El Betis que salva vidas en Perú

La vida, como el fútbol, va mucho más allá de jugar tras una pelota. Es un mundo de gigantes mantenido por pequeños héroes invisibles. Aquellos mismos que nos salvan de la vida, de nosotros mismos. Los mismos que ayudan a ver en el mañana la luz del sol que ahora falta, el amanecer de un día que por fin se lleve todas las sombras. Y es que por mucho que haga falta oscuridad para ver las estrellas, a veces hace falta mucha luz para alejar los miedos, pues hay demasiados fantasmas en la noche de lo que nos ha tocado vivir. Eso también es el Betis.

El Betis es sufrimiento, alegría. Es dolor, es una lágrima en la mejilla y pasión. También es cuidar del prójimo, ayudar al que más lo necesita, al que sobrevive en un mundo lleno de penurias. Cinco palabras que abarcan todo un abanico de sensaciones. Y el Betis no sólo está en Heliópolis. Está en Valladolid, en Brasil y hasta en Perú.

Escuela del Real Betis Perú

Así es la historia que forja cada día la Escuela del Real Betis en Perú. Un grupo de estrellas anónimas que llegaron a Lima para actuar en los cerros de Comas, la fiel imagen de la miseria más absoluta. El distrito más poblado de los 43 que conforman la provincia, con 650.000 habitantes en extremísima pobreza, a 15 kilómetros del centro de la ciudad, de una vida digna. Una batalla diaria en la que se libra con la marginalidad, con la barbarie de las mafias, la crudeza del analfabetismo y la dureza de las drogas o la delincuencia.

Con todo eso pugna este grupo fundado por un bético de Cabra, con apoyo de la Peña Bética Egabrense, y que hoy se han convertido en un ejército en busca de la paz. Entre sus objetivos principales aparecen impulsar la actividad deportiva para promover hábitos favorecedores de la salud y el bienestar social. No obstante también está la integración en la sociedad de los menos favorecidos, de los disminuidos físicos, psíquicos y sensoriales.

Para ello se utiliza también la prevención. Las premisas, fomentar los buenos tratos, mejorar la salud sexual, buscar una alimentación saludable, educar en primeros auxilios y prevención de infecciones. Todo ello además de establecer profesorado, apoyo familiar y servicios médicos gratuitos.

En esa educación se busca labrar un futuro para los más jóvenes. Entre otras cosas, con talleres de electricidad, de energía solar, de robótica, de hidroponía, inglés, cerámica, danza.

Y para dar ejemplo hay que hacerlo desde dentro, pues en la escuela cada día es un nuevo reto. Como el de los fisioterapeutas, que son jóvenes invidentes que perdieron la visión en un accidente. Profesionales convertidos en el más claro ejemplo que no hay obstáculos para el que se propone triunfar. Porque la vida es más bonita si salvas otra, si ayudas a mejorar al prójimo, si aportas tu granito de areno para construir un mundo mejor.

El deporte, la manera más lúdica de salvar vidas

En esa utopía cada vez más real aparece un denominador común. El fútbol y el deporte como motor de vida. Porque no hay un hilo conductor mejor que el Betis para salvar vidas. Ejemplo de solidaridad, de humildad, de querer al prójimo, de luchar por un arraigado sentimiento. Y es que en los cerros de Comas cambiaron la oscuridad de la pobreza más absoluta por la esperanza del verdiblanco. Agarrados a esa esperanza, a esa ilusión de un futuro digno, de sobrevivir cada día, se integran cientos de familias que tienen al Betis de Perú como el salvador que tantos años venían reclamando.

En ese proyecto hay un nombre destacado. Humilde, cercano, responsable, respetuoso, valiente, justo, sin ánimo de lucro. Ese no es otro que Adolfo Luque. Un egabrense que se marchó a la otra punta del mundo sin más banderas que la del Real Betis Balompié. Un hombre al que no le hace falta corona para ser el salvador de tantas y tantas familias. Y es que él hace un milagro cada día, cada hora.

"Veía muchas camisetas del Barcelona y del Madrid y digo eso no puede ser. Tiene que haber del Betis aquí. La mayoría de escuelas están en barrios ricos y dijimos vamos a ponerla en los cerros porque tiene otra filosofía. El Betis es otra cosa, es mucho más popular, más hacia la gente y tiene un espíritu diferente", relata Adolfo.

"Veía camisetas del Barcelona y del Madrid y digo eso no puede ser. El Betis es otra cosa, más hacia la gente, tiene un espíritu diferente"

Quién lo diría, que un bético de Cabra se marcharía a casi 10.000 kilómetros de distancia a repletar las ilusiones de una selva de pugnas diarias. Detrás de él, una larga lista de héroes en la sombra, alejados de los focos, sin más popularidad que la que se refleja en la sonrisa de los niños. Personas como José Aranibar, Luz Patricia, Antonio Córdoba, Maribel Pacheco, Víctor Gete y un sin fin más que son los pies y las manos de este proyecto.

Un grupo capaz de convertir la seca y agria tierra de los cerros en un lugar en el que sonreír, en el que recuperar la vida detrás de una pelota. Y una fantasía común. "El sueño de todos los chicos es pisar el Villamarín. Son béticos de corazón, me ha sorprendido lo rápido que han sentido los colores", nos comenta Adolfo Luque.

"El sueño de todos los chicos es pisar el Villamarín. Son béticos de corazón, me ha sorprendido lo rápido que han sentido los colores"

Ahora todos ellos defienden a su manera el 'escudo' del Real Betis. Ya sea en la categoría 2006, 2009, 2011 o en juveniles todos tienen un mismo sueño. Una ilusión compartida con la misión de sobrevivir cada día. De huir del vandalismo, de las mafias, de la droga. También de saber mantenerse, buscar un oficio, labrarse un futuro. De aprender a leer, con los 18.000 libros que recientemente han recibido de Cabra.

Sueños como el del pequeño Reanzo Bances, al que la sangre ya le hierve verdiblanca: "El Real Betis significa para mí un sentimiento que lo llevo en el corazón. Sudo la camiseta en cada partido. Espero del Real Betis que ojalá me lleve a jugar a España para ser un buen futbolista como Lo Celso y jugar en el Villamarín". Fantasías como la de Shamir Cosme, Héctor Pizan o Leonardo Marino, a los que la aventura de Adolfo Luque les cambió la vida: "Desde que entre´al Betis mi vida cambió, me volví más disciplinado, responsable y más obediente. Espero del Betis poder ir a España".

La Casita de Palmerín

Los proyectos de la Escuela del Betis de Perú no cesan ahí. En la retina queda La Casita de Palmerín, un proyecto que está cerca de ver la luz. La idea es la de crear pequeños centros culturales para capacitar a los chicos con talleres.

Así lo relata Adolfo Luque: "No sabíamos que iba a ser tan importante, aunque empezamos con modestia, pero no sabíamos que iba a ser tanta gente en Perú la que quiere ser bética. Tenemos una lista tremenda. Queremos sedes en otros distritos y en provincias, donde la pobreza es aún mayor. En la sierra y en la selva. Estoy deseando ver a los chiquitos de la selva con la ropa del Betis".

A través de esos centros culturales, se pretende también crear una escuela tipo internado donde puedan asistir, estudiar, sean buenos jugando al fútbol, puedan ver al Betis en televisión e incluso tengan un consultorio médico para ellos y sus familias.

Un presente que incluso admira Tomás Calero, que visitó la escuela hace unas semanas. "Vino Tomás Calero. Nos seguía y le mostró al presidente un vídeo del primer gol oficial del Betis en Perú. Vino a visitar la escuela y se ha quedado impresionado. Más que sorprendido, impresionado de la labor que estamos haciendo. Nos dedicamos a las personas más humildes. Todos se han vuelto béticos, eso es lo que más me ha impresionado. Es un sentimiento bético que no esperaba que tan pronto fueran a conseguir".

Un pasado de penurias, un presente de esperanza y un futuro de ilusión. Eso es lo que le aguarda a los más pequeños de los cerros de Comas, en Perú. La fantasía de salir de la pobreza, de recuperar el aliento, de crecer aprendiendo y labrarse un trabajo digno. La convicción de agarrarse al Betis, el que nunca te deja escapar, el de la solidaridad, el que te enseña a querer a los que te rodean. El verdiblanco que abandera una manera de salvar vidas a través del fútbol.