Aula Cultural, un club referente que nació como alternativa a problema droga
El deporte como alternativa a problemas sociales como la drogadicción tiene uno de sus ejemplos en el Club Balonmano Aula Cultural de Valladolid, que hoy celebra sus treinta años de vida en los que se ha consolidado como semillero de deportistas, con el referente de su equipo femenino en la máxima categoría del balonmano español.Inés Morencia
En los barrios vallisoletanos de Pajarillos y de Las Flores, especialmente vulnerables a esa lacra social en los años ochenta del pasado siglo, los adolescentes encontraron en el Aula Cultural una salida de ocio que, poco a poco, con el esfuerzo de muchos voluntarios, se ha convertido en referente nacional.
Todo comenzó incluso diez años antes de la constitución oficial del club, con la rama femenina puesta en marcha por Israel Maniega en el barrio de las Flores, que entrenaba en un Aula de Cultura municipal, del que luego tomó el nombre la entidad, en unas condiciones pésimas y sin medios.
La semilla de Maniega germinó más tarde con otra iniciativa similar en el barrio de Pajarillos, dentro de los colegios Cristóbal Colón y Santiago López, con equipos masculinos, hasta unirse en un solo proyecto y erigirse en club deportivo que, prácticamente desde sus inicios, hace tres décadas, ha contado con catorce equipos desde benjamín hasta sénior, en las categorías masculina y femenina.
De estos equipos surgieron figuras como Paco López, Ismael Juárez o Luisma Lorasque, jugadores que han logrado importantes éxitos en el balonmano nacional, ya que al principio destacó más la rama masculina, hasta que las chicas reclamaron su protagonismo y lograron llegar a la división de honor hace apenas tres temporadas.
Es precisamente el Aula Cultural femenino la principal referencia del club en la actualidad, tras ascender a la máxima categoría nacional hace tres campañas, con jugadoras de calidad como Amaia González de Garibay, internacional absoluta con España, o María Prieto O'Mullony y Ángela Nieto, en la selección júnior.
Este año, aspiran a conseguir plaza europea y seguir creciendo como equipo, aunque para ello es fundamental "conseguir más apoyos económicos" puesto que el Aula Cultural ha tenido que luchar mucho a lo largo del tiempo para poder progresar, al haber contado con escasas ayudas.
Esa situación se ha ido reconvirtiendo y el club dispone ahora de más apoyo social e institucional, lo que ha mejorado sus condiciones, si bien confían en que su lucha tenga mayor recompensa para poder "dar un punto más de profesionalidad al primer equipo" ya que las jugadoras "necesitan tener una salida económica".
Así lo ha advertido el tesorero de la entidad, José Luis Álvarez, padre de una de las jugadoras clave del primer equipo, la central Teresa Álvarez, quien ha asegurado que "llegados a este punto, solo queda mantenerse y crecer o hundirte, pero nosotros queremos seguir estando arriba y contar con más socios".
Son casi mil los aficionados abonados al Aula Cultural que, desde el pasado año, juegan en el pabellón Huerta del Rey, que comparten con el Atlético Valladolid en buena sintonía, lo que también les ha permitido contar con un plus en cuanto a infraestructura, ya que su anterior feudo, el Miriam Blasco, se les quedó pequeño.
Este club, que como las hormigas ha ido construyendo, poco a poco, una entidad fuerte y prestigiosa, celebra hoy sus treinta años de vida con toda la ciudad, para lo que ha organizado una fiesta abierta a niños, jóvenes y menos jóvenes.
En este acto, por la mañana, se proyectará un vídeo que recogerá en ocho minutos la historia del Aula Cultural, se dará a conocer la mascota del club, "AulaFly", y se contará con una representación de diversas entidades deportivas de la ciudad: tenis de mesa, voleibol, fútbol, patinaje, salvamento y socorrismo o rugby para reconocer el trabajo con la cantera.
Ya por la tarde, tras el partido que enfrentará al Aula Cultural de División de Honor femenino con el Clínicas Rincón de Málaga, se podrá disfrutar de una disco movida infantil y un concierto fin de fiesta para cerrar las celebraciones de un club modesto que nunca se ha rendido y que es un ejemplo de lucha y trabajo.