2-0; Ocampos, min 53.
Al gigante parece que todo le queda pequeño
El Sevilla ha certificado este domingo su clasificación para la Liga de Campeones. Era su principal objetivo de la temporada, lograr por segundo año consecutivo la clasificación para la Champions League, algo que no había logrado nunca antes vía Liga por dos años consecutivos. La inercia de la competición, el poderío mostrado por el equipo nervionense, la comodidad con la que ha discurrido por el campeonato podría hacer parecer que el objetivo es menor, que es fácil, o que quizás no tenga un valor superlativo. Pero no es así. El objetivo es evidente que se ha conseguido con facilidad, pero no quiere decir que hacerlo sea fácil. El objetivo, esta segunda clasificación para la Liga de Campeones, tiene un enorme valor, porque permite al Sevilla consolidarse entre los más grandes, abrir brecha deportiva y económica, porque permite al Sevilla mirar siempre hacia adelante, y no hacia atrás. El equipo de Lopetegui ha logrado algo de un enorme mérito y valor para el club.
Luego está cómo se ha logrado, cómo se ha conseguido. Y lo que queda por pelear, lo que queda por luchar. Se ha conseguido con una entereza brutal, ganando al Granada de forma relativamente cómoda a la vez que insospechada, con un final de incertidumbre con un minuto de alargue en el limbo que se tuvo que volver a jugar cuando los futbolistas ya estaban en el vestuario, sin espinilleras, sin camisetas, sin botas.
Esta el Sevilla en un momento de la temporada de gran finura en el dominio, con y sin la pelota. Domina casi todas las acciones del juego. Le pueden crear peligro, claro está. Si el rival es harto preciso, si el rival posee calidad extrema y sortea la presión sevillista de forma supereficaz. Pero exige el Sevilla que ese rival, como decimos, sea extremadamente preciso, eficaz, acertado. Porque el equipo de Lopetegui sí puede llevar el partido a ese límite, porque lo es. Está muy acertado en el trato con el balón, entre otras cosas porque un buen Papu, con un buen Rakitic, con un buen Jordán (que este domingo se quedó en el banquillo de inicio), con un buen Fernando, con un buen Suso, etc., etc., el equipo crece y mucho en la posesión. No en el mero hecho de tenerla, sino en el hecho de tenerla para qué. Y no siempre tiene que ser para buscar profundidad, peligro, también muchas veces el Sevilla tiene la pelota, y mucho, para calmar los encuentros, para llevarlos donde quiere, para defender incluso.
El Granada salió este domingo muy fuerte, con una presión muy intensa, muy alta, y durante unos minutos incomodó al conjunto hispalense. Pero fue eso, unos minutos durante la primera parte, porque a partir de ese inicio el Sevilla se subió al partido a través de la pelota. Primero teniéndola para defender, anular el ímpetu granadino. Luego para encontrarse poco a poco, para que sus jugadores entraran en acción, aunque aún no hubiera demasiada profundidad. Y más tarde para hacer daño, para ser verticales, para buscar la portería de Rui Silva. El Papu ya tuvo un disparo peligroso, aunque la jugada que desniveló el marcador fue un magistral pase largo de Acuña, un maravilloso control al primer toque de Ocampos y un derribo de Gonalons al Papu, que llegaba en segunda línea. Fue el Rakitic el que disparó y marcó.
El Sevilla, con el marcador a favor, completó minutos realmente buenos. Sumó algunas ocasiones más, como un remate de De Jong, otro de Suso... pero sobre todo en esos minutos el equipo hispalense no sufrió, manejó el partido a su antojo, se hizo dueño y señor del duelo.
Y mientras estuvo el partido vivo, el conjunto de Julen siguió manteniendo esas virtudes, a la par que la intensidad. El inicio de la segunda mitad deparó pronto un gol con son de tango. Acuña de banda al Papu, asistencia a Ocampos, con brillante amago de De Jong, y gol del argentino en el área que parecía certificar el partido, sobre todo porque el Sevilla seguía demostrando una gran superioridad.
Pero ese tanto relajó de forma innecesaria al equipo hispalense. Los cambios, esta vez, también empeoraron al equipo. Todos se veían con los tres puntos en el bolsillo, pero el Granada comenzó a llegar más y más, sin demasiado peligro, pero con más comodidad.
El Sevilla no remató con el tercer gol, apenas se volvió a acercar a Rui Silva, y una jugada de Soldado acabó con un penalti de Acuña que apretó el final, un final insospechado totalmente.
El árbitro había dado 4 minutos de alargue, pero pitó a los 3, al 93. Pitado el final, todo el equipo se retiró entre protestas de los granadinos, hasta que al parecer De Burgos se dio cuenta de su error e hizo volver a todos los jugadores al campo, algunos ya sin botas, sin camisetas, en el vestuario.
Ese minuto esperpéntico, repleto de incredulidad, acabó al final con placidez para los sevillistas, que agotaron sus últimas posesiones con inteligencia y autoridad. La misma con la que el Sevilla ha firmado su clasificación para la Liga de Campeones, la misma con la que reclama su sitio en la pelea por el título, ahí es nada.
Y el ke pueda ke empate si puede ,lo mejor es ke si está temporada hubiéramos tenido solo una chispa más de suerte ( los penaltis de Ocampos al Barça o al dormunt ) hubiera sido mas histórica y aún así ,estamos a 3 puntos de hacer nuestra mayor puntuación de la liga , peleando por la liga a 3 puntos del líder y consiguiendo la clasificación Champions a 6 jornadas antes de acabar la liga con una diferencia con el puesto más abajo de 20 puntos ,en fin seguimos creciendo y los demás ke miren cómo se hace, saludos desde los puestos Champions