El Sevilla de las siete leyendas

Podría empezar esta previa de la enésima final del Sevilla, la séptima de la Europa League ni más ni menos que veremos este 31 de mayo, hablando de la divinidad del número siete, de la leyenda que persigue el equipo nervionense en Budapest ante la Roma. Podría hablar de las siete fases lunares, que le dieron a los hombres la posibilidad de conformar los meses, podría hablar de la medida de los siete días de la semana, o de por qué el número 7 es es el más completo y místico de los números. Por qué el Sevilla tiene a su alcance dar el paso divino de Rey a Dios. “El número siete por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas; es el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios, pues incluso la Luna cambia de fase cada siete días: este número influye en todos los seres sublimes”, dijo el filósofo griego Hipócrates sobre el 7.

Podría rellenar esta previa hablando de las 7 maravillas del mundo antiguo, aquellas que fueron la referencia de belleza en su época, pero que acabaron desapareciendo: los Jardines de Babilonia, la Gran Pirámide de Giza, la única que sobrevive pero no como entonces, la gran estatua de Zeus erigida por Fidias, el Faro de Alejandría, el Mausoleo persa de Halicarnaso, el Coloso de Rodas y el Palacio de Artemisa. Y tomarlas como ejemplo para alegorizar la búsqueda de la eternidad en el continuo inconformismo, en el paso más allá. Eternidad entendida no como historia de una maravilla perdida, sino en el presente que se alimenta cada día.

Podría hablar de los siete pecados capitales, y como el Sevilla se los zampa todos en tono futbolístico. El orgullo de ser el mejor equipo jamás conocido en este torneo: la codicia de desear la grandeza que otros tuvieron en el continente; la envidia que genera por su tesón, por su fe y su confianza; la gula de no parar engulléndose la competición a cada ocasión que puede sin dejarla pasar; la pereza que a veces muestra en el otro torneo europeo que ya tan bien conoce, casi concebido como paso intermedio al destino deseado; la ira que desata el conjunto hispalense cuando se presenta ante aspirantes de fueste y que acaba con todos; y por supuesto la lujuria de las noches de Nervión, puras orgías de sentimiento y sevillismo.

Podría recordar que el Sevilla ha tenido que cruzar sus particulares ‘siete mares’ para llegar a Budapest. Se mencionan los siete mares por primera vez en un manuscrito del siglo ix (“Quien quiera ir a China debe cruzar siete mares”), como la proeza y épico viaje que se debía completar para llegar al país oriental. El Sevilla también ha navegado entre turbulentas aguas para alcanzar el Danubio en Budapest: entre el Mediterráneo y el Adriático para echar del camino a la Juve, se sumergió en el mar Rojo del United para acabar venciéndolo de blanco, incluso sufrió cerca del Caspio ante el Fenerbahçe.

O podría pretender asemejar el acróstico de las siete finales con la palabra que lo define. Sevilla, siete letras para siete finales, para siete países, para siete estadios.

Incluso recurrir al italiano: Sevilla siete, Sevilla eres traducido a la lengua transalpina. Y hasta recurrir en esta previa a otras muchas metáforas para definir lo que ha logrado el Sevilla este curso, defectuoso en origen, para plantarse ante la Loba Capitolina fundada sobre siete columnas a por la séptima. O incluso recordar que el '7', Suso, que quien sabe si estará hoy si en el once, fue quien impulsó con su gol ante la Juventus a su equipo para alcanzar Budapest

Pero en realidad no hace falta buscar demasiado para ensalzar el legendario reto que tiene ante sí hoy el Sevilla, esta previa de siete párrafos de la séptima final de Europa League se escribe sola.