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Joaquín Caparrós y una final por mayo

Joaquín Caparrós, en el Sevilla-Alavés (Foto: Kiko Hurtado).
Deletree conmigo: P E R I O D I S T A

El Sevilla FC del Siglo XXI prácticamente ha contado sus meses de mayo por finales. De 2005 en adelante, lo habitual era empezar a buscar vuelos, hoteles, viajes y entradas para que el sevillismo estuviera allá donde fuera necesario apoyando a su equipo para entrar en el olimpo de los Dioses.

Desde que, en 1997, hace 28 años, miles de sevillistas se desplazaran al Carlos Tartiere, los grandes desplazamientos eran causas de alegría. Desde la de Eindhoven en 2005, el día que cambió la historia del Sevilla, ninguna de esas finales son tan importantes como la de este domingo ante el CD Leganés.

Desde el descenso de 2000, también certificado ante el Real Oviedo pero esta vez en el Sánchez-Pizjuán, el futuro del Sevilla nunca ha estado tan comprometido como ahora. Las peores temporadas se habían quedado en mediocres, pero nunca había llegado a estas alturas con peores sensaciones y mirando al abismo tan de cerca, a pesar de que son cinco los puntos de que le separan del descenso al inicio de la jornada. El colchón se ve exiguo ante las sensaciones de una afición que, resignada a la poca calidad de su equipo, se ve venir el paño desde hace meses. Y tampoco ha hecho demasiado para remediarlo. Este año en Nervión no se ha creado el fortín que daba impulso a equipos tan mediocres como éste en tiempos pasados, sino más bien una suerte de patíbulo por el que pasaban futbolistas y entrenadores con el único objetivo de mantener la cabeza sobre sus hombros.

Joaquín Caparrós, en sala de prensa (Foto: Kiko Hurtado).

La aportación de Caparrós

La lucha societaria, la deriva institucional de la entidad y el montón de decisiones desacertadas de todos los que mandan han conducido a este momento a un club que era modélico en todos los aspectos hasta no hace tanto, y solo cabe sevillismo para levantar la situación. Por eso está en el banquillo Joaquín Caparrós y por el vestuario aparece cada vez más Jesús Navas. Por eso el entrenador se lleva a los chicos al estadio en la previa y le pone la megafonía a todo volumen para que entiendan que éste no es un club más, ni éste un partido más. El octacampéon europeo se juega la vida en una jornada 34 de LALIGA EA Sports ante el Leganés.

El utrerano ponía al palaciego como ejemplo en la rueda de prensa previa, pedía sevillismo incondicional, de corazón, y apoyo a los jugadores para afrontar el partido más importante de la historia reciente del Sevilla FC. Ni United, ni Juventus, ni otras gaitas. Este. Y después Dios dirá. Es hora de que ese rara avis en el Sánchez-Pizjuán que solo quiere ver a su equipo ganar, y está harto de que no suceda, dé el paso adelante y entienda la relevancia del momento presente, que siempre es complicado de valorar al tenerlo justo delante de nuestras narices.

Joaquín Caparrós no está acostumbrado a las finales en el Sevilla. Fue el impulsor de muchas de ellas, y en sus partidos más decisivos el objetivo a lograr siempre era más interesante que una simple permanencia, un ascenso, una clasificación europea… Pero sí sabe bien sobre qué necesita un equipo limitado en tantos aspectos cuando pone un pie en lo que debería considerar su hogar, pero que se ha convertido en poco menos que un infierno. Hagan caso a Caparrós. Al menos por un día. Y después, que venga lo que tenga que venir, pero con el Sevilla en Primera división. Y pobre del que quiera, como rezaba aquel cántico que tan pronto quedó anticuado como ahora está de la más rabiosa actualidad.

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