De Mallorca a Mallorca: un VAR sin pilas
Tras horas hablando de la junta de accionistas, permítanme que aproveche la frase rosa que dejó la asamblea en el titular de este Mallorca-Sevilla. Por orden cronológico, entrenador y colegiados frenaron en seco a un aspirante a la Liga. Porque, insisto, a eso debe aspirar este año el Sevilla. Que sea el destino, el fútbol, y no él mismo el que se ponga impedimentos. Fue un partido de esos que jamás puede dejar escapar un candidato. Digamos que Julen Lopetegui se abstuvo en la votación inicial y Jaime Latre e Iglesias Villanueva impugnaron con éxito la victoria del Sevilla.
De Mallorca a Mallorca y empato por que me toca. Allí enterró seguramente el Sevilla una Liga en 2007 con un empate increíble adornado por un escándalo arbitral sin parangón. Y allí se ha dejado este miércoles dos puntos que pueden acabar siendo decisivos, también con polémica por roce de los dedos de Fernando en el balón que después alojó en las redes Ocampos. Esta vez no estamos en el tramo final del campeonato, pero las casualidades son asombrosas con lo que hizo Iturralde González en esa misma área en 2007.
Esas dos cosas condicionan el análisis del punto obtenido y de los dos escapados. No puede ser de otra forma. Más allá del arbitraje, no se valora el punto no porque el rival no se mereciera el empate, que no lo hizo por la ilegalidad de la acción final pero sí por juego desplegado (aunque eso sea chau chau), sino porque el Sevilla volvió a evidenciar una falta de ambición e instinto asesino que no casa con su categoría.
Si el domingo vimos al Sevilla habitual del Sánchez-Pizjuán, este miércoles todos asistimos a un episodio más de la serie de terror que los de Lopetegui están ofreciendo fuera de casa. De un equipo decidido, ágil, móvil y concentrado, a un conjunto con una marcha menos que un rival que no es de postín. Sin movilidad para salir de su esperadísima presión y con una cartel en la frente que ponía: "Piérdeme el respeto".
Y tardó poco el Mallorca en perdérselo. Como antes lo hicieron Celta, Granada, Wolfsburgo, Elche o Getafe (dos de esos equipos ya han cambiado de entrenador y otros dos no lo han hecho de milagro). Lo que falla se ve a leguas, el porqué ya es más difícil de analizar. Los laterales no suben apenas (ya con el marcador en contra sí empiezan a pisar campo contrario) y el centro del campo, curiosamente cada vez que no está Delaney, tiene una pieza desencajada y que termina por descuajaringar todo. Cuando no es Rakitic es Jordán, irreconocible en estas primeras semanas de la temporada.
El caso es que así, el Sevilla se empeña en intentar dominar los partidos adormeciéndolos, a un ritmo de geriátrico que invita, con público en las gradas, a que los rivales se envalentonen en su estadio. Si el rival le pierde el respeto, sobre todo viendo sus partidos anteriores fuera de casa, el ritmo acaba imponiéndolo él. Ni presionaban bien los sevillistas, ni salían con soltura de la que recibían del Mallorca. No tenían que vigilar a Navas, tampoco a Acuña. Dos centrales para un Rafa Mir aisladísimo. Cuidado con Suso que se mete hacia el interior y pare usted de contar.
Como en Granada, el Sevilla se fue al descanso perdiendo, por lo que el plan inicial debía ser modificado sustancialmente. Cuando le han marcado un gol, Lopetegui ha sacado siempre la metralleta de cambios y en Mallorca lo hizo. Lo cual ya es un indicativo de lo que se buscaba de salida. Tres centrales, después otra vez dos, zurdos por aquí, diestros por allá, viceversa, cambios al descanso, tres más de golpe a los cinco minutos... Todo mientras el Mallorca protagonizaba su partido del siglo.
El resultado fue groseramente efectivo: metió miedo en el cuerpo del rival y empezó a generar ocasiones. De repente, un Sevilla vivo, móvil, con apoyos y desdoblamientos, con Rafa Mir viendo cómo gente de blanco se le acercaba y jugaba con él. Un calco a lo de Granada, donde tampoco remontó y pudo marcar de mil maneras. Al menos esta vez rescató un punto, con la firma de uno de los que señalan directamente al inquilino del banquillo: Erik Lamela.
El sevillista, que empezaba a entender que esas primeras partes de visitante eran una cuestión de forma física, acabó cabreado. Por el gol anulado, por el plan inicial del entrenador y por ver a Delaney y Lamela en el banquillo. Desde fuera nadie lo entiende. Más allá de evaluar en su justa medida el nivelito del Levante que fue goleado el domingo en Nervión, el Sevilla mostraba síntomas de crecimiento. Pero hay algo que sigue fallando, es evidente.
Ya ha agotado todas las excusas habidas y por haber como visitante. Ni estados de forma, ni el rival también juega, ni lesiones, ni nada. Un equipo del potencial y de las aspiraciones del Sevilla no puede ofrecer esta recurrente imagen fuera de casa. Nadie estaría ahora tan cabreado con Jaime Latre e Iglesias Villanueva (consulten sus increíbles estadísticas arbitrando al mejor Sevilla de la historia) si hubiesen anulado el 1-3 y no el 1-2.
Es cierto lo que dijo Del Nido de la ruina en la que está sumergido el Sevilla Fc no tienen ni para pilas quien lo iba a decir
Cada vez que podemos ponernos de líder en solitario, metemos la pata y con estos árbitros no hay manera de hacer algo grande.