Se aguó una fiesta, pero hay motivos para pensar otra

El Sevilla debió ganar el partido de ida de estas semifinales de la Europa League ante la Juventus. Debió ganarla porque el equipo italiano anotó el tanto del empate fuera del tiempo estimado por el árbitro, que permitió un saque de esquina ya fuera de tiempo, más allá del minuto 96 que él mismo había marcado como límite del partido. Y ese tanto postrero del empate ha dejado una sensación agridulce en caliente, porque el Sevilla y el sevillismo se veían ya con la victoria en el zurrón. Pero en frío, el Sevilla y el sevillismo deben ser optimistas, hay motivos, los ha expuesto en el partido de este jueves, en el que en términos generales fue mejor que la Vecchia Signora.

Porque el Sevilla ha recuperado ese aire competitivo europeo, ese aire de hexacampeón que le permitió ser dominador del encuentro en la ida y aguantar sin demasiados apuros en la segunda mitad. El partido sevillista fue en realidad completísimo en cuanto a compromiso, solidaridad, esfuerzo, posicionamiento. Quizás en la segunda parte faltó algo de control de la pelota, algo más de colmillo en algunos instantes, pero también es verdad que un 0-1 en semifinales ante la Juventus en Turín no era premio baladí y había que conservarlo, y lo hizo durante los 96 minutos reglamentarios de juego. Otra cosa es la vida extra que concedió el colegiado a la Juve.

Más allá del cabreo expuesto por los jugadores sevillistas tras su gran actuación en el césped al término del encuentro, lo cierto es que espera Nervión, el Sánchez Pizjuán. Y espera de nuevo un conjunto de Mendilibar que demuestra estar bien armado y que casa bien con los defectos juventinos. Es la Juventus un conglomerado de grandes futbolistas, pero que al menos en esta ida no igualó en intensidad al Sevilla, tampoco en juego. Sí tuvo fe, sí tuvo resilencia hasta el final para encontrar ese gol en el descuento, y sí que tuvo ayuda arbitral.

Queda la vuelta, una vuelta en la que el Sevilla del United, el de la ida ante la Juventus, tiene más que argumentos no ya para soñar, sino para pensar fríamente en la final de Budapest.