Baby Yoda o el último engaño de Star Wars

Baby Yoda es una pequeña engañifa. Una mentira entrañable, llamativa y adorable que provoca ternura y nos retrotrae a la infancia. ¿Quién puede no querer a Baby Yoda? Es el Gizmo del siglo XXI que explota la fórmula de la ojos grandes y orejas colgonas, un patrón que funciona desde que el mundo es mundo y el cine es cine. 

Desde que Disney compró la franquicia Star Wars a George Lucas puso a funcionar su maquinaria de licenciar productos a revientacaldera. Me explico. En los años 80 existían un puñado de productos oficiales de La Guerra de las Galaxias. Muñecos articulados que costaban un dineral, naves espaciales muy bien conseguidas y poco más. Así, los niños —porque este universo estaba orientado a niños— recibían un par de regalos de la saga a lo largo del año. Cumpleaños, navidades y poco más. Crear escasez siempre funciona, ya lo dice Robert Cialdini.

Esos niños ahora tienen cuarenta años y son padres evangelizadores. Pero, ¿cómo meten en vena a un bicho como Yoda a sus hijos? Star Wars es ahora mucho Star y menos Wars. Para enganchar a las nuevas generaciones —y en eso nadie gana a Disney— es necesario adaptarse a ellos. No tiene sentido volver a crear un nuevo Jar Jar Binks —nunca lo tuvo— si lo que queremos es atraer a niños y, especialmente, a niñas al universo Star Wars.

Ahí radica parte de la mentira. Tradicionalmente, La Guerra de las Galaxias era un producto masculino. No digo que se concibiera así, ojo, pero quienes disfrutábamos a tope la aventura éramos chicos en su gran mayoría. Porque Yoda no era Gizmo, ni Lilo, ni un adorable cachorro de La Dama y el Vagabundo. Yoda era el Puto Amo. Yoda no necesita ser pequeño. ¡Yoda nunca ha sido vulnerable, joder! No me toquéis a Yoda.

Es como coger a Chuck Norris y ponerlo en un papel de blandengue o forzar a Michael Jackson a cantar mal. Yoda no es adorable; es admirable, temible, sabio, sorprendente —¡esas piruetas con el sable láser en El ataque de los clones, por dios!— o, si se quiere resumir, el Puto Amo. Y si Disney necesita promocionar su propia plataforma de streaming para competir con Netflix y, de paso, enamorar a miles de chicas para que se enganchen a la saga y compren Babies Yoda durante las navidades, se dice y ya está.

Por eso no he dicho que Baby Yoda sea un mal personaje o una mala idea. No voy a saber yo ahora más que los gurús de mercadotecnia de Disney… Digo que es una engañifa, una mentira, un artificio para conseguir un fin marketiniano. Es la desviación de un personaje hasta el límite de lo verosímil para captar nuevos clientes. Porque, no lo olvidéis, las historias ya no (solo) se crean tras tremendos procesos creativos con sesudos guionistas y storytellers. La inteligencia artificial y el minado de datos se ponen al servicio de las productoras para encontrar la próxima idea que traiga millones de suscriptores a la plataforma.

¿Cómo? ¿Que Narcos o House of Cards no son (solo) ideas geniales? Exacto, no son (solo) ideas geniales. Narcos fue la serie que llevó a los españoles a Netflix. Las empresas que fabrican series saben —“saben” significa que analizan el comportamiento de miles de espectadores mientras están enganchados al streaming, midiendo decenas de parámetros…— que en este país los ingredientes “droga”, “narcotráfico” y “policía(s) inoperante(s) o traumatizado(s) al que nadie cree y persigue a un malo” son una buena base. Por eso, triunfó Narcos, pero también Vivir sin permiso, Brigada Costa del Sol, Sin Tetas no hay Paraíso, La Reina del Sur, El Niño… Ahora todo cuadra, ¿verdad?

Pues los creativos de Disney han creado a Baby Yoda así, con datos y persiguiendo una deliciosa manipulación. Sí, Max Fleischer también creó a Popeye para conseguir que los niños comieran espinacas. Los que comían vegetales eran listos y fuertes; los carnívoros, lentos, gordos y estúpidos. ¿El fin justifica los medios? Pues mirad, no lo sé, pero os dejo porque tengo que irme a comprar un par de Babies Yodas para regalarlos en navidad. Que una cosa es lo que yo os cuente y otra que a mis sobrinas les encante este pequeño engendro (aunque no sepan distinguir a R2D2 de C3PO).