La influencia Ned Stark en sus descendientes
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Han pasado siete temporadas y un largo verano para que la manada Stark volviera a estar reunida. Siete temporadas en las que cada uno de sus miembros ha ido desarrollándose de una manera u otra, potenciando algunas de sus características para que en conjunto todos los Stark representen el espíritu de su casa. El espíritu que tan bien personalizaba Eddard Stark.
Resulta llamativo que todos, desde Sansa a Bran, hayan acudido a la memoria de su padre en algún momento. La cripta de los antiguos reyes y el bosque de los arcianos han vuelto a ver a los Stark caminar por Invernalia, en busca de respuestas, tranquilidad o mesura en sus acciones. Ned sigue muy presente en el futuro de sus descendientes y eso se palpa en cómo su influencia los ha modelado de una manera u otra.
El más alejado de Ned en cuanto a personalidad es Bran. Al principio, el rasgo fundamental de Bran fue la curiosidad, algo para nada descabellado ya que cuando comenzó la aventura era apenas un niño de diez años. En su caso, se ha dado lo que yo denomino ‘hipérbole del rasgo’, es decir, su curiosidad ha terminado por ser su error fatal y su mayor habilidad. Sin embargo, pese a que parezca que no hay nada de Ned en él, Bran sí que ha heredado algo de su padre: su espiritualidad. Frente al desdén de la mayoría de los monarcas de los Siete Reinos, Ned era el único con una religión profesada. Se alejaba al bosque de los arcianos a rezarle a los Antiguos Dioses, a la par que mantenía su Fe en las viejas historias. Bran es la prueba viva de que esas historias eran ciertas.
La siguiente es Sansa. A diferencia de sus hermanos, tanto en la serie como en los libros Sansa es la más parecida a Catelyn, su madre. No le gusta el panorama militar y ha sido educada para ser una esposa florero, regente del algún rey. Los acontecimientos vitales que le suceden hacen de ella una mujer fuerte, empoderada, sabedora de su potencial, a la que no le avergüenza querer poder y que, sobre todo, sabe gobernar. En ella se ve la mesura de Ned a la hora de regir, su capacidad crítica y su preocupación por su pueblo.
Luego está Arya, quien en esta temporada es la que más nos recuerda a Ned Stark. Lo hace por su elección de vestuario, el cual es muy parecido al del Guardián del Norte. La evolución de Arya ha pasado por el control de sus impulsos, sus emociones y su rabia. La Arya de ahora sabe manejarse con un arma y sabe decidir con la cabeza, aunque sigue siendo víctima de su sed de venganza. Cuando vemos a Arya, vemos también al Ned joven, que cabalgó desde Nido de Águilas hasta la otra punta de Poniente por tal de recuperar a su hermana. El Ned impetuoso, habilidoso con las armas y dispuesto a cualquier cosa por recobrar el buen nombre de su familia.
Por último, Jon. Jon es la viva imagen de Ned. De su padre adquirió la templanza, el sentido de la justicia y la moral sobre lo que es correcto. A menudo le dicen que es muy parecido a él, y no es solo por el factor familiar –al fin y al cabo, Ned es su tío-, sino porque recoge aquellos rasgos de Ned que lo hicieron ser quien fue en los últimos años de su vida. Jon es quien más a menudo lo tiene presente: en sus acciones, sus palabras y su forma de actuar.
Ned puede que se marchase hace ya demasiadas temporadas, pero sigue vivo en sus descendientes. Parte de él pervive en cada uno de ellos.