2-2: En-Nesyri, m.45'+2.
3-2: Escudero, m.84.
4-2: Munir, m.86.
1-2: Nolito, m.35.
Y pegó la pegada
Será posiblemente uno de los partidos más extraños que haya ganado el Sevilla en los últimos tiempos, y no porque no lo mereciera, porque tuvo esta vez sí pegada ante el Celta. Pero el triunfo no deja de ser tan positivo como extraño porque el partido fue una montaña rusa, tanto en el marcador como en el juego, que acabó en una dulce parada final para los de Lopetegui, incluso con tranquilidad por los dos goles finales. El Sevilla hizo diez minutos iniciales y diez finales colosales, tanto es así que en los primeros marcó un gol y debió hacer dos o tres más, y en los finales hizo dos goles prácticamente seguidos, los que desnivelaron el encuentro. Entre el minuto 10-15 y el 80, la verdad es que el Sevilla, además del golazo de En-Nesyri, sufrió de lo lindo, necesitó de la redención de Vaclik para evitar el tanto visitante y no encontró fluidez casi en ningún momento. Sí tuvo ocasiones, sin juego, y a ratos juego, sin ocasiones. Pero luego resultó que el partido se dilucidó hasta cómodamente para el equipo nervionense, que mejoró por cierto con los cambios.
El partido del Sevilla no fue bueno, pero fue excelente en lo que respecta a la pegada. Lo cierto es que los delanteros nervionenses no dejan de marcar. Este sábado En-Nesyri, de nuevo, y Munir. Los otros dos se lo apuntaron dos defensas, Koundé y Escudero, el tanto del lateral fue el que decantó realmente el partido.
El Sevilla dijimos hizo diez primeros minutos colosales, ayudado por un Celta perdido que solo se encontró con el regalo de Vaclik. Antes de la cantada del checo, el equipo de Lopetegui generó entre cuatro o cinco ocasiones claras, con un saldo de un gol, el de Koundé, tras un remate de Diego Carlos. Debió marcar más tantos, pero el caso es que en la primera llegada de un Celta moribundo, casi ni llegada, un centro lateral, llegó el tanto de Aspas tras un rechace-regalo del meta sevillista.
Ese gol cambió el partido. El Celta se vino arriba, empezó a jugar en campo contrario, y el Sevilla a no ver la pelota. La cuestión del partido era sencilla. El Celta concentraba gente de calidad pero sin sacrificio defensivo de mediocampo hacia adelante. Por tanto, jugando en campo contrario se sentía cómodo. El Sevilla sabía que robando en campo contrario, precisamente por el carácter poco defensivo del Celta, podría meterlo en problemas. El resultado de esa pugna fue que el Sevilla no puso la intensidad necesaria, y además estuvo mal colocado precisamente por falte de intensidad, de ayudas, de concentración. Eso facilitó que el Celta superara la primera línea de presión y se instalara en campo contrario. Con eso le bastó para mandar y hasta marcar un segundo gol.
Es cierto que el Sevilla, cuando robaba, generaba peligro, porque por la derecha Ocampos y Navas llegaban y eran insistentes. Y en una de esas, Navas puso el enésimo balón al área que cazó de manera espectacular En-Nesyri. Era el minuto 47 de la primera mitad.
El 2-2 permitía al Sevilla afrontar de otra manera la segunda mitad. Y lo hizo, quiso tener la pelota, hacer sufrir al Celta sin ella. Pero resulta que con el Celta cerrado se quedó sin espacios. El conjunto nervionense dominó pero paradójicamente sin oportunidades. A todo esto, el equipo gallego aprovechó una mala colocación de las líneas del Sevilla. En el equipo hispalense, sin balón, la defensa parecía jugar por su cuenta, el mediocampo por la suya y la delantera por la suya. Defensivamente no parecía el equipo que suele ser. Y eso generaba espacios incomprensibles entre líneas, sobre todo entre mediocampo y defensa. Por eso el equipo de Coudet generó sus ocasiones más claras del partido en esa segunda mitad de dominio sevillista. Ocasiones que salvó... Vaclik. Tras su cantada, quiso redimirse.
Y en esa tesitura de dudas, llegaron los últimos minutos en los que el Sevilla 'apareció' con su pegada. Sí, con su pegada. Los cambios de Óscar e Idrissi (dos jugadas, dos desbordes, dos regates, dos balones al área peligrosos) mejoraron a los de Lopetegui, que ya tenían a Munir y De Jong en el campo y a Escudero, que salió por la lesión de Acuña. Y el lateral fue el que rompió el partido con un zurdazo ayudado por el rechace de Tapia. La jugada siguiente fue el 4-2, de Munir, tras una contra ante un Celta ya sin cabeza y hundido por el 3-2.
Y así, como el que no quiere la cosa, el Sevilla ganó con resultado cómodo un partido incómodo, en el que sufrió, en el que no jugó bien, pero en el que volvió a sacar tres puntos en tesitura complicada.
Ya suma dos victorias seguidas y toma aire en LaLiga. Lo necesita y mucho para seguir escalando posiciones a pesar de que no atraviese un buen momento de juego.