El fútbol nos saca de la depresión olímpica
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Los Juegos Olímpicos se acaban y España va a quedar muy lejos del objetivo inicial de llegar a las 23 medallas. Tanto, que visto con cierta distancia puede parecer que el objetivo era demasiado ambicioso, pero nada más lejos de la realidad.
Sólo en estos últimos dos días España ha cosechado 6 cuartos puestos y un buen puñado de diplomas más que bien podrían haber sido medalla, algunos de ellos muy dolorosos. A la cabeza, el K2-500 de Cooper y Del Río, el de Pérez Polo en taekwondo o la catástrofe del Dinghy mixto en la medal race de vela. Todos se escaparon por detalles o por milímetros y han hecho mucho daño en la delegación española. Se duda de algunas federaciones, de la gestión de los momentos clave y se piensa en el futuro para que no se vuelva a repetir pero, dentro de esta depresión generalizada, el fútbol ha sacado una sonrisa.
El fútbol, siempre el fútbol. España, sin tener aparte de Rodri a ninguno de los teóricos 15-20 mejores jugadores del mundo en sus selecciones, ha barrido allá donde ha acudido. Títulos por doquier, una de las eurocopas con más mérito de la historia y triunfo en los JJOO jugando y remontando de manera consecutiva contra dos selecciones 'anfitrionas'. Ya no somos la España del tikitaka, ahora somos otra cosa, sin perder nuestra esencia pero con más mala leche, más verticales, menos pausados y sin miedo al éxito. Somos unos irreverentes.
Porque siempre tendremos o pretenderemos tener, un Baena en nuestro equipo, un futbolista que lo ve antes que el resto, que genera ventajas y que asume responsabilidad. Él es el nuevo Iniesta, el competidor de Pedri, algo así pero con más trabajo, de los que también van a la guerra. Y con él, Fermín, menos brillante pero más listo aún, un asesino del área que ve los espacios y los aprovecha para ejecutar. Además, Cubarsí, Pablo Barrios, Sergio Gómez... ellos son el futuro.
Y tenemos la suerte de ser los mejores en lo que más nos gusta, en el fútbol, en la cosa más importante de las que no son importantes, porque no nos olvidemos, los Juegos pasarán y desgraciadamente volveremos a olvidarnos del resto de deportistas hasta dentro de cuatro años en Los Ángeles. Por eso somos felices, porque el oro del fútbol nos mola más, nos hace olvidar las otras penas.