El último desmarque de Jose Iragorri
Treinta y uno de mayo de 2014. Sábado. Ocho y cinco de la mañana. Vestido de corto, y en ayunas, comienzo a correr por el perímetro del Polígono de La Florida, al otro lado del campo de fútbol del Club Portugalete, diez vueltas, once kilómetros, metro arriba, metro abajo. La radio de bolsillo, en el lugar que por su nombre le corresponde. 900 en la onda media; 92.2 en frecuencia modulada. Suena la ´Popu´. Edición número 944 de ´La flor de la canela´. Con Iñaki Astigarraga y Nagore Orella, o viceversa, el orden de los sexos, en este caso, no altera el producto final del polvo de canela espolvoreada en los labios con el que todos los bilbaínos y bilbaínas se han despertado esta mañana de sábado. Llueve. Ambiente en el que, convenientemente regadas, medran las noticias, en esta ocasión las perniciosas para los oídos que aún son capaces de captar sentimientos muy sentidos. Mala hierba nunca muere. ¡Mecachis! Jose Iragorri no lo era, y por eso ha muerto. Los periódicos hablan de ti, comenta, mordiéndose su pena, Astigarraga. Hablan tanto que le obligan al veterano periodista a decir, ¡La que has montado, Hoss, la que has montado! Llaman por teléfono los oyentes. Y son tantos los que llaman que le fuerzan al presentador a poner freno al revuelo que tan mala noticia ha causado: No sigáis llamando, por favor; la centralita está saturada. La que has montado, Hoss, la que has montado. Iñaki Astigarraga cree que lo que le han dicho es verdad, que Jose Iragorri, como el tiempo y la arena de playa, se nos ha escurrido por entre los dedos de las manos. Era grande, sí, muy grande, por fuera y por dentro. Pero como ahora el fuego lo ha convertido en polvo de estrellas, cuando creemos que lo tenemos atrapado, se nos va, se nos escapa de manera irremediable. Los que hemos sido cocineros antes de ser los frailes que ahora somos, es decir, los que en su momento bajamos al barro para bregar jugando al fútbol por esos campos de Dios, lo sabemos todo y con detalles. Sabemos que, vistiendo la camiseta de aquel equipo de la Facultad de Periodismo llamado ´San Informando´, saltaste al campo, a todos los campos del mundo a la vez. En uno le hiciste un sombrero a Messi; en otro, un traje a Maradona; en un tercero, le dejaste a Iker Kasillas con el molde de escayola en su salida de puños. Regresando a San Mamés, te asociaste con Sarabia y Argote, sociedad limitada en la que tú metes con calzador a Julen Guerrero, tu “perla jarrillera”. Con el primero, el orfebre de Gallarta, que en sus ratos de ocio se sacaba unos buenos duros haciendo bicicletas en el taller que en Trapaga regentaba Eusebio Hierro, hiciste una pared en tu carrera vertical en busca del corazón del área. Antes de llegar a eso que llaman “balcón”, abriste a la banda izquierda intuyendo que por ella andaría de kalejira Estanis Argote con su acordeón rojiblanco. Condujo el de Zarautz. Lo justo. Alzó la mirada. Te vio. Cómo no verte. La tocó de lujo. Te la puso de cine. Marcaste los tiempos como mandan los cánones. Testarazo y gol. Bacalao, no, porque tú no lo cantas, lo digo yo, Chicharro. Golazo. Pañuelos flameando como llamas blancas y vigorosas. San Mamés es un hervidero en el que rompen a sudar hasta los boinarrojas. Lo vas a celebrar. El gol. Tu gol. Tu golazo. La alegría del gol. Aquella crónica de Kuitxi, ¿te acuerdas? El ánimo es un estado del fútbol, y no al revés. Por eso estás loco de alegría. Por eso corres desaforado hacia la esquina. Arrancas el banderín y lo lanzas a lo lejos como si fuera una jabalina. De inmediato saltas la valla. Atraviesas el gentío como si fueras un ser de luz, sin el peso de lo humano. Escalas el muro. Saltas al otro lado. Calle Briñas. Caminas. Corres. Vuelas. El mundo se te ha quedado pequeño. San Mamés, diminuto. Por qué te alejas, Hoss, por qué nos dejas aquí tan solos. Si has marcado gol, qué más quieres. Si el partido se ha jugado, y con victoria ha terminado, por qué sigues corriendo, por qué te desmarcas, Jose Iragorri, por qué te has desmarcado. Por Samuel Agirre, autor de 'Las crónicas de Kuitxi'
