¡Sevilla, qué bueno que volviste!

Ha costado siete partidos de Liga, muchas críticas, varios sinsabores y algún que otro ridículo, pero el Sevilla ha aparecido, el Sevilla ha vuelto. El equipo nervionense ha vencido al Barcelona en un partido repleto de varios de los valores que han hecho grande a este conjunto. La intensidad, la agresividad, la pegada, el sacrificio, el derroche físico, y hasta también la fortuna, porque los palos se aliaron con el equipo hispalense, sin duda. Pero hubo muchos valores que el Sevilla recuperó ante el Barcelona, incluida la pegada, porque por fin arriba generó el equipo hispalense oportunidades. Recuperó el Sevilla, por recuperar, hasta al portero. Inmenso partido de Sergio Rico, que tras una primera parte blanda se erigió en la segunda como gigante para salvar tres balones de gol ante Neymar.
El equipo nervionense, por tanto, parece haber vuelto. Y no solo por haber ganado al Barcelona, que ya de por sí es motivo más que suficiente para armar de confianza a un equipo, sino por cómo lo hizo, por cómo lo venció y por cómo leyó el partido durante gran parte del mismo. Eso, unido a que el futuro, con el regreso de varios jugadores, solo puede ser más halagüeño, conduce al equipo hispalense a un dulce parón liguero, ya con más puntos en la bolsa y con más argumentos en el campo. 
El Sevilla dio una cara mejorada con respecto a anteriores partidos. Seguía teniendo deficiencias, varias, pero subió enteros en intensidad, en agresividad. Por primera vez esta campaña se veía a jugadores del Sevilla robando la pelota al rival de forma asidua, y por consiguiente creando superioridades, contragolpes por sorpresa, con peligro. El caso es que en eso mejoró el equipo hispalense, tuvo sentido pues que Unai Emery sacara al campo un centro del campo con esa clara idea, la de dotar de agresividad al equipo. Además de N'Zonzi y Krychowiak en el doble pivote, Krohn Dehli en una banda e Iborra de mediapunta hicieron al Sevilla un equipo más entero, más consistente, más competitivo en definitiva. Todos ellos estuvieron mejorados con respecto a anteriores actuaciones, menos N'Zonzi, que sigue jugando sus partidos aparte y que cometió varios fallos que pudieron costar a su equipo, sobre todo en una jugada que no fue gol de falta de milagro. Con todo, sí que dio salida de balón en varias ocasiones, lo que hace pensar que quizás la función del francés pueda ser más atacar que defendere y que su lugar pudiera ser otro, ¿la mediapunta?
El centro del campo, pues, estuvo algo mejor, con algún lunar, pero mejor. Más débil estuvo la parte de atrás. En las jugadas de uno contra uno, en la colocación. A pesar de ello, Andreolli y Kolo, que se las vieron y desearon para frenar a Neymar y Suárez, aguantaron el tipo del equipo, y Sergio Rico tuvo la tremenda fortuna de no encajar en los primeros 45 minutos, sobre todo en una falta de Neymar que no entró de milagro. Esa falta, por cierto, originada en un balón regalado de N'Zonzi. Meritoria acción de Coke, que tapó el remate de Piqué y evitó el gol blaugrana que ya cantaban los culés.
En cuanto al ataque, Gameiro se fajó, peleó y presionó, aunque le faltó el remate. Tampoco tuvo grandes ocasiones en los primeros 45 minutos, salvo un magnífico pase de un acertado Krohn Dehli, en el que actuó también de forma acertada Bravo, que volvía a la portería.
El Sevilla, con todo ello, lo bueno y lo malo, alcanzó el descanso creciendo eso sí en el partido, aprovechando los balones perdidos del Barça (ahí se notaba más la ausencia de Iniesta que de Messi, por cierto) y corriendo con la pelota. El Sevilla, y costaba creerlo, se empezaba a encontrar cómodo en el campo, como no se había sentido esta temporada aún en ningún encuentro.
Tras el descanso el partido no varió su tónica de los últimos minutos de la primera, y eso era una buena noticia para el Sevilla, que daba síntomas de haber entendido a la perfección el duelo. Nada más arrancar la segunda mitad, Gameiro avisó, pero en fuera de juego. Pero de todas formas no tardó el equipo nervionense en golpear al Barcelona. Una gran jugada de Kevin Gameiro por la derecha, dejando atrás por piernas y por dribbling a Mathieu, se convirtió en un gran pase a Krohn Dehli, que apareció en el segundo palo para abrir el marcador y volcar el Sánchez Pizjuán, deseoso de expresar su alegría entre tanta penura este primer mes de competición.
Al Barça ese tanto le dejó tocado. El 1-0 era la confirmación de que lo que ocurría sobre el campo, que el Sevilla empezaba a abundar más en los defectos del Barcelona que lo contrario. Con el equipo nervionense crecido, con el Barcelona noqueado, de nuevo volvió a robar el equipo hispalense y generar una vertiginosa jugada que de nuevo adquirió carácter definitivo con una asistencia de Krohn Dehli y un remate de cabeza de Iborra, en un intento inconcluso de Mathieu y Piqué de dejar en fuera de juego al valenciano y a Gameiro.
El partido con el 1-0 no había cambiado, es más, el Sevilla parecía encontrarse a gusto en esa condición, pero con el 2-0 el choque sí varió. Sobre todo porque fue entonces cuando de verdad quiso aparecer en el partido, o más bien volver tras los primeros minutos, Neymar. El brasileño empezó a disfrazarse de Messi, a pedir todas las pelotas y a fabricar todo tipo de jugadas, ya fueran finalizadas por él o por los compañeros. En apenas un par de minutos tuvo Neymar tres claras oportunidades, pero en las tres se encontró con un Sergio Rico que descomunal surgió en el partido. Una mano a disparo escorado, con el pecho en un mano a mano y en una estirada a tiro al palo largo el canterano sevillista salvó a su equipo cuando más lo necesitaba.
Lo que no puedo evitar Rico, eso sí, fue el penalti de Tremoulinas, por mano. El francés saltó en la línea del área, pero debió el árbitro ver la mano nítidamente dentro. El caso es que fue penalti y aunque el meta sevillista adivinó, la pelota de Neymar, de quién si no, entró.
Quedaban 16 minutos de partido y el Sevilla parecía haber dicho ya todo lo que había que decir en ataque. Además empezó a acusar el cansancio, lo que unido al ataque continuo del Barcelona convirtió el encuentro en un auténtico agobio. Perdió la posesión de la pelota el equipo de Emery, y los cambios (Reyes y Llorente) no cortaron esa tendencia del partido, si cabe, redundaron en una pérdida de agresividad que el cansancio ya había iniciado. 
De ahí hasta el final del partido, el Sevilla sufrió, Rico se creció y dio seguridad a su equipo y hasta la madera se alió al equipo sevillista, en un remate franco de Sandro al palo. Sufrir, sufrió mucho el Sevilla, pero valió la pena. Esos 15 minutos los perdió el Sevilla, como quizás los 15 o 20 primeros, pero en la parte central del encuentro, en el tronco, en el desarrollo, el equipo hispalense recuperó sus valores, su agresividad, su intensidad, y además luego tuvo la pegada para rematar la faena arriba.
El Sevilla ha conseguido uno de esos partidos que deben de convertirse en un punto de inflexión, uno de esos partidos que llenan el vaso que estaba a medio llenar y que hace confiar en lo que de verdad debe ser este equipo, un conjunto bien armado capaz de meter mano a cualquier equipo que se ponga por delante, como el Barcelona.