La vida sin Monchi

Se ha ido Monchi, puede que la persona más importante de la historia del Sevilla. Y se va mal, peor de lo que debería una figura de su magnitud más allá del maquillaje que se la vaya a aplicar a sus últimas horas antes de aterrizar en Birmingham. Monchi es el arquitecto del Sevilla más importante de la historia, el que mejor ha comprado, el que mejor ha vendido, el más querido por la grada, el hacedor de 20 finales y el que triunfó con tres presidentes distintos, 17 relevos de entrenador en el banquillo y varios proyectos muy marcados como los de Caparrós, Juande Ramos, Emery y Lopetegui. Cogió al Sevilla en Segunda y con cuatro títulos oficiales y lo ha convertido en un gigante europeo, lo ha estabilizado en la Champions y se va con diez trofeos. El León se va cansado, peleado con el club y con el peso en sus espaldas de una temporada demoledora. Es vox populi que la relación con sus jefes no era buena, ni fácil, ni las decisiones de todos ayudaron…

Seguir con Lopetegui fue el principal desastre y la planificación en verano un naufragio total, pero los días previos a la llegada de Sampaoli tampoco ayudaron. Había miedo, Monchi y el club no querían lo mismo y el Sevilla se desangraba. Y por mucho que las cosas mejorasen con el argentino, no lo suficiente en cualquier caso, Monchi no estaba contento y eso fue letal. Afortunadamente llegó Mendilíbar y la temporada se enderezó, el Sevilla se salvó y el horizonte se aclaró hasta que Monchi levantó la mano.

Hasta aquí el relato lineal de lo sucedido durante el año, una suerte de sucesos concatenados que han devenido en días aún peores, en los que se han equivocado las formas y los tiempos dando un espectáculo público que ha sobrado:

En primer lugar, la séptima Europa League estaba aún caliente, la gente contenta y el sufrimiento de la temporada olvidado. Nada emborrona el suceso histórico, la épica, el mérito, la recompensa y el disfrute, pero ha sido corto, demasiado. El foco se ha perdido rápido, ha sido demasiado fugaz.

En segundo término, el momento no es bueno. Dirán en Birminghan, y con razón, que si fichan a un director deportivo lo hacen justo para el mercado de verano, y que no pagan en otro momento del año los más de tres millones que vale Monchi, pero eso es cosa de los ingleses. La parte más importante de su trabajo, la que marca la temporada, se decide ahora: El Sevilla tiene que realizar más de 20 operaciones este verano entre fichajes, ventas y cesiones y ya debería haber un camino trazado, compromisos avanzados con los que vendrán y, sobre todo con los que se irán que quedarán hechos añicos. Seguro que para la marcha de Monchi jamás habría habido un momento bueno, pero sí menos malos.

Y tampoco se ha escenificado bien todo esto. El Sevilla ha sido noticia, durante demasiados días, por un hecho negativo. La puerta del estadio se ha convertido en el escenario de un teatro y la guerra accionarial se ha recrudecido con Monchi como arma arrojadiza de la facción contraria a los rectores del Sevilla.

¿Y ahora qué? Pues ahora toca aprender a vivir sin Monchi como el Madrid aprendió a vivir sin Di Stéfano o el Barça sin Cruyff. Monchi siempre estará presente, y puede que vuelva, pero en él no se puede acabar un club que ha crecido tanto como este Sevilla. Con sus cosas, que fueron muchas y la mayoría malas, el Sevilla de los años de Monchi en la Roma estuvo a punto de armar un lío enorme en la Champions y jugó la final de Copa. Una persona del calado estratégico del de San Fernando puede marcar un estilo y dejar una huella indeleble a lo largo del tiempo, pero un club moderno, que ha crecido exponencialmente en torno a los éxitos, no puede depender de una sola persona y, como ya vienen avisando desde tiempo, toca cambiar muchas cosas para crecer. Es el momento de demostrar que ese crecimiento se puede trasladar a todas las capas de una entidad que hace tiempo que se codea en el verde con las mejores del mundo y que tiene que completar su crecimiento: Ahora le toca al Sevilla ser grande sin Monchi.