar en las zonas calientes de los puntos y el peligro, fue la nota dominante del partido planteado por Víctor y Pepe Mel hasta que Cristiano Piccini adelantó a los béticos en el minuto 70.
Era ése el momento en el que las máquinas recreativas, como se llamaban, estaban calientes, como se decía, para dar el premio de una partida adicional o, en menor medida, el de la bola extra al que aludía Víctor antes del partido de Riazor.

Cambios defensivos

Pero fue el momento también en el que al entrenador madrileño le entró el vértigo de la victoria y en el que, en lugar de ir directamente por el partido, sacó a dos defensas más, los laterales Álex Martínez y Rafa Navarro, en lugar de los centrocampistas Darko Brasanac y Rubén Castro.
Los mandos de la máquina estaban atenazados, con siete defensas sobre el campo, y la bola no se movía salvo estertores como la jugada que pudo suponer el 2-0 y que Dani Ceballos, el único centrocampista creativo bético sobre el campo, lanzó fuera de la portería del Deportivo de La Coruña.
La bola extra de Víctor se le fue, entonces, sin pena ni gloria cuando, en el minuto 92 del partido, el árbitro pitó un riguroso penalti sobre los béticos que supuso el gol del empate y que los tres puntos que estaban en el zurrón se esfumaran y se quedaran en uno solo para seguir en tierra de nadie.
Los jugadores avezados de 'maquinitas', como también se las llamaba, hacían, con artimañas y movimientos de toda índole, que las bolas se tradujeran en puntos y luces en la gran pantalla, las manos siempre tensas y nunca agarrotadas para evitar, como en los menos experimentados, que la bolita se fuera por un pasillito lateral: sin lamentos sobre justicias o injusticias, como en los penaltis.