Magia potagia

Algo de magia tiene el derbi para el Sevilla FC. O mucho. Se recuerdan las goleadas con Reyes sacando la varita, también a esos equipos que salían al campo a comerse al rival, fuera en Nervión o Heliópolis, los que siempre -o casi siempre- ganaban, y que perder era solo un accidente que se producía cada ciertos años. Eso es el derbi para el Sevilla, un sinfín de trucos que el Betis no es capaz de conjurar. Ni cuando caía derrotado, ni este domingo, cuando siendo muy superior, se marcha para Heliópolis con un solo punto.

Para Nervión fue uno de los derbis más descafeinados que se recuerdan. Ni siquiera el equipo ‘ha obsequiado’ a su afición con una derrota para enardecerse como tanto le gusta, quemar el Sánchez-Pizjuán y disparar a diestro y siniestro, desde el presidente al último guardia de seguridad de la ciudad deportiva. Ni siquiera eso, aunque no hay que ser un lince para observar los múltiples defectos que saltan a la vista.

Para empezar, el nulo ambiente alrededor del estadio. Calles cortadas, bares cerrados, y la sensación al llegar al estadio similar a la del Sevilla Atlético-Mirandés del año que el filial jugó en Nervión. Las medidas de seguridad absurdas de Semana Santa y Feria hace ya unos meses que llegaron al fútbol, despojando de toda la naturalidad a todo lo que huele a Sevilla. Los ‘guiris’, que no eran pocos los que estaban entre los 42.222 espectadores que poblaban Nervión, han llegado muy tranquilitos al estadio. Los sevillistas, que esperaron el bus del equipo casi en Carmona, los béticos, e incluso la prensa, no tanto. No como recordaban. Como La Amargura por Santa Ángela, vamos. Patrimonio sevillano perdido.

Al partido. Sólo apelando a la magia sevillista de los derbis se puede explicar que este paupérrimo Sevilla haya sido capaz de puntuar. En el campo se vieron dos equipos radicalmente distintos en su posicionamiento, uno sabiendo lo que quería hacer, presionando con orden y con un centro del campo manejado a la perfección por Guido Rodríguez y Marc Roca. Otro roto, sacando absurdamente la pelotita desde atrás, pero sin opciones de sacarla, creando peligro, por decir algo, únicamente cuando sacaban en largo. ¿Les suena? Les sonará a vasco, claro.

Sólo apelando a la magia sevillista de los derbis se puede explicar que este paupérrimo Sevilla haya sido capaz de puntuar

La modernidad, por lo visto, es tocar la pelota absurdamente, utilizar al portero para organizar el juego a 95 metros de la portería, y no probar nunca al meta rival. Un canterano que ya ofreció dudas en Barcelona hace unas semanas, y al que apenas han puesto en aprietos. De hecho, el golazo de Rakitic en ningún momento puede ser asumible a Vieites, que solventó el poco trabajo que tuvo con facilidad. ¿Recuerdan lo de Alfonso Pastor en el derbi del ‘palo? Le tiraban hasta desde el córner. Salió y la tendencia cambió ese día, excepto en los derbis. Las dos cosas son irrefutables, pero la resistencia en la segunda no va a ser eterna si la cosa sigue así.

Desde el punto de vista sevillista, lo único potable es el resultado. El cuarto empate liguero en cuatro partidos de un Diego Alonso que tendrá que aprovechar mucho el parón para estar en la ciudad en Navidad. O en el Puente de la Inmaculada. Otro derbi más sin perder, y la sensación de que, si los papeles estuvieran cambiados, la varita sevillista habría abusado del rival inferior. Ni siquiera cuando no juega a nada y es inmensamente inferior cae en estas batallas. ¡Abracadabra, el Sevilla ha puntuado en este derbi! Magia potagia.