Normalizando la anormalidad
Ayer por la noche me vino a la cabeza aquella célebre frase de Juanito en la que señalaba que "noventa minutos en el Bernabéu son molto longos”. No sé si los minutos en el Bernabéu son más largos de lo normal pero, desde luego, los de ayer en San Mamés no fueron precisamente cortos. Tendré que analizarlo con algo más de tiempo y buscar con un poco más de atención en el disco duro de mi cabeza pero, ahora mismo, no soy capaz de recordar algo semejante a lo que
pude ver en San Mamés.
Más allá de la nefasta actuación de todo el equipo arbitral, que perjudicó de forma clamorosa al Athletic Club, me gustaría poner el foco en el lamentable comportamiento de todo el equipo técnico del Granada CF.
Salvo honrosas excepciones, desgraciadamente, estamos viviendo momentos absolutamente mediocres en lo que al periodismo deportivo se refiere. Por un lado tenemos a una jauría de pseudoperiodistas que se alimentan de carroña, cual
Sálvame deportivo, que viven de presuntas confrontaciones entre ellos y se alimentan casi exclusivamente de los mal llamados dos equipos grandes.
Por otro lado, y no por ello menos grave, tenemos a una nueva hornada de periodistas eruditos, de pensamiento elevado y verbo afectado, que filtran comentarios rimbombantes y “enciman” al espectador con continuas sinsorgadas.
De esta nueva ola parece que beben sospechosos habituales como Bordalás y el para mi hasta ayer desconocido (perdónenme la ignorancia), Diego Martínez. Si bien al principio del partido apenas recaí en su figura, a medida que avanzaban los minutos y, viendo que el área técnica del Granada C.F se convertía por momentos en una suerte de metro en hora punta con la aquiescencia del equipo arbitral, comencé a fijarme en todo lo que hacía el señor Martínez y su banda.
Este gallego de 39 años parece que pertenece a ese colectivo social que valora al atajista, que considera listo al jeta y que bebe de las fuentes de Maquiavelo. Entre otras muchas cosas se permitió el lujo de aplaudir de forma desafiante a la grada de San Mamés tras una jugada en la que los únicos responsables de lo que pasó fueron sus propios jugadores.
Tras haber cruzado la peligrosa línea roja de la falta de respeto, su coro de matones de barrio se subió al carro del desprecio y se pasó los sesenta minutos restantes interpretando una perfectamente orquestada coreografía de gestos, miradas y actitudes que no recordaba desde que vi 'El Pico 2'.
Parece que está claro que estos entrenadores de la nueva ola destilan sabiduría por todos sus poros y, lo peor de todo, ellos los saben. Ellos creen que son los más inteligentes, los más astutos, los mejores estrategas, que su cabeza es aún mejor que la de Churchill y que no son neurocirujanos porque aún no se han puesto con ello.
La cruda realidad es que son entrenadores de fútbol que, hasta donde yo sé, es un deporte que se rige por 17 reglas, por mucho que algunos se empeñen en recubrirlo de pan de oro y hacernos ver que estamos hablando de física cuántica.
Lo que no tengo claro es si el señor Martínez ha incluido en su mochila de erudición algo de humildad y respeto. Y ese respeto debería ser máximo cuando tienes el honor de poder pisar la banda de San Mamés.
Por Agustín Presmanes Losada, Ingeniero de caminos
Estoy totalmente de acuerdo con Agustín. Que gran artículo!!!
Impresionante artículo!!! Se puede decir más alto,pero no más claro. Felicidades. Un socio que está detrás del banquillo. Yo no le insulte,ni dije nada en su contra,vamos que soy de los que va a San Mamés a animar al athletic,pero estuvo impresentable desde el min 1.
¿Hablas de pseudoperiodistas y no analizas tu grado de periodismo?. ¡Qué atrevida es tu ignorancia, que por inmensa, parece infinita!