Tú no ere de Cadi
Contemplando el éxito desde la más absoluta serenidad, me ha sabido mejor que ninguno de los anteriores, porque he valorado sobre todo el enorme trabajo y la fe del grupo en una apuesta contra corriente. La renovación es cada vez más necesaria, pero cada vez más necesaria es hacerla sin perder de vista la tradición. Este equilibrio, tal como van cayendo los febreros, uno tras otro, va tornándose tarea de creciente complejidad, pues requiere la presencia de la tradición y el riesgo de un futuro que —como todo futuro— no existe hasta que no se hace presente. Pero no hay otra vía. No podemos repetir lo que ya se hizo, porque ya se hizo y fue demasiado bueno. Tampoco vamos a inventar el carnaval, porque ya se inventó, y se inventó tan bien que por eso se convirtió en la pasión primera de la mayoría de los gaditanos (y de otros cuantos miles que no lo son de oficio pero sí de beneficio). Y quien crea que mi propuesta es difícil, se equivoca, pues tal dificultad es un artificio fabricado por nosotros mismos: realmente, es tan fácil como no plantearse nada más allá.
El único gran problema real lo creamos desentendiéndonos del carnaval como un fin y usándolo como un medio para alcanzar otras glorias (o miserias… según te salga la jugada): este callejón no tiene salida. El triunfo no es para quien lo quiere —lo queremos todos— sino para quien le toca. Esa es la magia y eso es lo que hace que sepa tan bien. Pero para que te toque, lo primero es que te olvides del público y del jurado, de las redes y de la tele, de quien gobierne a la luz y de quien lo haga a la sombra. Tanto unos como otros lo agradecerán. La gente no te sigue cuando la obligas sino cuando consigues que se deje llevar, y para eso eres tú quien tiene que marcar el ritmo. Ninguno de mis éxitos han tenido presente más dirección que la satisfacción de mi espíritu. Y creo que al resto, cuando les ha sonado la flauta, ha sido de la misma manera.
Si me atrevo a dejar caer este consejo es, precisamente, porque en esta ocasión no me he subido a ningún olimpo, no me he tomado ninguna copa, no me he visto por encima de nadie y no me he hecho ninguna gallorda mental. Cuando oigo hablar de crisis en la chirigota, de público de Varsovia, de un Concurso para inmigrantes y demás alarmas, creo que debemos aplicar el humilde principio de buscar la paja en el ojo propio, y nunca en el ajeno.
¿La organización? Acierta menos que Benzemá. Y eso también es responsabilidad nuestra. Nosotros no debemos organizar el Concurso, pero tampoco cruzarnos de brazos asistiendo a su estropicio continuo por la evidente falta de actitud y aptitud de los organizadores. El hecho de que no seamos jueces y parte tampoco implica que tengamos que entrar por interminables y cada vez más estrechos aros de fuego. Qué carajo. Somos comparsistas, no bufones ni reclamos recaudatorios. O salvamos el Concurso o nos hundimos con él. Una de las mayores expresiones de la inutilidad política es la de llegar siempre tarde a las catástrofes, en vez de evitarlas cuando se ven venir. Hace poco leí un artículo de Yuyu al respecto en el que lo compartía todo menos el final: “esto siempre ha sido así y tenemos que aprender a convivir con esto”. Vuelve, José, y verás cómo no va por ahí la cosa. La serenidad te hace distinguir entre aceptar lo que no puedes cambiar y cambiar lo que no puedes aceptar. Y en este Concurso hay demasiadas cosas que no podemos aceptar, por una elemental cuestión de dignidad carnavalesca… y humana. Menos el generoso esfuerzo de los participantes, TODO LO DEMÁS está mal hecho. Lo saben hasta los organizadores. Lo que ocurre es que no lo cambian porque les conviene que siga así. Es obvio. Si no, lo harían de otra forma. De otra forma… que también les seguiría reportando beneficios a ellos y a sus cuñados.
El Concurso, acabe como acabe, es para disfrutarlo. Y la mayoría, acabe como acabe, lo padece. Sigo sin ver 32 días de Concurso, en el que sólo 4 funciones completas tienen calidad suficiente como para venderla en la taquilla y en la tele. Es una oposición interminable. No se trata de ser elitista, sino exigente, por el bien del Concurso, del Carnaval y de Cádiz. Cuando aumenta el número de aficionados que giran la óptica del carnaval del Concurso a la calle, algo muy preocupante está empezando a suceder. También sigue siendo el único concurso del mundo en el que ser cabeza de serie tiene más desventajas que ser cabeza de carajo de un manco en un desierto. Cádiz debe seguir con los brazos abiertos, pero también debe volver a coger el timón. Pero, ojo, para eso hay que comprar las entradas. Hostias. Lo he estropeado al final. ¿He dicho que los gaditanos compren las entradas del Concurso con el dinero de su bolsillo? Juan: TÚ NO ERE DE CADI. Feliz colesterol, triglicéridos y depresión poscarnaval.
JUAN CARLOS ARAGÓN
Con permiso buenas tardes, Desde el respeto y la admiración hacia usted D. Juan Carlos tengo que decirle que el carnaval y su masificación no hacen más que engrandecer a esta ciudad motivo por el cual deberíamos estar orgullosos. No es que el concurso dure más de un mes es que debería durar 3 o 4. El mismo tiempo que dedicamos las agrupaciones de "pacotilla" a prepararnos. Esas mismas que usted denosta afirmando que solo merecen la pena 3 o 4 días de concurso a lo sumo. Mire D.JC desde su elitismo, del que rehuye, debería tener presente que no hay vencedores sin vencidos y no me importa asumir el rol de perdedor cuando mi premio sea pisar las tablas del falla y cantarle a Cádiz, la satisfacción más grande para un aficionado al carnaval venga de la calle Lubet o venga de Andorra. Que se hace largo, que hay cambiar cosas, que no puede tocarse un instrumento en los cuplés,etc...Para todo ello tenemos al patronato, autores, ayuntamiento,...un año entero para ponerse de acuerdo, limar asperezas y mejorar. Pero no me toquen el bien más preciado que es la libertad, todo el mundo tiene el derecho de cantar en el falla. Por favor, no lo conviertan en una exclusividad. Y tranquilo D.JC que para usted siempre habrá una parte del pastel por mucho que otros prefieran Bizcocho. Atentamente Raúl.