El Sevilla cae en el Bernabéu, pero sale de pie

El Sevilla cayó en el Bernabéu. Volvió a caer ante el Real Madrid. Pero esta vez no cayó como otras veces, ni cayó como ante el Atlético ni como ante el Barcelona. De hecho, el conjunto nervionense cayó injustamente. Por el juego, por las ocasiones, por los argumentos aportados en el campo y porque, entre otras cosas, el colegiado escamoteó un penalti de Arbeloa a Bacca. Suele pasar en el Bernabéu. Suele pasar que tus errores cuesten más que tus méritos, que los colegiados perjudiquen y que las ocasiones desperdiciadas se paguen.
Pero el equipo nervionense, tras el enfado por la multitud de ocasiones falladas, algunas realmente increíbles, tras el cabreo por los fallos propios en defensa, tras lamentar los puntos perdidos, porque alguno podría haber sumado en Madrid, debe poner en valor su actitud este miércoles en el estadio madridista ante el líder de la liga. Acabó el encuentro encerrando a su rival, obligando a los merengues a pedir la hora bajo su larguero. Mereció más, a pesar de sus propios errores defensivos. Y si no se trajo nada a Sevilla fue por los errores en ataque, de Iborra, de Vitolo, etc.
El Sevilla de la primera mitad dio motivos para el enfado... consigo mismo. Porque realmente, mientras hubo fútbol, mientras el partido no se embarulló entre lesiones y faltas, todo sobre el campo lo hizo el conjunto nervionense. Lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor. Ya en el minuto uno pudo adelantarse en una clamorosa ocasión de Vitolo, y luego llegaron ocasiones por doquier. De Iborra (al palo), de Krychowiak, de Vitolo de nuevo. Los mediocampistas que colocó Emery en el campo encontraron espacios a la espalda de Kross y Khedira y tuvieron metros para correr y para alcanzar profundidad. Merced a ello tuvo sus ocasiones.
Fue injusto, si existe la justicia en el fútbol que no marcara el equipo de Emery, que con un equipo fuerte, físico, muy fortalecido en el mediocampo llegó con relativa facilidad al área de Casillas, y con sentido. La explicación a que el marcador, a pesar de ese buen tono futbolístico sevillista, dictara una clara ventaja a favor del Real Madrid, había que buscarla en el conjunto hispalense, junto a la efectividad merengue, claro está. Pero quizás fueran más deméritos nervionenses que méritos locales. El primer gol llegó en un fallo de marcaje que clama al cielo. Entre Fernando Navarro y Vitolo dejaron suelto a James Rodríguez en el segundo palo en un pase que parecía tonto. El colombiano, evidentemente, no perdonó.
Y aún siguiendo con buena predisposición tras el tanto en contra, de nuevo se vio castigado el Sevilla, aunque el inicio del castigo lo activó Carlos Bacca en el mediocampo con la entrega de un balón absurdo a la medular que recogió Isco para construir una acción que a la postre anotó Jesé. A partir de ese segundo gol el partido se difuminó, para mal sevillista, porque entre lesiones (Sergio Ramos, James Rodríguez, Beto) y faltas el encuentro desapareció. Y tampoco Iglesias Villanueva lo devolvió a la vida, porque se comió en sus narices un claro, tan claro como absurdo, penalti de Arbeloa a Bacca por un manotazo. Nada pareció ver el colegiado, nada más pareció haber en la primera parte. 
Pegó su habitual subidón de juego el Real Madrid en la segunda mitad. De hecho, pudo aumentar su cuenta el equipo merengue en las primeras idas y venidas tras el descanso. Algo dormido salió el conjunto hispalense y si Bale no peca de individualismo y Jesé no se topa con el palo, la cuenta habría aumentado. Pero volvió a reaccionar el Sevilla, volvió a tener juego y ocasiones, algunas falladas de forma increíble, como una de Iborra. Y volvió a lamentarse por más errores ante Casillas. El guion estaba claro, el Sevilla, con la pelota, hacía daño, pero sus pérdidas solían resultar mortales. El Real Madrid hacía por tanto daño cuando tenía el balón y cuando no lo tenía, porque robaba y salía a la contra con no menos peligro. Cuando Isco quería, el equipo blanco era superior, arrinconaba al Sevilla y apenas le daba opción. Cuando el Sevilla encontraba la pelota, cuando jugaba en campo contrario, hacía daño, llegaba a línea de fondo y asustaba a los locales, porque en ningún momento perdió la cara  al encuentro, ni dos goles por debajo.
Y tuvo fuerza y mérito el Sevilla para meter miedo al Bernabéu, para meter miedo al Real Madrid. Porque tras una espectacular jugada de Vitolo en un costado, Iago Aspas, que había suplido a Bacca, marcó el gol sevillista que permitió soñar con frenar al líder todopoderoso. De hecho, los últimos diez minutos los jugó el equipo nervionense en campo contrario, asustando y acongojando a un Bernabéu que solo salía de su silencio para pitar las posesiones sevillistas. En esos últimos minutos apretó y acorraló al Madrid. No encontró frutos, y la clasificación y el casillero no se altera. Pero sí suben, o deben de subir, la dosis de moral, de confianza. De esas debe de irse repleto el Sevilla del Bernabéu. Cargado y de pie.