Pudo ser Rico, y acabó siendo pobre

Un deja vù, una salida, otra salida; una falta, otra falta; un fallo, otro fallo. Una nueva jugada marcada a partes iguales por el tremendo error de Sergio Rico y por la polémica ha marcado este miércoles en Leganés el partido de ida de la semifinal de la Copa del Rey, en la que el Sevilla en términos generales fue mejor, pero en el que debió traerse un resultado mucho mejor que el peligroso empate con el que se vuelve a Nervión. Hasta esa jugada fatídica el conjunto nervionense había hecho las cosas razonablemente bien. Las cosas estaban razonablemente en orden. Pero este tipo de errores son los que abren el melón del debate, y sobre todo, abren el melón de la eliminatoria, que tenía pinta de estar bastante encarrilada para el Sevilla.

En realidad, que haya falta, que no la haya, no impide ver una realidad. Que Sergio Rico a día de hoy es un portero inseguro, falto de autoridad, como cuando ha salvado a su equipo ha sido decisivo. La realidad es que en los últimos cuatro días ha tenido que ver en que se hayan ido dos puntos y en que la ida de Leganés no traiga un mejor resultado.
Luego a partir de ahí también hay que ver más allá, más allá de los puños de Rico. Porque tiene el meta que ver en que reciba un gol el Sevilla casi sin recibir un remate, pero no en que el conjunto nervionense siga siendo poco contundente. Tuvo durante el partido muchas ocasiones para haber hecho un gol, dos, o tres. Tuvo sobre todo contras muy mal gestionadas. El caso es que, aunque se vio que cuando quiso mostró cierta superioridad, la eliminatoria está abierta y con poca ventaja para los sevillistas, el gol marcado por Muriel. 
El Sevilla estaba realizando un partido razonablemente bueno, en positivo, pero el fallo del gol del empate le dejó tocado
Queda la vuelta, queda Nervión, y queda solventar errores, coger confianza, sobre todo en la portería, y rehabilitar lo que haga falta para que el partido del Sánchez Pizjuán sea más letal en términos ofensivos.
El Sevilla tardó unos 20 minutos en encontrarse en Leganés, en dar con la fórmula idónea para jugar en Butarque y hacer daño a su correoso rival. Esos primeros minutos fueron algo mejores del equipo local, sobre todo porque el conjunto de Montella se encontraba muy incómodo a la hora de sacar la pelota. Gabriel, Brasanac siempre iban a por Banega en un marcaje pegajoso mixto en esa salida de balón, donde el único que la movía con cierto aire era Mercado. Eso lo hizo bien el Leganés. Pero afortunadamente este Sevilla, el de Montella, ha hallado otros registros, otros caminos, otras alternativas para fabricar sus partidos, para llevarlos a su terreno. Aunque durante esos minutos tuvo alguna ocasión sobre todo a la contra, estuvo demasiado atrasado, con las líneas juntas, pero demasiado atrás. En cuanto dio un paso adelante, cuando el presionado se convirtió en presionante, la cosa cambió.
Y es verdad que cambia a raíz del gol de Muriel, un muy buen gol por eléctrico, por remate y por lo que representa, un delantero que ya tiene confianza para atacar la pelota y rematar en posiciones hasta poco propicias. La cruzó de cine y el gol congeló un ya de por sí fresco Leganés.
El Sevilla, a partir de entonces, vio dónde y cómo hacer daño a su rival. Apenas le dejó respirar, propició sus errores (Brasanac debió ser expulsado por segunda amarilla), presionó con inteligencia, y el Leganés se ahogó. El conjunto nervionense impuso su superioridad a través de la presión y la pelota. Porque Banega, Nzonzi, ya no la tocaban en posiciones tan retrasadas, sino que ya eran capaces de fabricar jugadas de peligro desde la manija del partido. Fue entonces cuando con ellos empezaron a crecer Sarabia, Correa, y sobre todo el Mudo Vázquez, que entre líneas se encontró muy cómodo. Pudo y debió marcar más goles el Sevilla, porque tuvo claras ocasiones de Vázquez, Lenglet, Sarabia... pero ahí apareció el héroe copero del Lega, Champagne. 
Además del fallo del meta, de la posible falta, el Sevilla no se impuso en Leganés porque volvió a ser poco eficaz, poco solvente, y gestionó de forma horrible el contragolpe en la segunda mitad
El partido parecía discurrir por derroteros muy lógicos para el Sevilla. El Leganés arrancó la segunda mitad algo más arriba, con más mordiente y agresividad. Era de esperar. Y era de esperar que hasta gozaran de alguna ocasión, que no llegó por cierto hasta un nuevo momento fatídico para Sergio Rico. Un saque de esquina con segunda jugada dejó un balón de nivea caído del cielo en en el área chica. Allí que estaba Siovas, allí que estaba Sergio Rico. El primero casi ni saltó, y es cierto que interpuso un brazo entre él y el meta. El segundo saltó, cierto que algo obstaculizado, pero sacó el puño al aire sin balón al que golpear. La pelota golpeó en Siovas y se coló de forma ridícula en la portería. Y con esa cara se quedó el meta, de ridículo. Más allá de polémicas, de posibles faltas, la falta de autoridad de Rico es alarmante en esas jugadas. Y van dos seguidas que cuestan goles. 
El tanto dejó tocado a Rico, pero también dejó tocado al Sevilla, que tenía un plan que se trastocó. Porque estaba claro que Montella quería aprovechar la ambición local para matar a la contra, y ocasiones tuvo, pero desperdiciadas todas. Además, el Leganés, aunque tuvo unos minutos de dulce resaca tras el gol, con algún acercamiento, lo cierto es que pronto comprendió que lo que había conseguido era un botín. Se mantenía vivo a la espera de la vuelta y devolvía el encuentro al modo en que más le convenía, esperar.
El equipo nervionense, en el que solo hubo un cambio, de Nolito por Muriel, se repuso el control, la conducción de la pelota y el control defensivo, porque en realidad la defensa estuvo a gran nivel durante todo el partido. Lo que faltó eso sí fue un punto más de eficacia y eficiencia ataque. Acciones de superioridad, de uno contra uno... todas quedaron en punto muerto. Y eso, junto con el error, la falta, el mixto que protagonizó Sergio Rico, provocan que el Sevilla se venga con una mínima ventaja, escasa, pero que podría haber sido mucho más rica, y se quedó en pobre.
 

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