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Ganar en tiempos revueltos

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Aunque a todos los que queremos el Athletic nos pueda parecer normal el tirar de víscera para analizar la situación de nuestro equipo en cada momento, sea para bien o sea para mal, no deja de ser desconcertante la facilidad con la que la corriente de opinión tira de tremendismo y enciende todas las alarmas a las primeras de cambio.

Es evidente que estamos asistiendo a un extrañísimo momento en el que no funciona absolutamente nada de lo que funcionaba hace escasamente un mes. Es absolutamente comprensible que todos los que vivimos en torno a este Club nos estemos preguntando qué está pasando con el equipo y es lógico que todos y cada uno de nosotros demos nuestra versión e intentemos aportar nuestras soluciones. Sin embargo la magnitud del problema que tenemos ahora entre manos la hemos hecho crecer nosotros mismos sin darnos cuenta. El efecto de la eliminación del Nápoles de la manera en la que se hizo y el resultado posterior del sorteo de la Fase de Grupos de la Champions ha instalado en la afición rojiblanca el bilbainismo más bilbaíno que sólo nosotros somos capaces de moldear. De aquella euforia contenida vienen hoy estos lodos. De la suficiencia con que el año pasado nos paseamos por la Liga, especialmente en San Mamés, vienen hoy estas decepciones. De cara a la afición, los resultados de la segunda jornada de la Champions, quizá nos ayuden a ser más comedidos en nuestra euforia y nos permitan ver lo que realmente hay detrás de esa melodía tan emocionante. Y es que, detrás de equipos con nombres impronunciables se esconden la ambición de saber que están ante una oportunidad de oro y el ser conscientes de que esta competición es su mejor escaparate, lo que forja una actitud que, por lo menos, hay que igualar en el campo. Si a eso le añadimos  que  muchos de ellos juegan esta liguilla cada año y que ya se las saben todas, estás obligado a afrontar cada partido con la máxima tensión competitiva. Tomemos nota.
Habiendo asumido la contribución de la afición a este estado de alarma generalizada y decepción prematura he de decir que respecto a los jugadores, cuerpo técnico y Directiva la explicación, nivel de exigencia y comprensión sobre la situación que se está viviendo, no debe ser, ni mucho menos, tan condescendiente. Da la sensación de que el haber pasado el playoff de la Champions ha desinflado a los jugadores e instalando en ellos esa relajación que trae consigo el objetivo cumplido. Sin embargo, y reconociendo el mérito que tiene, el haber entrado en la fase de grupos debe ser considerado por los jugadores como el inicio de algo grande y no un episodio más del conformismo que lleva tantos años instalado en el Club. Desde la Directiva de turno se debería pensar a lo grande y exigir resultados, profesionalizar el Club y dejarse de dar tantas vueltas y aplicar tantos cambios en cosas tan estratégicas como puede ser Lezama o la gestión de la primera plantilla. Quizá en este sentido se ha perdido una oportunidad importante para haber apuntalado alguna posición que, a día de hoy, está algo coja. Ahora mismo el Athletic está atravesando un mal momento en cuanto a juego se refiere, lo que también, sin duda, afecta a la cabeza de los jugadores. Sin embargo, por mucho que se le quiera dar una carga de profundidad mayor, todo apunta a que se trata de algo pasajero, pues muchos de los errores que estamos viendo, no son propios de la categoría de esta plantilla. Es frustrante ver cómo se instala el pesimismo más tremendista a las primeras de cambio, quizá ayudado por el síndrome de aquel bienio negro, a veces tan lejano, a veces tan presente. Aquellos fantasmas deben ser desterrados para siempre, debemos ser conscientes de que la plantilla actual es infinitamente superior, acordarnos de que el año pasado nos regaló una temporada para el recuerdo (temporada que también tardó en arrancar) y reconocer que una de las cosas que más daño hacen al Club es situar el listón de la exigencia a niveles de la autocomplacencia más mediocre. Se deben exigir resultados, deportivos y de gestión, se debe criticar constructivamente, dejando a un lado los malditos bandos que se forman en torno a cada Directiva o entrenador y, sobre todo, se debe confiar en que, funcionando así y con la ayuda de San Mamés, algún día, volveremos a ver la gabarra remontar nuestra Ría.
Por Agustín Presmanes Losada, Ingeniero de caminos 

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