Del negro al blanco

El Sevilla dejó ir en Eibar dos puntos que, por merecimiento, por su segunda parte y por al menos un clamoroso penalti que le escamotearon debió haber sumado. Empató tras igualar un gol que había penalizado tremendamente su desastrosa primera mitad. Pero fue tal el volumen de ocasiones en la segunda parte que desperdició el equipo nervionense que en realidad debería haber sumado los tres puntos. Deja el Sevilla la sensación de quedarse a medias, de aún no haber despegado, de seguir teniendo carencias, las mostradas en la primera mitad, y a la vez de tener materia prima, de tener recorrido para la mejora y de recuperar futbolistas que pueden dar otra cara al equipo. El ejemplo claro es el cambio de Banega por un nefasto N'Zonzi. Fue salir al campo el argentino, o igual fue salir de él N'Zonzi, y el Sevilla mejorar notablemente. Se le queda al Sevilla y al sevillista un sabor agridulce y sobre todo una evidente sensación de cabreo, con la primera parte de su equipo y con el árbitro, que birló al menos un penalti clarísimo que podría haber cambiado el signo del partido. 
El de la primera fue un Sevilla limitado, minimizado, poco esforzado, perdido, fue un Sevilla con un N'Zonzi que enloquece más que favorece. El francés anduvo perdido en las ayudas, en la salida de la pelota, y el equipo se resintió en su medular hasta el punto de hacerle la vida fácil al Eibar. El de la segunda parte, y sobre todo tras el cambio de N'Zonzi por Banega, fue un equipo junto, confiado, que tuvo y quiso la pelota y que buscaba con ahínco el gol porque sabía que estaba mejor posicionado y que ocupaba el campo mejor que su rival.
El Sevilla salió al campo con cierto aire de mejoría, pero fue muy fugaz. Tardó el equipo nervionense en volver a mostrar su peor cara lo que Borja Bastón en marcar en la portería de Sergio Rico, siete minutos. Todos los bríos que había mostrado tímidamente el Sevilla desaparecieron con el gol y empezaron los defectos a aflorar, esos defectos que tan recurrentes están siendo en este inicio de la temporada. El conjunto de Emery perdió la pelota, figurada y prácticamente. Cuando la tenía la perdía rápido porque, salvo Vitolo, pocos la mantenían. Además, el centro del campo brillaba por su ausencia en la construcción. Ni Krychowiak ni N'Zonzi asumían la responsabilidad y el acierto. Especialmente grave es el caso del francés, porque no solo es que no distribuya con acierto y eficiencia, es que ni destruye ni ocupa las parcelas de campo que le corresponden. Es ese en realidad uno de los problemas, entre otros, del Sevilla, de este Sevilla. Cuando los cuatro de arriba (en este caso Gameiro, Iborra, Vitolo y Reyes) se quedan 'colgados' en ataque, el equipo se parte demasiado. Sobre todo porque N'Zonzi no tiene sentido táctico ni espacial, o si lo tiene lo ha perdido desde luego. El caso es que cuando una pelota se pierde en ataque, el equipo rival, el Eibar, encuentra autopistas hacia la zona de peligro. Es lo que ocurrió durante gran parte de la primera mitad, Saúl Berjón y Capa abusaron del carril derecho y el mismo equipo vasco encontró espacios y contras con suma facilidad, porque nadie deambulaba en la medular sevillista para cortar las transiciones locales.
Ese fue el gran déficit del Sevilla, que tardó en hacerse con la pelota alrededor de 30 minutos. A partir de ahí el equipo hispalense al menos empezó a igualar las fuerzas. Hasta entonces el Eibar había sido muy superior con y sin balón (que tiene narices), pero lograron los de Emery meterse más en el partido. Sin continuidad en el juego, sin demasiados argumentos, pero fabricaron un par de ocasiones claras, una de un remate de Reyes solo, que tiro al muñeco tras una buena asistencia de Gameiro, y otra la de un penalti por manos bastante evidente. La normativa ha podido cambiar e interpretar que una mano en el suelo no oculta intención de cortar la pelota, pero la realidad es que si no es por la mano del jugador del Eibar Reyes habría logrado quedarse en posición de remate.  
No hizo cambios Emery de partida en la segunda mitad, y eso que N'Zonzi parecía pedirlo a gritos, también con una tarjeta encima. Pero al menos sí cambió el ánimo y la cara del equipo blanquirrojo. Jugó el Sevilla con más determinación sobre todo en ataque. Jugó con las líneas más juntas y adelantó algunos metros la defensa. Eso posibilitó al menos que el Eibar, que gozó de algunas contras, no se encontrara tan cómodo con la pelota y que fabricara fácilmente su fútbol de ataque. Mejoró el Sevilla y empezaron a combinar sus hombres de ataque, sobre todo Vitolo, Iborra y Gameiro, y cuando salió, Konoplyanka, que también dio más posibilidades ofensivas a un equipo hispalense más confiado.
Debió encontrar el gol el Sevilla antes de que Gameiro lo hiciera en el 70. En realidad debió tener la oportunidad de hacerlo antes en un clamoroso penalti de Ramis a Konoplyanka. El defensor se olvidó la pelota para darle un manotazo en la cara al ucraniano que Martínez Munuera se comió a solo unos metros de distancia.
No llegó el penalti pero el sí el gol del Sevilla en un remate del francés con el abdomen tras una buena asistencia de Iborra. A partir de ahí sí que se vio a un mejor Sevilla de verdad, valiente con recursos y confiado en sus posibilidades. Tuvo ocasiones para aburrir, de Vitolo en un mano a mano, de Konoplyanka en la que Riesgo sacó una mano increíble, de Gameiro que la tiró arriba, de Coke en el área... de todos los colores y matices.
No llegó el gol, y era merecido, y el Sevilla se quedó a medias. Sigue a pasos cortos, sigue sin despegar aunque su segunda mitad ante el Eibar y los jugadores que empiezan a volver dan cierta esperanza de que el arranque puede estar cercano.