1-3: El colista ridiculiza al Real Valladolid en Zorrilla

El Real Valladolid estaba exigido y necesitado en la visita de la Sociedad Deportiva Huesca al Estadio José Zorrilla. Numérica y clasificatoriamente, los de Sergio González debían ganar y, según el propio entrenador catalán en la previa, estaban responsabilizados para ello. Enfrentarse al colista de LaLiga Santander era una exigencia alta a la que los pucelanos debían responder sin paliativos.

Sin afrontarlo como una "final" pero sí "responsabilizados" como tal, la imagen pucelana queda muy tocada y el crédito de su entrenador, agotado. Sin más. Se han acabado las excusas, los argumentos y las posibilidades. Sumar sólo dos puntos en tres encuentros ante rivales directos fue un golpe muy duro. Lo vivido este viernes es, simplemente, la sentencia a todas esas malas sensaciones de semanas atrás.

Lo imperdonable que ya fue la primera parte queda ensombrecida por los segundos 45 minutos. En ellos, además de recibir dos goles, los blanquivioleta enterraron cualquier posibilidad de creer que la solución no pase por decisiones drásticas. El Real Valladolid fue goleado por el colista de la categoría y con el resultado firmado desde el minuto 57, los pucelanos fueron incapaces de hacer cosquillas a un rival que sólo había ganado un partido de 20. La imagen era demoledora tras los primeros 45 minutos y la respuesta tras ellos, patética e imperdonable.

Decepción en aumento

La exigencia era una y la ambición fue otra bien distinta. Desde el primer minuto y desde la primera acción. Los primeros 15 minutos de partido fueron el mejor ejemplo de lo que iba a ser el encuentro. El control y el dominio era visitante. Sin tapujos. Los de Pacheta ejecutaban un plan de juego que, sin duda, los pucelanos tendrían pero que no sabían llevar a la práctica.

Ese control oscense se notaba en todas las acciones y en cualquier detalle. Mientras unos dominaban el encuentro, los pucelanos querían sacudirse el miedo que sólo conseguían con alguna acción esporádica sin fundamento ni regularidad. El partido tomaba un camino preocupante que tornó en tragedia con el primer gol de equipo altoaragonés. Rafa Mir ganaba la espalda a Joaquín Fernández en un centro lateral y superaba a Jordi Masip en un golpe tan duro como justo.

El partido era lo que quería la Sociedad Deportiva Huesca y los pucelanos apenas podían y sabían responder. El primer gol de Rafa Mir era una prueba antes del descanso pero la justicia real se produjo tras el descanso. Tras "mirarse a la cara" y "decirse cuatro cosas", tópicos muy utilizados por Sergio González en jornadas pasadas, la respuesta del equipo era la vista en la segunda parte, es decir, un camino que sólo lleva a un cambio radical y a unas decisiones drásticas.

Una imagen pisoteada

La rotundidad es máxima porque si los primeros 45 minutos del partido dejaron una pobre imagen del Real Valladolid, lo visto en los primeros 12 minutos de la segunda parte fue peor. Mucho peor.

Dos acciones oscenses terminaron en dos goles más de Rafa Mir que destrozaron al equipo blanquivioleta. Sin respuesta ni convicción, el Real Valladolid fue destrozado y maltratado por el colista de la categoría, ese mismo rival que llegaba a Zorrilla tras no ver puerta en los últimos cuatro partidos. Ver para creer y sentir para tomar decisiones.

Las carencias existentes del rival no se vieron en el Estadio José Zorrilla pero las pucelanas, sí. Todas y sin excepción. La propuesta inicial, la evolución en el duelo, la respuesta al primer golpe, la intervención y la gestión del cuerpo técnico y la profundidad del banquillo. Todo lo que ofreció el Real Valladolid fue pobre e impropio y, con ello, la Sociedad Deportiva Huesca y Rafa Mir maltrataron al Pucela en su estadio.

El Estadio José Zorrilla vio la peor imagen de su equipo y lo hizo en un duelo sin público, aquél que, seguro, hubiera sido imperdonable con sus jugadores y entrenador porque lo vivido este viernes fue impresentable e impropio para un club de esta envergadura.