Padres managers en el fútbol escolar

Solo uno de cada 16.000 niños o niñas que practican deporte llegará a ser profesional, así es que "si quieres tener un campeón en tu familia ¡entrena tú! y deja a tu hijo disfrutar con su deporte".

El mensaje del coacher y exjugador profesional, Imanol Ibarrondo, es treméndamente clarificador, un zasca para aquellos aitas, sobre todo aitas, que llevan a sus hijos al fútbol, a otras disciplinas también, pero sobretodo al fútbol, con el obsesivo empeño de convertirlos en estrellas rutilantes, a cualquier precio. Quieren que sus hijos les saquen de su mediocridad y no se dan cuenta de que eso (que triunfen y les jubilen) es algo que casi nunca dependerá de lo que el padre insistente apriete. El chaval si tiene las cualidades y fortuna para llegar lejos lo hará sin que el padre tenga que inmiscuirse  Padres metidos a representantes, aitas que se convierten en entrenadores y que recriminan sin pudor a los compañeros que hacen sombra a su hijo o a aquellos que con una acción del juego pueden llegar a frenar su progresión. Padres que van a los campos con el aire de arrogancia del que se cree en la mejor disposición para comerse el mundo. Todos creen que llevan un portento en sus manos y están buscando un club con el nivel suficiente para su galáctico hijo porque donde está no se lo reconocen o simplemente el equipo es poco equipo para su diamante en bruto.Solo uno de cada 16.000 niños o niñas que practican deporte llegará a ser profesional  Lo podríamos confundir con el amor de padre, pero con matices. El aita metido a manager piensa que su hijo es único, un fuera de serie, una potencia futbolística por descubrir. Sufre porque los entrenadores no saben apreciar la calidad que atesora su vástago y advierte "cuidado con aquél que se atreva a interrumpir la brillante carrera de mi perla".   El fenómeno de estos padres managers está bastante extendido en el deporte escolar y son aquellos que normalmente provocan situaciones incomodas y hasta incidentes en los partidos entre niños. Habrán visto el documental sobre la vida Messi (genial por cierto y firmado por Alex de la Iglesia) y querrán hacer suya la actitud del padre del astro argentino. Jorge Horacio Messi, movió Roma con Santiago, Buenos Aires con Barcelona para encontrar un buen acomodo deportivo a aquel niño de apenas 12 años que era extraordinariamente bueno, que digo bueno…era de otra galaxia y aun así como se desvela en la cinta no tuvo, precisamente, un camino fácil para llegar a lo mas alto  Tomen nota aquellos imprudentes que intentan forjar y forzar a sus niños –convirtiéndolos en adultos prematuros con la idea de moldearlos como futbolistas de éxito a cualquier precio. Es entendible que cualquier padre quiera ver triunfar a su hijo en cualquier ámbito de la vida, pero con el fútbol nos estamos pasando de frenada. No imagino a un  padre reprendiendo al profesor de mate de su hijo en la ikastola porque tiene la certeza de que su hijo va a ser un premio nobel  En el fútbol escolar ésto, sin embargo, pasa mucho. Algún entrenador con carnet me quitará la razón, pero creo que los niños con 10 años no tienen aun los mínimos conocimientos, actitudes, aptitudes y virtudes como para ver, Messis a parte, en ellos un proyecto de profesional a largo plazo. En esas edades se puede detectar un borrador del talento pero la edad en la que suelen desarrollarse las habilidades del futbolista suele ser mucho mas adelante, entre los 15 y 18 años. De modo que por mucho que tengamos un niño aparentemente precoz para el fútbol nunca podremos acelerar su progresión por mucha presión, por mucha competitividad y mucho interés que tengamos en acelerar los plazos.  La mayor parte de estos niños teledirigidos por los ansiosos padres managers (solo 1 de cada 15.000 llega a profesional) se quedaran en el camino sin haber vivido el deporte como una disciplina de amigos, de compañeros de aula que se reúnen para pasar un buen rato haciendo deporte. A muchos de estos futbolistas de manufactura paterna les pasará desapercibido el trabajo de los valores, la fuerza inclusiva del equipo, el compañerismo o la solidaridad.  De vez en cuando me encuentro en el campo con un padre que ha sido deportista de élite. Me sorprende la forma de pensar sobre sus hijos que también practican fútbol. Parece ser que su experiencia deportiva le ha otorgado un fuerte sentido común que le lleva a actuar con ejemplar coherencia. Aunque sabe mucho sobre el fútbol que practicó profesionalmente durante años se mantiene muy separado de sus niños para que puedan disfrutar. Respeta mucho las decisiones de los entrenadores y se limita a ser padre. No les aprieta y sabe lo duro que es todo esto. No quiere caer en el error que quizá cometieron sus propios progenitores.
Por Angel López, periodista de Onda Vasca 

@SesmaAngel