Dura pena para el suicida

Álvaro Ramírez IIIEl Sevilla ha caído de forma dolorosa ante el Real Madrid por un contundente 7-3, un resultado que evidencia el planteamiento suicida que utilizó Unai Emery en el Santiago Bernabéu. El técnico vasco jugó a un intercambio de golpes absurdo con uno de los equipos que más y mejor golpea del mundo. Hubo partido mientras el acierto se equilibraba, pero al final siempre se decantó por la eficacia madridista, lógico, que además se alió con la verbenesca defensa sevillista e incluso hasta con la mala fortuna, pues dos goles fueron de rebote. 

Marcharse con siete goles encajados en el Santiago Bernabéu siempre es motivo de vergüenza. Por más que el Sevilla llegara al área de Diego López las mismas veces que el Madrid a la de Beto, por más que el conjunto hispalense tuviera ocasiones claras por doquier, por más que el meta merengue salvara varias veces a su equipo, por más que Rakitic fallara un penalti. Por más que Teixeira Vitienes diera un sainete. Por más que el Sevilla, por momentos, fuera brillante ofensivamente, sus lagunas defensivas, sus enormes carencias atrás, colectivas y este miércoles también individuales, son demasiado lastre. Al menos para jugar el partido que propuso el equipo hispalense.

Ya puede contar Emery con cinco defensas, con tres, con ocho o con diez, el Sevilla defiende mal, rematadamente mal. Y esta deficiencia aminora su enorme potencial, que en el Bernabéu, cierto, también ha quedado patente. Arriba tiene pólvora, tiene llegada y tiene gol, pero debe encontrar el técnico vasco la fórmula para desplegar ese ataque sin desproteger tan alarmantemente su zaga.
La historia del partido fue la evidencia de la diferencia de eficacia entre uno y otro equipo. El Real Madrid arrancó la moto con tres goles, propiciados por los latifundios que cedía el centro del campo nervionense a su espalda, por lo separada que quedaba la línea de cinco atrás y por una primera invención arbitral en un árbitro en un penalti que, si fue falta, fue fuera del área.
Parecía que el partido ya se acababa, que quedaba sentenciado, pero entonces el mismo Teixeira, que sacó al Sevilla del encuentro, lo metió, con un penalti inventado sobre Diogo, que además se ayudó previamente de la mano. El caso es que tras el 3-1 de penalti Vitolo se marcó una galopada que acabó en un gol de Bacca y con el Sevilla metido en el partido y con el Real Madrid con el miedo en el cuerpo.
En la segunda mitad el Sevilla arrancó de forma parecida el partido, pero el Real Madrid, también, aprovechando los regalos defensivos, volvió a matar, y ya ni siquiera le hacía falta coger o sorprender a la contra. Los goles merengues seguían cayendo de todos los colores, con la defensa hispalense esperando a ver lo que pasaba, perdida y superada por las llegadas de la segunda línea merengue. Con todo, un golazo de Rakitic volvió a dar ilusión al equipo, e incluso un nuevo penalti inventado por Teixeira permitió que aún se acercara más, pudo ponerse 5-4, pero esta vez el portentoso Rakitic falló y dejó pasar esa oportunidad.
Pero en realidad daba igual, porque el Real Madrid iba a seguir llegando, iba a seguir marcando, iba a seguir construyendo con comodidad y rematando con más fácilidad ante la pasividad del equipo, este miércoles de amarillo.
Así cayeron hasta siete, siete goles, una cifra vergonzosa para un conjunto como el Sevilla que espera competir en los puestos altos.
Esos siete goles deben hacer reflexionar a Emery sobre ciertas ideas. Y deben hacerle reflexionar sobre ciertos planteamientos en ciertos partidos. Muchos partidos se los podrá llevar con esta idea, pero ante el Real Madrid, difícilmente, por no decir imposible. Jugar al intercambio de golpes con el equipo más golpeador del mundo, es suicida y temerario. Solo cabe esperar que sea algo puntual y el error no tenga una continuidad perjudicial para el Sevilla.