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Qué difícil es la convivencia
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Qué difícil es la convivencia

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Juan Carlos Aragón

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Sobre todo cuando no se quiere. Y aun queriendo tiene tela. Tanto, que cada dos por tres la gente se mata. Sin motivo o con él, eso es muy relativo. Pero se mata. Las parejas se abandonan para los restos. Y eso que los unió el amor. Luego la mayoría se odia, se hacen la guerra. Que si el dinero, que si los hijos… Mentira. Se odian porque odiarse es tan enigmático como el amor. Hay incluso quienes disfrutan más odiando que amando. No sé —la verdad— dónde encuentran el punto, el morbo. El insulto forma el 40 % del nuestro vocabulario. El 80 en el caso del mío. No insultar me parece de gilipollas; valga la redundancia. El que inventó la paz vendió menos que la chirigota del Love el año pasado. A Cristo le dieron para ir pasando por vender la paz y el amor a cambio del Cielo. Que admito que no existiera, pero tampoco era para ponerse así.

En cambio, los ejércitos surgieron como la organización del odio para matar. Hay millones de personas en el mundo, ingenieros la mayoría, cuyo trabajo consiste en el diseño de bárbaras máquinas para matar de modo inteligente, y fliparíamos si supiéramos lo que cobran por ello. Y el dinero que se gastaron sus padres en los estudios de los niños… Para eso sirve sacar buenas notas en el colegio, entre otras cosas. Y con todo eso construyen a su alrededor el mayor negocio “legal” del mundo. Los soldados, cuando ganan, son héroes. Cuando mueren, mártires. En cambio, de asesinos y pringaos nunca habla nadie. Un desfile de las fuerzas armadas es un exhibición que las teles retransmiten. Una chirigota desfila mejor y está considerada un mamarracho, aunque haga reír.
Al menos, reconozcamos que estamos constitutivamente locos (yo no; los demás). La ETA era mala porque mataba. El resto de los ejércitos no. Mohamed Ali es un héroe universal porque los tumbaba en menos de tres minutos. Yo, en cambio, me dedico a emocionar a la gente y no me dan ni el antifaz de oro. Una película necesita mucha sangre derramada para vender. El bueno es el que mata al malo. Y el malo es malo porque quiere matar a otros que no convencen al guionista de la película. Condenamos a los americanos porque venden armas para la población civil. Envidia cochina. La mayoría de nosotros, si nuestra legislación nos lo permitiera, tendríamos en casa armas de todo tipo. ¿Para matar? No, hombre, no: para tirar al blanco. Nosotros no somos como los americanos. El otro día murió un torero, y varios toros. Lo segundo no cuenta. Tenían cuernos los muy cabrones, con lo cual sus torturas y asesinatos están siempre bien justificados.
Hasta en el sexo, las prácticas sadomasoquistas se cotizan bárbaramente, si no como práctica personal, como espectáculo de primer orden. El origen de todo esto era el amor. ¿Locura, contradicción o constitución de nuestra mente? Reprimir la violencia es menos malo quizá que no hacerlo. Pero reprimirla sólo indica que está ahí.
La gran pregunta es, ¿nacemos con todo esto o nos lo enseñan, del mismo modo que nos enseñan el lenguaje y los números? Los libros de historia no tienen sensibilidad humana. Cuentan el horror del mismo modo que Platón cuenta el Mito de la Caverna. Un libro de poemas solo habla del amor y sus alrededores. ¿A quién importa eso? Últimamente, los editores han descubierto el filón comercial de la historia negra, del divertimento de descubrir a un asesino inventado. Me comprometo a que en mi novela no haya una tortura ni crimen ¿Qué eso no vende? Me da igual. Yo no escribo para la gente a la que les gusta esas cosas. Para esas ya hay un montón que se las escribe (bastante mal, pero se las escribe).
El mundo está dividido en buenos y malos. Lo más difícil es identificarlos. Y más difícil aún, no equivocarse. Yo, sin necesidad de haber ido a la guerra, me he encontrado en esta vida a mucha gente mala, demasiada. A la mayoría les va bien. Hasta crean tendencias algunos. El más allá no existe. No habrá pues quien los perdone… pero tampoco quien los castigue; o sea, que se puede seguir siendo malo que, si no eres tonto y te cogen —como a Bárcenas— no te va a pasar nada.
Yo me quedo con Luisa. No es de este mundo. No pertenece a la especie humana. O me quedo en él para convertirla en piedra y dejarla caer en un río, y yo me convierto después en agua para cubrirla a cada instante con cangrejos, ternura y humedad. Te quiero.
JUAN CARLOS ARAGÓN

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  1. Juana

    Me gusta.Es la realidad aunque descrita así parece demasiado cruda sazonada con la ironía a la que nos tiene acostumbrados en sus escritos.

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