Dos peces de hielo

 

La temporada 2012-2013 estaba llamada a ser la de la confirmación de una ilusión, la que sirviera a los aficionados del Athletic para seguir instalados en una situación idílica, dirigida por alguien que parecía predestinado a entrenar a este equipo y a obtener el máximo rendimiento posible de la plantilla. 
La grandeza de las dos finales disfrutadas (o al menos del trayecto hasta llegar a ellas) y la exquisitez del fútbol visto en determinados partidos invitaban al optimismo, si no a la euforia. La eliminatoria ante el Manchester United y especialmente el partido de Old Trafford pasarán al imaginario colectivo de los aficionados como los mejores momentos de fútbol del Athletic desde los tiempos de la moviola. 
Parecíamos haber tocado el cielo y el futuro, no exento de dificultades, se antojaba glorioso gracias a una generación de jugadores aún jóvenes dirigida por el mejor patrón posible. Lamentablemente, como canta Sabina, esta ilusión duró “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”. 
Apenas había arrancado la pretemporada cuando Marcelo Bielsa destapó la caja de los truenos por un asunto aparentemente menor –las obras de Lezama- y planteó un desafío que la Junta Directiva zanjó desautorizándole sin que eso supusiera la ruptura entre ambas partes, como dictaba la lógica del fútbol profesional de no haber mediado la idolatría que la afición profesaba por el entrenador rosarino. 
Antes de concluir agosto, Javi Martínez había fichado por el Bayern de Munich y ya sabíamos que Fernando Llorente afrontaba su última temporada en el club. Si aderezamos todo esto con otros episodios inéditos en la historia del club como la filtración de la grabación de una charla de Bielsa a sus jugadores en el vestuario, no es extraño que el Athletic quedara fuera de Europa y de la Copa a las primeras de cambio y que, a estas alturas, la única aspiración sea mantener la categoría sin apuros. Ningún colectivo es capaz de digerir todos estos avatares sin resentirse. 
En una entidad de un corte tan clásico, y prudente en sus formas hasta la exageración como es el Athletic, esta acumulación de despropósitos es equiparable, recurriendo a lo estrambótico, a un cambio de guardia en el Palacio de Buckingham al ritmo del Gangnam Style. 
Sin embargo, la decadencia se había iniciado antes, concretamente en Bucarest, donde se cerró el círculo virtuoso que nos hizo parecer invencibles. A partir de ese día, el juego del equipo dejó de brillar y esto, junto con lo anteriormente relatado, nos ha llevado a iniciar la segunda vuelta con unos objetivos que ni el más agorero de los aficionados imaginaba en agosto. 
Dicen los expertos que el primer paso para superar un problema es reconocer su existencia. Tras la inmerecida derrota ante el Rayo Vallecano en San Mamés, con la que concluyó una decepcionante primera vuelta, los jugadores, empezando por el capitán Gurpegui, han hablado de la necesidad imperiosa de cambiar la dinámica y tirar del carro entre todos. 
Ya ante el Betis la mejora en el juego fue notoria y tuvo sus frutos. La confirmación ha llegado con la brillante y amplia victoria ante el Atlético de Madrid. Ojalá se haya cerrado también el círculo vicioso -precisamente ante el mismo rival y devolviéndole el mismo resultado- y el equipo empiece a demostrar que el juego exhibido la temporada pasada sigue estando en sus botas y en sus cabezas. 
Iñaki Duque Gurrutxaga, Responsable de Comunicación y Relaciones Externas Bilbao Ría 2000