Xabier Murua o Javi Morua, el fútbol se hizo carne
En octubre de este 2010, poco antes del mediodía que sucedió a la gloriosa noche que nos regaló el Portu al tratar de tú al Getafe CF y con el mayor descaro técnico y táctico, individual y colectivo, cerró los ojos a la violenta luz de este mundo mi querido amigo Xabier Murua. Cuando sonó mi móvil, y, al activarlo, en vez de escuchar una voz masculina, oí el llanto de una mujer, tuve la certeza de que había ocurrido lo más terrible.
Si el añorado Mario Angel Marrodán (poeta portugalujo que alimentaba mis emociones literarias) ensalzó al Portu desde el púlpito de la cultura, Francisco Javier Ozaeta Polancos, Murua de tercer apellido, “Javi Morua” su nombre de guerra, jarrillero con MAYÚSCULAS, con el mágico y terrible encanto de su omnipresencia a pie de calle, ha mantenido pintados en el mapa del fútbol los colores oro y hulla con los que se colorean las franjas de la camiseta que sigue vistiendo, de manera literal, incluso más allá de su aparente muerte.
Xabier Murua: personificación insuperable de ese invento abstracto que llamamos fútbol. “Javi Morua”: icono, símbolo, bandera, sudor y sangre, títulos y descensos,
sonrisas y lágrimas, paradigma, denominador común de una afición centenaria, alma, corazón y vida, cara y cruz, folio indivisible escrito con letras de oro. Significante y significado, en fin, de este signo lingüístico de 101 años llamado Club Portugalete.
Escribo, ¡con rabia escribo!... porque me resisto a que mi amigo Xabier Murua, en ese libro zafio y grotesco que garabatean los vencedores de la necedad, pase a la historia como una suerte de bufón creado para divertir a los cortesanos del fútbol y entretener a la plebe parroquial.
Claro que Murua, aunque era un ser de “otro mundo”, no estaba para perder el tiempo haciendo milagros tales como colocar sus dedos sobre el párpado de aquellos ciegos que lo eran por obcecarse en no querer ver... ¿Devolverles la vista?... ¡¿Para qué?!... si a Javi Morua, para entenderle, había que tener las agallas de arrancarse alma y corazón y encajar ambos en las cuencas de los ojos.
Sólo entonces aparecía el hombre bueno, el buen hombre; el bienaventurado por manso, el pacífico que, en Santoña, con su sermón amplificado, convirtió una batalla campal en un campo de abrazos. Murua: el servicial, el generoso hasta decirle basta para que no cayera en el despilfarro y pecara de manirroto. Incansable. Inasequible al desaliento. Acostarse tarde y madrugar para hacer guardia en su garita del Puente Colgante.
“Javi Morua”: el mejor embajador que ha tenido el Portu en los consulados de bronce. Fue dejar de “estar” –como se refería a la muerte Saramago- y empezar a caer un sirimiri de lágrimas sobre la hierba de El Toralín, Medizorrotza, Garmendipe, Tabira, La Baluga, Urritxe, San Jorge, Las Llanas, Lasesarre, Lezama... ¡La Florida está inundada!
Al tercer día, el creyente esperaba su resurrección, pero se tuvo que conformar con un minuto de silencio. Sesenta segundos en pie y con la boca cerrada: ¡qué nadería para un hombre que amó tanto al Portu que lo amó hasta el extremo!
Luego de la mágica experiencia nocturna en el “campo de las flores”, precedida por los sones de la Diana que presagiaba “la mejor diversión del mundo entero”, cuado José Angel Ozaeta encendió la luz del dormitorio de de su hermano, Xabier Murua, se encontró con un hombre elevando al cielo de su techo el dedo índice de sus dos manos en señal del empate de la victoria.
Al día siguiente, a punto de dar las doce en el reloj, musitó: “Este cuento se ha acabado”. De seguido, cerró los ojos... y se quedó velando el sueño de nuestras vidas. En su testamento, me dejó el calor de sus manos. Como última de mis voluntades, una rosa amarilla sobre su pecho; y pegada a su costado, la camiseta número '10' que yo vestí y tanto había amado.
Xabier Murua vivió plenamente el futbol. Era tan magnánimo que ayudaba a quien lo necesitaba, hasta incluso pasarse. Todos los que conocieron a Xabier le han llorado, ya que si por alguien valía la pena derramar una lágrima, era por él y no sólo una sino muchas, porque se merecía eso y mucho más.
Una grandísima persona,,todavía me acuerdo en aquella promoción contra el Getafe en un hotel de Getafe casi sin poder moverse y quiso estar con nuestro equipo.....estaba muy enfermo pero aún así aguanto para estar con su PORTU querido ,esperanos ahí arriba y hasta entonces cuidamos a todos y sobre todo a nuestro PORTU ....