Zamba de mi esperanza
Iñaki Murua, socio del Athletic
“Zamba de mi esperanza
amanecida como un querer,
sueño del alma
que a veces muere sin florecer”
(Luis Profili)
Me vino este tema popular argentino, que yo recuerdo en voz de Jorge Cafrune, casi como un sonsonete tras el partido contra el Betis en San Mamés, relacionado sin duda con el origen del equipo técnico y con la situación que percibo en el “entorno rojiblanco”, siguiendo la terminología al uso. Antes de avanzar, un aviso: me refiero a la zamba, argentina, no a la samba brasileña o al “fútbol samba”.
Esperanza pienso, después de un cambio que se intuía necesario tras un ciclo agotado o de un posible éxito cercano ligado a la continuidad, según la visión de cada cual. La participación en las elecciones de julio así nos lo dio a entender, porque el sueño de volver a ver al Athletic en lo alto es compartido por las almas forofogoitias, en la medida del potencial que se intuye al equipo; o quizá se le deba tan solo suponer, como el valor.
Sin embargo, puede que el proyecto muera sin florecer, porque el tiempo es implacable en el deporte profesional y en la vida, en general. Va pasando y no vuelve más. Incluso al margen o a pesar de lo que pensemos, parece que somos como afición bastante similares al resto, a tenor de lo que demostramos con nuestros hechos. Y, por qué negarlo, se notan dudas, hay cambios y determinadas probaturas que no se acaban de entender más allá de los partidos amistosos y la pretemporada, por mucho que la autocrítica del míster parezca sincera.
Más aún, sin repetir lo que ya han apuntado en este mismo espacio otras personas, está claro, a mi juicio, que hay parte de la afición poco proclive a dar un mínimo de respiro, necesario sin duda, y a la cual poco importaría un fracaso en toda regla de Marcelo Bielsa, y, por ende, de los actuales rectores.
Mientras tanto, y como en el estribillo de esta zamba, seguro que el de Rosario está pensando en esa estrella que le deje cantar y querer como él sabe, más que en el tiempo que lo esté matando sin llegar a obtener el cariño en el Botxo, que, por lo leído, parece que sí disfruta en otros lares. Veremos.
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