El Zaragoza aleja los fantasmas en La Romareda
Después del descalabro del derbi aragonés en El Alcoraz, el Real Zaragoza afrontaba un nuevo partido en La Romareda con tremendas dudas. Después de la imagen mostrada en feudo oscense, los de Natxo González necesitaban cambiar la dinámica en casa, donde por cierto la victoria también seguía atascada. Por suerte, tras este triunfo, el equipo espanta los fantasmas.
Y el once titular sufrió una micro revolución. Mikel González comenzaba el encuentro desde el banquillo y Grippo volvía a un once titular en Liga varias semanas después. También rescataba el deseo que querer jugar el balón el técnico del Real Zaragoza como demostraba la vuelta a la titularidad de Eguaras y Febas.
Pero la cosa no funcionó, en un primer momento. Porque los blanquillos saltaron al césped demasiado espesos, lentos y especulativos. El Rayo tomó en seguida la batuta del juego y prueba de ello fue que a los 12 minutos de juegos ya había tenido dos ocasiones claras con un disparo de Unai López y un mano a mano de Cristian ante De Tomás. En esa jugada, Delmás y Grippo llegaron tarde.
Después de ese momento, el Rayo buscó sin tapujos el primero. Dominaron los de Vallecas y ese dominio se tradujo en las constante llegadas al área rival, sobre todo con Álex Moreno, que en varias ocasiones le rasgó las costuras a Delmás -una vez con caño includo- para intentar adelantarse.
Pero curiosamente, cuando peor estaban los blanquillos, llegó el gol. Simone Grippo no pudo volver con mejor pie a la titularidad. Fue en una jugada ensayada en la que Guti y Eguaras jugaron en corto. Lo cierto es que el vasco tuvo sus luces y sombras en el partido, pero el centro hacia la cabeza del suizo para poner ese 1-0 fue suyo. Y sus ganas de tratar bien el balón, por cierto, también.
Con la suerte de cara
Otro que disfrutó con el balón en los pies fue Aleix Febas. Porque el gol le sentó muy bien al conjunto aragonés y tras conseguir el primero, el duende de Almacellas destapó el tarro de las esencias para mover al equipo. Tuvo un zigzag por la izquierda, en la que pisando área puso un balón al punto de penalti que no encontró rematador.
Minutos después, tras una buena recuperación de Ángel, Febas sí dio con la tecla. Un pase picado que recibió de espaldas Borja Iglesias, le volvió a los pies en la frontal del área para batir a Alberto por el palo derecho del guardameta. Segundo gol para un Real Zaragoza que, sin merecerlo demasiado se iría al descanso con dos dianas de renta. Eso sí, Toquero también tuvo que salvar otra bajo palos, después de una sucesión de córners de los madrileños. Pero, por suerte, hasta eso le salió bien a los blanquillos.
Sufrimiento, para no variar
Pero un zaragocista sabe con su equipo no todo es vino y rosas. De hecho, pocas veces hay vino y rosas. Con el comienzo de la segunda parte, los de Natxo -que hizo su primer cambio en el descanso quitando a Verdasca y metiendo a Mikel- volvieron a pasar su momento 'pájara' al que tan acostumbrado está el seguidor blanquillo. Fue ahí cuando De Tomás, con un gran remate tras centro lateral, ponía el 2-1 en el marcador y hacia sufrir a la grada.
Fue ahí cuando el Zaragoza volvió a ese punto de retorno al que, por desgracia, cada día nos tiene más acostumbrados. El equipo fue echándose más y más atrás y tanto va el cántaro a la fuente que, finalmente, Trejo, encontró el premio del segundo gol con un disparo desde fuera del área. Toda la ventaja conseguida en la primera parte, se iba por la borda.
El partido entraba en un punto inicial, pero con más cansancio en las piernas. Y fue entonces cuando Borja, cuya participación no fue demasiado activa en la segunda mitad, apareció para regalarle un gol a Pombo. El gallego aguantó de amarilla el balón, se internó en diagonal en el área y dejó el pase atrás para que el canterano se reconciliase con el gol, con el juego y con La Romareda.
Ese gol dio la vida a un equipo que, con el 3-2 sí que supo aguantar el tipo y en los últimos 5 minutos jugó el 'otro' fútbol, necesario para volver a sumar tres puntos y para, de nuevo, volver a saborear las mieles de la victoria en La Romareda.