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Fútbol de canapé
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Fútbol de canapé

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Todo comenzó con un pequeño “murete de hormigón” que se construyó un buen día en Lezama, un murete de apariencia insignificante, que evitaba el contacto con la afición, un murete concebido para que los jugadores “no se enfriasen” en su salida del campo 1 de entrenamiento cuando marchan dirección a vestuarios.
 
Son numerosos los cambios que han sufrido desde entonces nuestras instalaciones, obras que concretamente esta pretemporada anticiparon el comienzo de una crisis interna que ha logrado descentrarnos, dividirnos, e incluso ha permitido a algunos aventurar, de manera, advierto, equivocada, un futuro algo endeble para con nuestro modelo, ese que nos hace ser “único caso del fútbol mundial”. El único motivo por el cual soy de mi Athletic.
 
Se han aplicado medidas válidas para otros clubes de fútbol pero erróneas para nosotros. Son analogías que convergen en un único logro, el distanciamiento originado por el proteccionismo, distanciamiento con los medios de comunicación, y, por ende, con respecto a la afición, todo eso, en nuestro caso, comenzó a fraguarse conforme lo hizo el hormigón de ese pequeño murete.
 
Proteccionismo y distancia, padres de un personalismo que ha posibilitado que un insignificante jugador en nuestra centenaria historia ponga en tela de juicio a nuestra institución. Su manera de actuar, solo me demuestra que es un subproducto de Lezama, no representa los valores del Athletic, es el fallo en un modelo, que debería considerarle producto no conforme, es un error que no podemos volver a permitir. Lamento enormemente que la cerrazón de la directiva actual, haya imposibilitado la obtención de cierta rentabilidad a semejante desecho de victimismo aparente. Lamento aún más a los responsables que le han conculcado esos valores, valores que no son mi Athletic.
 
Consideremos todas estas reflexiones anteriores y unámosla a una última provocada por esas grúas amenazantes que nos recuerdan que estamos viviendo las últimas jornadas de nuestro ya centenario San Mamés.
 
Algo me indica que nada volverá a ser igual, debo reconocer que la realidad del nuevo campo me produce cierto temor. Temor que yo definiría como “la última analogía mal aplicada”, esa que posibilitará una realidad que separará a nuestra masa social y categorizará aún más a nuestra afición, no es otra que la procedente de la explotación de los distinguidos palcos VIP.
 
Palcos provistos de parking, azafatas, bebidas y canapés. Palcos de algunos aficionados al fútbol, porque es fútbol. Fútbol de distancia y calefacción. Fútbol de televisión. Fútbol de publicidad. Fútbol de los representantes y sus finanzas. Fútbol del desarraigo y de deslocalización. Fútbol porque es negocio. Fútbol protagonista y personalista. Fútbol porque juega cierto jugador en el equipo. Fútbol porque es dinero.
 
Nada tiene que ver con ese otro fútbol que todos nosotros hemos mamado, el único fútbol que me gusta, ese fútbol sano, de pasión, de anonimato, de sentimiento, de bota de vino, de bocata,  de cántico coral forofogoitia,  la impronta de nuestra santificada catedral.
 
Esto también siempre lo hemos entendido así, de una manera especial y alguien lo definió a la perfección: Es el Aliento de San Mamés, ese aliento que nos mantiene unidos e inquebrantables frente a la adversidad.
 
La distancia provoca que todo esto se esté perdiendo y lo tenemos que recuperar como algo propio, de nuestro Athletic, donde el individualismo carezca de relevancia, donde los jugadores sean partícipes de un todo. Por ello reflexionemos, porque la cercanía nace en los entrenamientos (no en el parking de Lezama), se consolida en los viajes oficiales (no en los vuelos charter con cortina) y es obligada en la despedida a la afición (muy especialmente cuando se juegue fuera de casa), esta, también se demuestra informando a los medios (no con la interesada filtración, el silencio o la entrevista amable y dirigida).
 
La proximidad, necesaria para los medios locales (que son principales informadores de la afición), es vital para con una hinchada fiel que siempre multiplica exponencialmente lo poco que recibe de sus jugadores.
 
Si recuperamos la cercanía mantendremos viva la magnífica definición de nuestro himno “herritik sortu zinalako maite zaitu herriak”.
 
Como no corrijamos el rumbo, mucho me temo que nuestras tardes de gloria van a pasar a mejor vida. Reneguemos de los muros del distanciamiento y retomemos nuestro estilo diferente de calor y cercanía.
 
No quiero ese fútbol empresarial homogeneizador, quiero recuperar esa esencia que nos trajo orgullo, victoria y títulos, recuperar una realidad, la realidad forjada desde el acero de las profundas minas Bizkaitarras, la realidad de nuestros ancestros.
 
Quiero All Iron.
Quiero Athletic.
 
No al maldito “fútbol de canapé”.
 
KOLDOBIKA ANSOLEAGA, SOCIO DEL ATHLETIC CLUB 

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