No hubo lugar a la sorpresa. El Sevilla FC solventó por la vía rápida su duelo en Lituania ante el Zalgiris Vilnius, un equipo inferior que en el Sánchez-Pizjuán debió firmar el partido de su vida, o bien al que le pudo la presión ante los suyos a tenor de lo visto este jueves en el LFF Stadiona.
El terreno de juego, situado en la ciudad deportiva de la federación lituana, fue protagonista durante toda la previa, pero su posible incidencia se esfumó a los cinco minutos. Parecía que los que jugaban siempre en césped artificial eran los de rojo e incluso no habría sido extraño que el entrenador del Zalgiris, visto lo visto, se hubiera quejado del terreno de juego pese a ser ese su estadio.
La tensión duró lo que quiso Pablo Sarabia, el jugador más en forma del Sevilla con mucha diferencia y, probablemente, uno de los que mejor está en todo el fútbol español. El madrileño primero le puso en bandeja a Nolito el primer gol y dos minutos después hizo el segundo, aprovechándose de la absoluta debilidad de la defensa verdiblanca y demostrando que Bartkus, el héroe del partido de ida, no era para tanto.
La crónica del partido podría acabar aquí, pero se jugaron 83 minutos más y quedaría feo. Sarabia acabó de un plumazo con la eliminatoria y, de paso, con el histerismo de parte del entorno, que veía en el Zalgiris a una especie de Brasil del 70 desconocido y al que el Sevilla iba a ser incapaz de ganar.
El Sevilla no está tan mal como lo pintan, principalmente porque tiene una idea, la de Pablo Machín, que lleva a rajatabla aunque aún le quedan matices que desarrollar. Pero aunque lo estuviera, sólo una vez de cada millón de eliminatorias quedaría eliminado a doble partido ante un equipo formado por voluntariosos pero poco acertados futbolistas. Es más, quizás Machín se llenó de benevolencia en la rueda de prensa previa afirmando que el rival de este jueves podría jugar en Segunda División en España, aunque tampoco se trata de quedar mal ante quien te recibe casi como un héroe.
Remontándonos al inicio, Machín decidió hacer varios cambios con respecto a la Supercopa de España, aunque por si acaso mantuvo en el césped a algunos de los que mejor están, que la cosa no está para muchas bromas. Lo más novedoso fue la defensa, dándole una nueva oportunidad a Gnagnon y Carriço. El francés alterna situaciones en las que parece un central infranqueable con otras en los que sería digno del banquillo del Zalgiris, como la ocasión que permitió y que salvó Vaclik a disparo de Baravykas y otra similar en el segundo periodo. El luso, por su parte, se postula para permanecer en la plantilla e incluso llegó a jugar en el centro del campo, como cuando llegó, tras la salida de Banega.
Por delante Amadou se confirma como una buena opción en el centro del campo. Ayuda en la resta y suma en ataque. A Nolito se le ve con ganas aunque con no demasiado acierto y Ben Yedder lucha por adaptarse a una idea de juego que no le va. Pero todo sucedía al ritmo que quería Sarabia, que incluso marcó su segundo gol al filo del descanso con un seco derechazo desde la frontal.
Con el partido resuelto y Sarabia en plan estrella, Machín decidió dar descanso al madrileño en la segunda parte, que el domingo hay otro envite. También se marcharon Escudero y Banega, para descansar de cara a Vallecas.
Si el partido hubiera acabado en el minuto 80 sí podríamos haber dado ya por finalizada la crónica, pero cuando el Zalgiris ya flaqueaba después de irse para arriba durante media hora -estrelló dos disparos en el larguero-, el Sevilla aprovechó para redondear la manita y despejar más dudas. Arana, con un golazo, y Nolito con una acción marca de la casa completaron la goleada.
El Sevilla en Vilna no sólo ha superado a un equipo inferior y una ronda previa de la Europa League, también ha despejado los excesivos fantasmas veraniegos que le acosaban. El Sevilla estará en el play off, el último paso hacia el gran objetivo del verano, y allí le espera ya el Sigma Olomouc.
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