El llanto de Navas, el de los niños del Sevilla
En una esquina, acompañado de su hermano Marco y llorando al que, en cierto modo, le abrió el camino internacional del fútbol. Jesús Navas, apoyado en una columna y lleno de lágrimas. José Antonio Reyes, de cuerpo presente en el antepalco del Sánchez-Pizjuán y compartiendo ya el tercer anillo con figuras como Arza, Valero, Busto, Berruezo o el mismísimo Antonio Puerta. Alguna cachita habrá tirado ya por aquellos lares.
Las lágrimas de Jesús Navas son las de todo el sevillismo, que ha visto este fin de semana como una de sus grandes leyendas se marchaba para siempre en trágicas circunstancias. En los ojos del palaciego se reflejaba el pesar por un utrerano que contribuyó a poner la primera piedra del mejor Sevilla FC de la historia.
Reyes se fue a donde no quería ir, con apenas 21 años y a cambio de 26 millones de euros, una cifra que hoy no suena para tanto pero que en aquella Navidad de 2004 era un auténtico dineral. Tanto era, que el Sevilla pudo empezar a armar un equipo de leyenda gracias al ingreso que el Arsenal hizo.
Antes se fueron otros, Velasco, Jesuli, Marchena… pero ninguno tuvo la relevancia de Reyes. Por lo económico y por lo futbolístico, pues hacía mucho que el sabio Nervión no veía a un futbolista así.
No le gustaba Londres e Inglaterra, jamás lo hubiera cambiado por Utrera, pero con el Arsenal se hartó de ganar y demostró al mundo que en la carretera que lleva de Sevilla a su pueblo hay un granero de futbolistas sin comparación, con el arte de la escuela hispalense por bandera.
De su trayectoria han corrido en estos días ríos de tinta, tanto como de que podría haber sido mucho más en el mundo del fútbol. Posiblemente. Pero su leyenda en el sevillismo es igual de grande. Seguramente sin saber que supondría un hito en la historia de su club, Reyes se fue llorando en enero de 2004, y también sin saberlo abrió las puertas al reconocimiento a todos los canteranos sevillistas que le siguieron, Ramos, Puerta, Alberto Moreno… y Navas.
Navas y Reyes apenas coincidieron en el primer equipo del Sevilla, pero pocas carreras están tan unidas. Como vasos comunicantes.
Navas le llora. Por los caprichos del destino jugaron juntos sólo algunos meses, pero pocas carreras están tan unidas. Como vasos comunicantes.
Sus lágrimas son las del sevillismo y, sobre todo, sus niños. Aquellos a los que Reyes abrió la puerta al mundo. Nunca nada sería igual. Nunca nada será igual, pero la grandeza del fútbol seguirá pasando por esa carretera de Utrera en la que se forjó su vida. Y en la que se acabó.