El Sevilla nunca caminará solo

Las 20.25 de la noche en Basilea. Suena el ‘You’ll never walk alone’, posiblemente, y sin el posiblemente, el himno con más mística del fútbol. 20.000 almas lo cantan, se recrean en el ritmo, lo elevan al cielo. Mientras tanto, otros 7.000 intentan romper la magia, pero cualquier esfuerzo es vano, como vano resulta poner a la altura del himno inglés el de El Arrebato tan sólo tres minutos más tarde. Simplemente, entre la megafonía y los ‘reds’ se lo habían cargado, la cosa empezaba mal. Ya el día había apuntado maneras. Proporción de tres a uno en las calles y ambiente brutal en una fan zone más grande, mejor y más ambientada.
Pero hasta ahí. El partido de las gradas empezó mal pero lo remontaron los sevillistas… y de qué manera. El pasteloso himno del Liverpool había amansado a las fieras británicas, deglutidas por esos 7.000 tíos vestidos de blanco que jamás se rindieron, que siempre se hicieron notar más, y que por encima de lo hecho en Eindhoven, Glasgow, Turín y Varsovia, se comieron a la afición rival. Y eso lo vio hasta Klopp, enfrentado con la grada del Liverpool mientras señalaba a aquellos que habían llevado en volandas a su equipo a pesar del desastre de la primera parte.
El resto ya lo ha visto todo el mundo: los hinchas del Liverpool dejaron caminar sólo a su equipo y abandonaron las gradas antes de acabar el partido, sin tributar un solo aplauso, un cántico de consuelo, ¡algo! Y ahí seguían los de blanco, caminando junto al Sevilla a lomos de El Arrebato, festejando, viendo cómo caían los goles, cómo el grande pedía la hora para que no le cayeran más, cómo el Sevilla se hacía eterno el día que el himno del Centenario sonó más y mucho más alto que el himno más famoso de la historia del fútbol.