En la adversidad y en la enfermedad, en el frío y en el calor...

Es el Sadar uno de esos campos donde este Sevilla no se puede permitir fallos, uno de esos campos que no se le da bien al Sevilla, y uno de esos campos en los que es incómodo jugar, y más en esta mañana gélida de invierno navarro. Quizás por todo ello, y porque además estuvo por dos veces por detrás en el marcador, 1-0 y 2-1, tiene más valor el triunfo sevillista en Pamplona. Porque supo subsanar una horrible primera parte, porque supo sobreponerse a las adversidades (el campo, el resultado, el frío) y acabar llevándose el encuentro y los tres puntos para seguir segundo y peleando por la cabeza de la clasificación, ya que seguirá por delante del Barcelona segundo en la tabla y a un punto del Real Madrid.

No hizo el Sevilla su mejor partido, ni mucho menos. Más bien al contrario. Una primera parte bastante mala y una segunda correcta y más ambiciosa. Con ello le dio para ganar un partido que se complicó bastante y que a falta de 10 minutos iba igualado. Pero luchar por una Liga no da descanso, ni permite relajaciones. Luchar por una Liga es ganar en las buenas y en las malas, en el calor y en el frío, en Nervión y en El Sadar, y en tener recursos para sacar adelante situaciones de todo tipo, cómodas, incómodas, adversas, con público en contra, con árbitro poniendo obstáculos, quitándolos y, en resumidas cuentas, ganar sea donde sea y sea como sea. Y eso hace este Sevilla, ganar de todas las formas posibles y manejarse de la mejor forma posible en los minutos decisivos del encuentro. Así lo hizo en Pamplona en un partido un tanto loco y con muchas alternativas.
El Sevilla se alineó con el tópico en Pamplona y salió al campo frío, muy frío, como la temperatura, que rondaba los 4ºC. Salió a la expectativa, recordando más al equipo indefinido de principios de temporada fuera de casa que al aspirante que había tumbado al Real Madrid la semana anterior. Ni tuvo autoridad ni tuvo juego ni tuvo ánimo. Por el contrario, saltó al campo a la expectativa, dejando hacer al contrario, un limitado Osasuna, y esperando algún error del rival sin más, sin poner de su parte, sin demostrar ser mejor, sin mostrar su mejor versión. Y aunque también fuera tópico, se echaba en falta el protagonismo que suelen acaparar Nasri y Vitolo. Pero más allá de por sus ausencias, porque la fórmula ideada por Sampaoli para cubrir sus bajas no daba demasiado resultado. El Sevilla, al contrario de lo que suele hacer, aparecía estático, muy quieto. Cada uno en su posición, sin desequilibrar, sin superar numéricamente, sin esa cuerda locura que invade al conjunto de Sampaoli cuando mueve la pelota. Y claro, ante tanta inmovilidad, las fuerzas se igualaban. En el desequilibrio la calidad aparece más, pero entre tanto aburrido orden y tanta previsibilidad el conjunto local se fue haciendo equipo, fue peleando, aliado con el mal estado del terreno de juego, y logró incluso llevar la manija del partido, con o sin balón.
Se echaba en falta el protagonismo que suelen acaparar Nasri y Vitolo
Y nadie apareció en la primera parte para cambiar la tónica del partido. N'Zonzi e Iborra estaban estáticos y el Mudo Vázquez apenas bajaba para facilitar la salida de la pelota. Nadie anduvo fino técnicamente ni tampoco tácticamente, el Sevilla se quedó en blanco mientras que Osasuna, por poco que pusiera en el partido, algo daba. Y de hecho dio hasta primero. Porque esa falta de tensión sevillista también dio la cara en defensa en una jugada que parecía agotarse en línea de fondo, pero que ante la permisividad de Rami y el resbalón jalonado de relajación de Mercado se convirtió en el 1-0 ante el olfato de Sergio León. Y casi llega luego el segundo rojillo, pero Sergio Rico sacó una buena pierna para evitar el desastre.
Tuvo la fortuna y el acierto el Sevilla de encontrar el gol cuando se agotaba la primera mitad. Lo marcó Iborra y se lo mereció Iborra, el que más hizo por desatascar el Sevilla y el que lo desatascó en un doble remate de doble volea, la primera estrellada en el palo y la segunda a pase de Jovetic, que aprovechó el rechace del primer remate. Poco había hecho el Sevilla, pero al menos consiguió irse al descanso con empate, que no era poco visto lo visto, que fue casi nada.

Cambio de chip

Teóricamente aprendida la lección, se supone que asumida la riña en el vestuario, el Sevilla sí que salió con otro ánimo en la segunda mitad. Adelantó líneas, inusualmente retrasadas en la primera fase del partido, y empezó a jugar por fin en campo contrario con varios futbolistas. Se activó el equipo hispalense y gozó de continuidad en el juego, llegadas... Pero justo cuando parecía que se encontraba a sí mismo el conjunto de Sampaoli, llegó la jugada desafortunada del encuentro, o la principal al menos, porque Iborra, artífice del gol del empate, probó la otra cara de su mística con un gol en propia puerta en un centro lateral cuando menos se lo esperaba hasta el equipo local.

Pero algo de mística y hechizo tenía el valenciano, y gol, sin duda. Porque en una buena acción en ataque entre Jovetic y Ben Yedder, con remate de este, llegó un rechace que con magnetismo llegó a la cabeza de Iborra, que todo lo que tocaba lo metía en la red. Este cabezazo también. Dos minutos después, el partido recobraba las tablas.
Llegó un rechace que con magnetismo llegó a la cabeza de Iborra, que todo lo que tocaba lo metía en la red
Movió entonces piezas Sampaoli. El Sevilla estaba llegando más, aunque sin demasiado remate. Ese problema intentó solucionarlo el técnico argentino metiendo más arriba a Jovetic y más cerca de Ben Yedder, y sacando en la banda a Sarabia, el jugador número 12 del Sevilla sin duda. Salió un desacertado Mercado, pero es que tampoco llegaba tanto Osasuna como para acumular defensas.
El tramo final del encuentro enloqueció un poco, aunque el partido casi siempre miraba hacia la portería de Osasuna. La entrada de Sarabia, además, proporcionó al Sevilla algo que no había tenido hasta entonces y que echaba de menos, el balón parado. Con constantes faltas, saques de esquinas y centros laterales el conjunto sevillista empezó a arrinconar poco a poco a Osasuna hasta que encontró su premio en un córner rematado en el área chica por Vázquez, que antes hábilmente se había quitado de encima con un leve empujón a Oriol Riera. Esa reclamación de la falta, unido a un fuera de juego pitado y a todas luces inexistente en el área sevillista, acabó por encender a la afición navarra contra Estrada Fernández.
Aún hubo tiempo para que Sarabia se reclamara como coprotagonista del partido junto a Iborra con un cuarto gol que parecía matar el partido y venir de suplemento pero que, de nuevo a la postre, fue fundamental, porque si Sarabia marcó en el 91 aún en el 92 llegaría un nuevo tanto navarro que, esta vez sí, cerraría el encuentro con la sufrida y celebrada victoria del mejor Sevilla de la historia en la Liga, que para eso tiene ya récord de puntos. Y tras salir vivo de mañanas como esta, parece que no es el único récord dispuesto a pulverizar.