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Mil finales y un destino
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Sevilla FC
3-1
Shakhtar

Mil finales y un destino

DMQ
Foto autor
Álvaro Ramírez
Gameiro y Mariano, goleadores, celebra un gol ante el Shakhtar.
Gameiro y Mariano, goleadores, celebra un gol ante el Shakhtar.

Vuelan, vuelan banderas, y suenan palmas que nadie podrá imitar, y juega finales una tras otra sin parar. Ese es el Sevilla, el que debe incluir en su himno, en sus letras, ese aditivo, esa característica que hace 10 años que tiene en su ADN. El Sevilla Final Club, Calle Final FC, Ramón Sánchez Pizjuán de finales, Unai Emery Final... y así hasta que quieran ustedes parar. Realmente se han agotado calificativos para descifrar, resolver o explicar lo que hace, una tras otra vez, este Sevilla, el Sevilla. Esta campaña ha garantizado su presencia en dos finales, ahí es nada, de la Copa del Rey y de la Europa League, y a ver quién es el guapo que intenta echar abajo la ilusión de su particular doblete, y eso que enfrente tendrá a Barcelona y el Liverpool. Este Sevilla, el Sevilla de las finales, se planta en Basilea el 18 de mayo tras haber tumbado a un muy buen equipo como el Shakhtar, un muy buen equipo que le puso en aprietos, que le exigió, pero que no dio su nivel. Porque cuando el Sevilla apretó, cuando el Sevilla fue el Sevilla, no había Shakhtar ya para pararlo. El equipo ucraniano solo crecía en los descensos sevillistas, pero las crecidas de los nervionenses barrían a su rival.
Cuando el Sevilla fue mejor, fue bastante mejor que el Shakhtar, y cuando fue peor, supo sufrir hasta volver a levantarse Y así lo barrió, cuando parecía estar peor, salió de los vestuarios para llevarse por delante a los de Lucescu y firmar su presencia en la ciudad de Suiza y en la final de la Europa League. La tercera consecutiva, lo nunca visto, porque nunca se ha visto antes.
El Sevilla salió al campo con absolutamente todo. Con intensidad, agresividad, fuerza, argumentos poderosos en definitiva para una cita tan trascendental como la que estaba en liza. Y el equipo de Emery acorraló al Shakhtar en los primeros minutos. Controló la pelota, no dejó que la tuviera el rival y cuando la tenía... la robaba.
Y la robó Gameiro. El delantero francés, en esa inercia de un magnífico inicio sevillista, aprovechó un descuido de la zaga ucraniana, se fue directo hacia el área con la quinta marcha puesta y remató hacia un gol que hizo estallar Nervión. La puesta en escena había sido perfecta. Vitolo parecía poderoso, Gameiro letal, y N'Zonzi y Krychowiak ataban en corto a la medular ucraniana. Pero quedaba mucha tela por cortar, mucha.
Tras unos primeros de tambaleo (tres tarjetas claras cortando contras en apenas cinco minutos), el Shakhtar se asentó en el partido, se recuperó aprovechando que el Sevilla, lógicamente, no podía mantener ese ritmo infernal de partido que había impuesto. Entonces empezó a aparecer en el partido Marlos. No a aparecer, empezó a adueñarse del partido en magnífico jugador brasileño. El Shakhtar, ni corto ni perezoso, metió el equipo entero en el campo contrario. En ocasiones dejaba a su espalda el conjunto de Lucescu tres cuartas partes del campo. Pero el Sevilla empezó a perder de vista la pelota, que la manejaba de manera vertiginosa el equipo ucraniano. Y empezaron las llegadas, los disparos, los merodeos. El Sevilla, al que arrinconó el rival como hiciera en la ida, no logró encadenar contras peligrosas que atenazaran a los de Donetsk.
Y se acercaba el gol el Shakhtar y al peligro, pero seguramente enfadó y mucho a Emery y a todos los sevillistas la forma en la que llegó, en una contra tras un ataque sevillista muy nutrido en efectivos. Resultó que el rechace se convirtió a la postre en una conducción magistral de Marlos coronada con una asistencia y el gol del empate de Eduardo. Era el minuto 44 y el Sevilla, como en la ida, agradeció el descanso.

Emery, el orador

Y vaya si lo agradeció. Debe tener Emery excelentes dotes de oratoria y de motivación de puertas para adentro, porque su equipo salió como si fuera otro de la caseta. Hizo mejor lo que dejó de hacer bien en esos minutos críticos de la primera parte y empezó a corregir los errores que cometía en la primera mitad. Para empezar, reposó algo más su precipitación en las contras. Y el resultado de ese poso de pausa, que en este Sevilla derrocha Banega. Se dio la vuelta en una contra que parecía agotarse, vio la subida de Krychowiak y este se contagió del temple para darle una asistencia de oro a, quién si no, Gameiro, que resolvió de cine ante Pyatov.
El partido de Gameiro es de esos que a los sevillistas se le quedará en la retina, el francés se está adueñando poco a poco de esta Europa League 
Ese tanto rompió al Shakhtar unos minutos, como sucedió en la primera mitad. Con la diferencia de que el Sevilla sí exigió al rival ucraniano durante esos momentos de schok. Porque de schok fue el golazo que se apuntó Mariano Ferreira. Desde fuera del área, con su pierna derecha y con los tres deditos, se sacó un antológico disparo con efecto fuera adentro que se coló junto a la cepa del palo y llevó el delirio y algo tranquilidad, claro está, a las gradas.
Todavía por delante partido, media hora de hecho, y un gol del Shakhtar podría haber puesto de nuevo en la cuerda floja al Sevilla. Pero nada de eso pasó. No dejó que pasara el conjunto de Emery. Entre esa charla, entre esa oratoria del descanso, el técnico nervionense aleccionó bien a los suyos para subieran unos metros la línea de presión, para que el Shakhtar no llegara tan fácil a zonas de peligro. Y Krychowiak y N'Zonzi asumieron bien las palabras del maestro. Hasta hacerse dueños de la zona ancha, hasta abortar, con la ayuda de Vitolo, Coke (qué gran papel el suyo) y hasta de Gameiro, que venía desde Francia en interminables carreras para defender en la banda, cada ataque ucraniano. Donde había fieras, ahora parecían gatitos domados por gigantes, un gigante de 10 años, un gigante coloso europeo que vuelve a firmar su presencia en otra final, sí, en otra final. Por tercer año consecutivo, el Sevilla se gana su sitio en la final de la competición y por pleno derecho. Porque aunque sufrió ante un buen Shakhtar, cuando hubo que ser mejor, fue mejor. Y cuando fue peor, lo sufrió hasta superar el mal trago.
Ese es el Sevilla, el que nunca se rinde, el de la casta y el coraje, el del Sánchez Pizjuán, y el de las finales. Este es el Sevilla, el que juega finales. Y las suele ganar.

2 comentarios
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  1. TONGO

    Que pesaitos los servilletas. A quien le importa un trofeo que juegan equipos como el charta o el nipro. Y ahora a jugar con el peor liverpol de la historia.aber si se enteran que los paragüeros no los quiere nadie de lo feos que son.cuando ganéis en Europa a un equipo de verdad como el chelsi veni y me lo contais

  2. TONGO

    ya estoi mosca con este equipo,siempre igual los sevilletas ganando titulos y nosotros luchando por no bajar,sin duda el sevilla es el rey de andalucia ,me voy a la cama que voy a ver si he cobrado el paro mañana,,,

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