Un Betis de Champions en la Europa League

Un año y medio después de que la pandemia hiciera tambalearse al mundo, el Benito Villamarín se apretó con cuarenta mil gargantas deseosas de gritarle a su Real Betis en la tercera jornada del Grupo G de la UEFA Europa League. Y seguro que valió la pena la espera, por cuanto todas ellas se enardecieron con un equipo que luce en la competición con traje de UEFA Champions League. Tuteó al Bayer Leverkusen, un rival con más pinta de Champions que de Europa League, tosiéndole fuerte en la cara en un soberbio encuentro que tan sólo no pudo sentenciar por pura mala suerte.

Cualquier espectador despistado podría haberse creído que se trataba de un partido de la UEFA Champions League. Pero ya desde el minuto 1, cuando el Bayer Leverkusen dio el primer gañafón de tigre voraz. El cuadro de Seoane juega al fútbol muy bien y muy rápido, con mozalbetes puñales por las bandas y un bloque bien dotado técnicamente. Diaby, una especie de velociraptor negro azabache, le enseñó bien la espalda de su camiseta a Montoya para generar un par de oportunidades y Frimpong, con nombre de chupa-chups de coca-cola, le remedó por la banda derecha, sembrando un poco de terror en el planteamiento defensivo del Real Betis.

Con Claudio en plan Bravo, el cuadro de Pellegrini contuvo las acometidas iniciales de su rival y se fue sosegando en busca de su identidad, la que le ha dado el chileno y parece ya adscrita para siempre a su ADN. Algún retoque táctico valió para desactivar al diablo Diaby mientras el cuadro bético se fue situando en un partido auténticamente de Champions para lograr quitarle la pelota a los alemanes.

Domar a la bestia alemana

Ambos equipos se encuentran especialmente cómodos con el balón, por lo que el Bayer empezó a sufrir un poco más y el Betis, a hacerlo menos. Las oportunidades se repartieron e incluso la más clara la tuvo Aitor Ruibal en un rechace a tiro de Borja Iglesias. El conjunto verdiblanco había logrado lo más difícil: domar a una bestia con plantel propio de la máxima competición continental y llevar la contienda al meridiano de la igualdad.

Pero es que este Betis de Pellegrini no se conforma con nada, empujado por una ambición desmedida. De hecho, le devolvió al Bayer Leverkusen el atropello del inicio de partido y lo acorraló en su campo con ocasiones ya de tronío. Pudo haber podido disfrutar de un penalti a favor que el árbitro ni quiso revisar en el VAR en un empujón a Pezzella. La justicia divina del fútbol se lo brindó luego en una mano meridianamente clara que el colegiado, esta vez sí, se empeñó en visionar durante cuatro minutos. Al final sucumbió a la evidencia y Borja Iglesias trasladó esa misma justicia al marcador.

La cosa se había puesto más verdiblanca que nunca, aunque no podrá decirse de este Betis que le asista en exceso la suerte, porque cuando más controlado tenía el partido un tiro de Andrich desde las inmediaciones de su casa dio en William Carvalho para batir a Claudio Bravo. Ahí volvió un poco de sufrimiento para los hombres de Pellegrini, aturdidos por el mal fario y sobrepasados por la irrupción de Schik y Wirtz, dos de los mejores hombres de Seoane.

Claudio recuperó la condición de su apellido y espantó las ansias del Leverkusen, que se hubiera llevado tres puntos que no acabó de merecer del todo. El empate no contentó a un Betis soberbio, de Champions. Y tampoco a la afición, que recuperó su viveza con cuarenta mil béticos en un Villamarín también de Champions. Pero el orgullo de ver a su equipo tutear a un rival como el Bayer Leverkusen y seguir brillando en la Europa League, eso sí permaneció después del partido. Y ese orgullo también es de Champions.