Cani, el adiós del mito
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Corren malos tiempos para la afición del Real Zaragoza. Después de una temporada nefasta, enmarcada entre las peores de la historia del equipo aragonés, es ahora el momento para poner en marcha la memoria, para enjugar el recuerdo con el que poner en contexto el papel del que ya no volverá al césped de La Romareda, Rubén Gracia Calmache, Cani.
Y es que la retirada de Cani tiene algo también de final de una época. Un tiempo en el que el Real Zaragoza era capaz todavía de plantar cara a los más grandes y de alzar títulos con los que adornar unas vitrinas ya repletas. Cani y Zapater, Zipi y Zape, son los últimos reductos de una era en la que ser zaragocista era un orgullo y no sólo un dolor de cabeza.
Un debut prometedor
Y es que nadie puede olvidar la irrupción de aquel chico de Torrero en un equipo deprimido por el descenso. De la mano de Marcos Alonso, que con el gesto quiso ganarse el hueco en la historia que le negaron los resultados, Cani ve vestía la elástica de la primera plantilla en la última jornada de la temporada 2001-02, nada menos que frente al FC Barcelona. Apenas media hora, suficiente para enamorar a La Romareda con un caño a Reiziger que inundó el coliseo zaragozano por una convicción: había nacido un futbolista.
El duelo ante el Oviedo
Meses más tarde, con el equipo en Segunda, Cani tenía la oportunidad de hacerse un hueco fijo en el primer equipo del Real Zaragoza. De la mano de Paco Flores, el hombre que le cambió la vida, el zaragozano comenzó la temporada 2002-03 con intermitencia. Combinaba partidos de titular y otros de suplente, acumulando minutos y experiencia.
Así hasta el 23 de marzo de 2003, el día del Carlos Tartiere. Con el equipo jugando a ser funambulista, la cita frente al Oviedo se convertía en trascendental para optar al ascenso. Una actuación, con gol incluido que le daría la oportunidad de ser titular el resto de la temporada, once partidos consecutivos en los que el equipo conseguiría ascender de la cuarta a la segunda posición y con ello, de Segunda a Primera.
De Montjuic al cielo
Dispuesto a quemar etapas, la siguiente era la de asentarse en la máxima categoría. Una misión en la que cayó de pie. Pese a las dificultades de aquella primera campaña, el Real Zaragoza finalmente consiguió mantener la categoría sin excesivas dificultades, y para colmo, la temporada se redondeó con la disputa de la final de la Copa del Rey.
De Montjuic al cielo, gracias al gol del 'Hueso' que hizo tambalear los cimientos de la galaxia y que le daba a los aragoneses, la que hasta ahora, es su último título copero. Y un par de meses más tarde, Cani comenzó a cerrar círculos. Lo hizo con un gol al Barça en la última jornada de aquella Liga, una victoria que confirmaba al jugador como emergente figura.
Otro título y a Europa
La siguiente campaña se iniciaba con otro título, el segundo y último en la carrera del futbolista, la Supercopa de España, lograda frente al Valencia. Era la temporada en la que también haría su debut en Europa. Fue aquel 2004-05 en el que el Real Zaragoza volvió a asentarse en Primera y fue capaz de ilusionar a la parroquia blanquilla en UEFA. Tras una irregular fase de grupos, superar al Fenerbahçe pareció reverdecer viejos laureles, aunque la derrota ante el Austria de Viena aumentó la sensación de decepción.
Una decepción que se acrecentaría en la siguiente temporada. El Real Zaragoza vapuleó a los tres grandes de España en Copa, al Atlético por la mínima (0-1 y 2-2), al Barça con exhibición en la ida (4-2 y 2-1) y al Real Madrid en una actuación que siempre será recordada. Aquella temporada no se alzó la Copa, pero para la historia siempre quedará el 6-1 que hizo temblar los cimientos de La Romareda. Un temblor que se mantuvo hasta el verano, en el que el cambio de manos en el accionariado se llevó a Cani al Villareal, en la última y polémica decisión de Alfonso Soláns al frente de la nave blanquilla.
Adiós y regreso
Sin saberlo, aquella polémica decisión le sirvió a Cani para evitar los peores años del Real Zaragoza. Mientras el jugador brilló en Villareal, equipo con el que se convirtió en habitual en Europa, la situación institucional de equipo aragonés se podría hasta acabar en Segunda, sin capacidad para volver a la senda adecuada.
Precisamente esa fue su misión cuando tras un par de temporadas sin apenas fútbol en sus piernas en Atlético de Madrid y Deportivo, Cani volvió a Zaragoza. Acogido como hijo pródigo por una afición que nunca olvidó su talento, la misión del de Torrero no era otra que la de devolver al Real Zaragoza a Primera. Pero la realidad pesó más que el deseo. Apenas un puñado de destellos, como ese que apunto estuvo de volver a hacer temblar La Romareda con un gol de ensueño ante el Mirandés; un tanto ante el Lugo y la frustación de quién sabe que la cabeza va más rápido que las piernas.
Así Cani perdió la ilusión y la ilusión perdió a Cani. Una retirada que supone poner el punto (casi) final a una época y son ahora otros -con Pombo a la cabeza-, los que tienen la difícil misión de escribir una historia que vuelva a reconocer al Real Zaragoza como un equipo de Primera.