Corazón, fe y Vitolo

Una sobremesa gris, obtusa, sin demasiada lucidez, acabó brillando como el sol. Un Sevilla triste, sin claridad, sin demasiado fútbol, acabó celebrando tres puntos importantes merced a lo más destacado que tuvo en Riazor, el corazón. No podía ni acertaba el conjunto de Sampaoli a superar a su limitado rival, pero siguió intentándolo. No encontraba ni el remate ni la ocasión el Sevilla, pero siguió intentándolo. No tenía demasiados argumentos ofensivos el conjunto hispalense, pero el técnico argentino siguió sumando atacantes. Y finalmente, el Sevilla encontró su premio. No por fútbol, porque tampoco completó un gran partido, no por imperativo, porque tampoco fue autoritario. Pero sí por insistencia, por voluntad y por fe, que fue en lo que superó el Sevilla al Deportivo.

Esa fe, acompañada de fuerza, la representó Vitolo, que salió en la segunda parte para arreglar un planteamiento plano y un partido cuesta arriba, porque desde el minuto uno lo tuvo cuesta arriba el Sevilla. El canario, en estado de forma excelente, además de marcar el empate, fue el que arrimó a su equipo al arco rival, tan cercano y tan lejano durante todo el partido. Fue el que condujo a su equipo al área y el que dotó de claridad en la espesura un fútbol muy previsible del Sevilla en todo el encuentro. Eso sí, nunca faltó mirar hacia el campo contrario, nunca faltó la fe en el gol y nunca faltó el rumbo claramente marcado. Con eso le bastó, agónicamente eso sí, al Sevilla para llevarse el partido y meterse de nuevo de lleno en la cabeza de la tabla.
El Sevilla volvió a controlar la pelota, pero sobre todo en la primera parte encontró poco remate, y se llegó a desesperar y mostrarse irregular
Pronto se complicaría la vida el Sevilla en la sobremesa coruñesa. Porque recibió un gol al minuto de juego en el que fue parte absolutamente colaboracionista. Una pérdida tonta de Ganso, un relajado seguimiento de la jugada y dejadez absoluta de Mercado en el marcaje para que Babel rematara de cabeza la asistencia de Juanfran. Un gol en un minuto y un partido cuesta arriba que en todo caso no cambiaba el guion del partido para los de Sampaoli, cuya intención era tener la pelota y dominar al rival. No cambiaba el guion, pero sí la necesidad, porque evidentemente el Sevilla tenía que ir a por el empate. Asumió ese rol el conjunto hispalense, el de la posesión, el del dominio, sobre todo a través de N'Zonzi y Mariano, con diferencia los mejores sevillistas. Pero echaba de menos, como siempre, el remate. A duras penas lograba colocar la pelota en el área con sentido y pocas veces transformaba esa presión en ocasión. El Deportivo, pese a ser dominado con claridad, no estaba del todo incómodo. A veces echaba de menos el balón (37%-63% a favor del Sevilla), pero era consciente de sus limitaciones y del sacrificio que tendría que hacer para llevarse el partido.
Esa improductividad en el ataque sevillista acabó por difuminar su ritmo del partido, aunque tuvieras ocasiones aisladas merced a la calidad de Ganso (enorme taconazo a Sarabia que se encontró una mano impresionante de Tyton que evitó el gol) o a la estrategia (remate de N'Zonzi que se fue por poco. Y esa irregularidad o falta de continuidad en la fase última de la primera parte acabó por dar cierto margen al Dépor, que se atrevió a salir un par de veces a la contra y que encontró en Andone un inesperado premio en un golazo en acción individual que de nuevo tuvo acción colaboracionista en la debilidad defensiva de Pareja primero y sobre todo de Kranevitter y Carriço, que en lugar de hacer coberturas fabricaron un pasillo hacia el gol.
El 2-0 parecía dibujar un negro segundo tiempo del Sevilla, pero de buenas a primeras apareció de nuevo N'Zonzi para amargar la celebración a Andone y acortar distancias justo antes de los vestuarios. Al menos se iba el equipo de Sampaoli con la moral más alta y la lección, era de esperar, mejor aprendida.
La lección equivocada de la alineación inicial la aprendió eso sí Sampaoli, que sacó en el descanso a Carriço e introdujo en el campo a Vitolo. Con el canario el Sevilla ganó algo en profundidad y en potencia, pero el problema encontrado en la primera mitad seguía existiendo. Ni tenía ritmo ni demasiadas ideas (Ganso casi ni aparecía) cuando la pelota se acercaba al área deportivista. A más proximidad de Tyton, menos claridad. Además, el conjunto de Garitano cortaba la poca continuidad en el juego ofensivo del Sevilla con ciertas faltas bien repartidas. En definitiva, el partido parecía que se agotaba sin que sucediera nada, es decir, todo positivo para el conjunto local.
Sampaoli acabó acumulando jugadores de ataque a medida que Garitano hacía lo mismo con elementos defensivos, algo que acabó pagando en los últimos minutos
Y Sampaoli intentó cambiar más elementos en el campo, agitar algo más el partido. Un desapercibido Ganso, que solo aportó el taconazo en el partido, dejó su sitio a Vázquez, otro de los que el técnico argentino había reservado para la Juventus. Y apostó por Ben Yedder por Sarabia para los últimos minutos. A esos cambios ofensivos, Garitano respondía con cambios defensivos, sumando efectivos conscientes de que el Sevilla tenía serios problemas para superar líneas rivales. Sin prácticamente hacer nada meritorio para mercer el empate, el conjunto hispalense alcanzó los últimos minutos del partido dando gracias a una vista gorda de Mateu, que bien pudo castigar con penalti un empujón de Mercado a Andone, como bien pudo luego hacer lo propio con otra mano de Arribas a Vitolo.
El caso es que se llegó con el 2-1 al tramo final del partido. Unos 10 últimos minutos que fueron una absoluta locura. Dos ocasiones consecutivas generadas entre Vitolo y Ben Yedder parecieron alimentar la esperanza sevillista. Entre el canario y el francés se las bastaron para empezar a descoser las fatigadas costuras de la hasta entonces segura defensa del Dépor. Un revoloteo del galo propició un balón suelto que aprovechó Vitolo para igualar el partido en el minuto 86. Y a partir de ahí el partido ya se volcó. Lo que había parecido imposible hasta los últimos 10 minutos se volvió factible. El Sevilla olió la sangre del rival, su debilidad, su cansancio y se fue arriba. Comandados por un gran Vitolo, los de Sampaoli se volcaron en el área rival y siguieron contando llegadas, y córners. Porque en el 14º saque de esquina, todos inocuos hasta entonces, encontró un tanto agónico pero resultón para acabar ganando el partido. Entró a rematar con el corazón Pareja y provocó un nuevo rechace que Mercado aniquiló ante Tyton para cerrar el partido y dar al Sevilla tres puntos que si bien no se había trabajado con demasiado mérito sí buscó con corazón hasta el final. La remontada es prueba de ello.
 
 

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