Una historia que siempre se recordará. Este pasado 24 de marzo arrancó la Semana Santa en Sevilla con un Domingo de Ramos marcado por la lluvia, pero en ElDesmarque no queremos dejar pasar la oportunidad para recuperar esas historias de antaño que vinculan al fútbol con el mundo cofrade: de Pamplona a Sevilla, por el Cristo de las Penas; la historia más peculiar del expresidente José María del Nido Benavente.
En una ciudad marcada por las tradiciones, el fútbol y las cofradías siempre han guardado una relación muy especial, una especia de simbiosis donde las figuras reconocidas del balompié se han regocijado con algunas hermandades. El de Del Nido Benavente es uno de esos casos: recorrió media españa para llegar a tiempo y poder vestirse de costalero.
Corrían otros tiempos. El Sevilla visitaba el Reyno de Navarra para enfrentarse, en una noche fría, a Osasuna, rival que siempre prometía guerra. El reloj marcaba las 23.00 horas de la noche y un Del Nido nervioso, sentado en el palco, miraba a todos lados.
Cuentan los que allí estaban presentes, que menos Domingo de Ramos parecía cualquier fecha y el que fuese presidente, tras mirar el reloj, a falta de poco menos de un cuarto de hora para el final del encuentro, se levantó ante la sorpresa de todos.
Aún faltaban 15 minutos para que el árbitro señalase el final del encuentro, pero Del Nido, con sus habituales formas, se despidió de Patxi Izco, por entonces presidente de Osasuna, con un apretón de manos y una pequeña disculpa. Salió corriendo y se marchó hasta el aeropuerto de Pamplona, donde le esperaban dos importantes cosas: un avión privado y su costal para la ocasión.
Ya en San Pablo, tras un breve viaje, le esperaba una moto, que le trasladó hasta la Calle Pastor y Landero. Allí empezaba todo. Entre bullicio y empujones, con una sudadera del Sevilla y con su costal con el escudo del centenario, centró toda las miradas.
"Llegó con normalidad, con mucha humildad. Esto no se considera un trato de favor, sino una forma de darle las gracias a Dios", contaba entonces Manuel Vizcaya, capataz del paso.
El que fuese mandatario blanquirrojo entró en silencio, se colocó en la cuarta trabajadera y, con el izquierdo por delante, se estrenó con una levantá al cielo. Cumplió la promesa que le hizo a su Señor de las Penas y es que a pesar de que se comprometió con la hermandad de Santa Genoveva, se lo denegaron y la Estrella sí le permitió cumplir su sueño.