El 2018, un año en la montaña rusa para el Real Zaragoza

El año 2018 ha supuesto la constatación de que el Real Zaragoza vive atrapado en una suerte de bucle. En eso es en lo que se ha convertido su estancia en LaLiga 1|2|3, que se prolonga ya mucho más de lo deseable, pese a que en esta ocasión el objetivo se quedó apenas a un par de partidos. Más tristezas que alegrías en el año en el que el sentimiento zaragocista volvió a resurgir.

En inicio de la remontada

No lo tenía fácil la afición blanquilla. El equipo aragonés comenzaba en sus horas más bajas, con las posiciones de descenso al acecho y Natxo González seriamente cuestionado. Por delante, dos partidos como local. Ante el FC Barcelona B se cosechó un empate marcado por la lluvia, que condicionó el encuentro y una victoria ante el Tenerife que le daba aire al técnico vasco. Semanas más tarde, frente al Córdoba, una victoria, con gol de Pombo y con Cristian Álvarez como héroe, deteniendo un penalti al equipo andaluz, comenzaba una racha imparable hacia las posiciones de ascenso.

Así se inició el camino, una tremenda remontada desde la 17ª hasta la 3ª posición en la tabla clasificatoria. No fue fácil, pues aún había que pasar por momentos delicados, como el empate en Alcorcón, en el que se pidió la dimisión del entrenador, o la derrota en La Romareda frente al Sevilla Atlético, un traspiés duro e inesperado del que el equipo supo reponerse.

Gracias en buena medida por la columna vertebral del equipo, que mostró un nivel de juego excelso. Cristian Álvarez fue salvador, demostrando que es el mejor portero de la categoría, deteniendo penaltis o con actuaciones antológicas como ante Osasuna en El Sadar. El timón, Íñigo Eguaras, condujo al equipo al buen camino y precisamente su bajón físico en el final de temporada, fruto de una lesión, condicionó el rendimiento del equipo de cara a la promoción. Y además, Borja Iglesias.

El delantero gallego merece un capítulo aparte. Posiblemente el jugador más carismático que ha pasado por el Real Zaragoza en este tránsito por LaLiga 1|2|3. Al rendimiento en el campo, en el que se mantuvo siempre cerca del pichichi, alcanzando los 22 tantos al finalizar la temporada, se le sumó también un excelso manejo de cada una de sus apariciones públicas. Tanto en redes sociales como en ruedas de prensa o entrevistas, siempre tuvo la palabra adecuada para casa situación. Algo que se sumó a la cercanía con los aficionados y a un auténtico sentimiento de cariño por Zaragoza y el zaragocismo, que hizo de la figura de Borja Iglesias un auténtico referente para la parroquia blanquilla.

La promoción y el adiós de Natxo

Con ellos se alcanzó la promoción y con ella la ilusión por el ascenso. Lo que parecía un sueño a principio de año, poco a poco fue tomando forma, gracias en buena medida al apoyo de la grada de La Romareda, que desde el recibimiento llevó en volandas a su equipo. Enfrente el CD Numancia y una eliminatoria compleja que el Real Zaragoza no supo llevar. Pese al gol de Zapater nada más comenzar, todo quedaba por decidir para la vuelta. Ahí, Diamanka, un exzaragocista, se convertía en verdugo del equipo blanquillo, convirtiendo el coliseo zaragozano en la tumba de la ilusión de club y afición.

Poco después Natxo González confirmaba lo que había sido un secreto a voces. Anunciado semanas antes, en el momento más inoportuno, por diversos medios de comunicación, el entrenador vasco hacía oficial su salida del club aragonés en una fría rueda de prensa. El técnico salía por la puerta de atrás pese a firmar la mejor de las cinco temporadas del Real Zaragoza en LaLiga 1|2|3.

La nueva temporada

En su lugar llegó Imanol Idiakez. Con el recelo de ser un entrenador joven y sin experiencia en la categoría. Su gusto por el buen fútbol y un discurso bien armado fue credencial suficiente para confiar en su éxito en el equipo blanquillo. Un espejismo que apenas duró cuatro jornadas, coronado con el que quizá haya sido el mejor partido del equipo en la presente temporada, en el que se goleó por 4-0 al Real Oviedo en su propio estadio. Un exceso de ambición en Almería trajo la primera derrota del equipo, y a partir de ahí, un declive, tanto en juego como en resultados, que acabó con un gol del Tenerife más allá del minuto 90 para ponerle fin a la era de Idiakez en el equipo aragonés.

Así llegó Lucas Alcaraz. De la nada al todo, de la libertad y la imaginación a la mano dura. Un volantazo difícil de asumir para el vestuario. El andaluz, uno de los entrenadores con más partidos a sus espaldas en el fútbol español tenía como misión reforzar los sistemas defensivos del Real Zaragoza, y de paso, devolver al equipo a la senda del triunfo. Pero ni una cosa ni la otra. Pese a acabar con el rombo y a buscar todo tipo de alternativas, Alcaraz pasó de puntillas por La Romareda, donde apenas será recordado como uno de los entrenadores más fugaces de la historia reciente de club.

Víctor Fernández y la vuelta de la ilusión

Una vuelta de tuerca más. El regreso del hijo pródigo. Víctor Fernández se hizo cargo del equipo en busca de evitar problemas de cara a mantener la categoría. Un fichaje que, además, ha devuelto la ilusión a la afición blanquilla. Algo que se reflejó en la grada de La Romareda en el encuentro ante el Extremadura, debut y único partido de 2018 con Víctor en el banquillo, en el que el equipo demostró que puede dar mucho más de sí de lo que se había demostrado en los últimos meses.

Esa es la línea a seguir para 2019. La de tratar de mantener viva la llama del zaragocismo que ardió con fuerza a mitad de año, para mostrarle el camino al equipo hacia el ascenso y que ahora debe volver a avivarse para volver a sentir que dejar LaLiga 1|2|3 atrás es todavía posible.