Hasta el final
José María del Nido, presidente del Sevilla, ha iniciado una lucha complicada, larga y seguramente dura en contra de los violentos radicales que campan a sus anchas ocultados en la masa de la afición sevillista, como campan a sus anchas en las aficiones futbolísticas de todos los equipos del orbe.
A veces, demasiado a menudo, los dirigentes del fútbol, de clubes, federaciones, asociaciones, los deportistas e incluso las autoridades civiles han recurrido a la pasión que levanta este deporte para excusar su inmovilismo ante tantos ultrajes y delitos cometidos detrás de unos colores determinados, sean sevillistas, béticos, madridistas o juventinos.
La UEFA, líder y pionera en este asunto por una vez, se ha propuesto erradicar del fútbol comportamientos violentos, racistas, xenófobos y peligrosamente politizados. A veces lo hace con sanciones y medidas injustas, por generalizadoras y ejemplarizantes, pero al menos ha puesto en marcha resortes sancionadores que despiertan la atención y la precaución del mundo del fútbol. El camino que por ejemplo ha tomado el organismo del fútbol europeo será a veces errático, sin duda, pero está iniciado con determinación.
José María del Nido, presidente del Sevilla, también parece haber iniciado el camino con total determinación y pulso fuerte. Es la única manera. De alguna forma debe mandar el mensaje claro y alto de que los violentos no pueden tener cabida en la afición del Sevilla. Quizás haga falta depurar responsabilidades entre los ultras, quizás hay que 'desradicalizar' esa afición extrema. Pero ante todo lo que hay que asegurar es la determinación. El mensaje es ese, decisión a la hora de andar ese camino duro, largo y complicado, y seguramente a veces errático, de alejar la violencia del fútbol, en este caso del Sevilla. Cualquier tibieza puede resultar doblemente perjudicial. La valentía de abrir este camino nadie la pone en duda, pero esa valentía solo será completa si se alcanza el final del mismo.
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