No mata ni el gusanillo

Si el Sevilla lleva tanto tiempo sin ganar en campos de equipos grandes es por algo. Es porque se suele apocar y es porque no mata cuando debe. Ante el Valencia le paso algo de las dos cosas, más de lo segundo que de lo primero. No mató cuando correspondía y salió algo apocado, aunque luego se quitó el complejo. Pero la realidad es que tuvo al Valencia rendido, a sus pies, a un Valencia mermado por ausencias y por rendimiento, y no fue a hacer sangre, no buscó el partido. Se confió en su suficiencia y dejó ir dos puntos. Porque realmente perdió dos puntos. El Sevilla es superior al Valencia y se mostró ligeramente superior, lo suficiente para haber ganado bien en Mestalla. Pero perdonó, se dejó ir, y empató.

Es uno de los debes del equipo de Lopetegui. Le cuesta marcar, pero también rematar los encuentros cuando están apretados. Y se confía en su buena defensa, pero eso no siempre da para vencer. Es la lección que debe aprender de esta jornada el Sevilla, para crecer hay que matar.

No fue el mejor arranque ni el mejor inicio del Sevilla fuera de casa. Porque el equipo de Julen Lopetegui no pudo plasmar al cien por cien su idea en el césped de Mestalla. Entre otras cosas porque el Valencia apretó más arriba al equipo nervionense, algo que ya han hecho varios equipos y que realmente merma la agresividad sevillista, y porque el conjunto este miércoles de azul no acertó a cambiar la disposición para dar respuesta al Valencia. El Sevilla se hizo más largo, permitió espacios entre líneas, entre centro del campo y defensa, y eso propició que el conjunto che creciera, tuviera la pelota y se aproximara al área de Vaclik, aunque sin demasiado peligro, todo sea dicho.

Menos Sevilla

Por todo ello, además, el Sevilla tuvo menos dominio de la pelota, jugó en campo contrario menos minutos y llegó menos. Generó casi ocasiones, casi sin peligro, aunque es verdad que cuando enlazaba dos o tres pases tenía profundidad.

En ese contexto de encuentro apareció y fue creciendo Banega. La desafortunada lesión de Escudero, que tuvo que ser sustituido y provocó un reajuste en la defensa sevillista (Gudelj salió como central y Koundé se fue al lateral zurdo) significó un parón a raíz del cual el partido se estabilizó, se equilibró, aunque más por lo discreto que por lo brillante. Pero en esa medianía sí que empezó a destacar, como decíamos, Banega.

Esa tendencia, además, encontró el refrendo del gol en una acción en la que la defensa valencianista se durmió y Fernando y Ocampos anduvieron más listos. El brasileño, como si fuera un extremo, la puso de cine al punto de penalti para que apareciera el argentina y anotara con la complicidad de Cillessen, que permitió que la pelota se colase.

La segunda parte, pese a que se esperara la reacción levantina, fue predominantemente sevillista. Tuvo el control prácticamente sin sufrir hasta el último cuarto de hora. Sin sufrir y sin dañar. Porque los de Lopetegui mantuvieron la posesión, estuvieron atrás muy seguros pero difícilmente rompían arriba, desequilibraban o inquietaban al Valencia. Se sabía el Sevilla mejor, pero pecó de soberbia. Y más ante un Valencia que, aún venido abajo, siempre es el Valencia, y más en Mestalla.

Como el año pasado

Tenía reciente la experiencia el conjunto andaluz del año pasado, con un empate en el descuento. Esta vez no fue tan al final del partido, pero sí en último tramo. Y de la única manera que podría el Valencia, o eso parecía, a balón parado. Porque en juego no generó nada. Una falta tonta lateral, como el año pasado, una mala marca, como el año pasado, y un remate de cabeza cómodo de Sobrino que permitió a los locales, inferiores, empatar el partido casi sin merecerlo.

Los últimos diez minutos ya fueron de empate puro. El Sevilla no había llegado, salvo una acción desaprovechada por Ocampos, ni llegó más. Parecía que los partidos no se ganan marcando, sino controlando.

El caso es que, una vez más, dejó el conjunto blanquirrojo escapar una oportunidad inmejorable de ganar en un campo importante, de ganar en un estadio de peso. Y de paso ganar a un equipo venido a menos como el Valencia.

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