El cordero, el gato, el zorro y el lobo
La afición del Real Betis Balompié tendrá algún defecto, seguro, pero principalmente alberga virtudes. La historia está ahí a mano para demostrarlo. Entre ellas destaca una incuestionable: es sabia. No sólo para reconocer a un buen (o mal) jugador o para saber quién la puede estar toreando, tarde en ello un poco más o un poco menos.
También para discernir quién es quién en el ‘animalario’ propio de una fábula que revolotea en las últimas semanas por lo alto del sentir verdiblanco. El pasado sábado contra el Valencia quedó patente en el plebiscito al que concurría Rubi. Como él mismo reconocía en la previa, el técnico catalán se sentía de camino al matadero. Empieza la fábula. Cordero al que las victorias impiden degollar, está demostrando vestir piel de lobo.
Su fiereza tranquila, cercana, focalizada en el trabajo, la ha detectado la afición. De hecho, pocas voces han pedido su cese más allá de las provenientes del cuerpo de acólitos que habían olido sangre antes de tiempo. Su discurso rezuma valentía y coherencia, y no se ha salido ni una vez del plato (si acaso, quejarse de la plantilla una mijita tarde). Más allá aún, ha sabido mostrar una inteligente empatía con quienes enjuician su labor desde lo más profundo del corazón. Todo ello, más solo que Han.
Las victorias lo arreglan (casi) todo en el fútbol. La del sábado acarreó una cierta justicia divina con un cordero al que se le va poniendo por días carita de gato. Las siete vidas que demostró tener anteriormente en otros equipos empiezan a manifestarse también en el Betis. Siete puntos de los últimos doce y brotes que repuntan su verde.
Un Betis más resucitado que muerto
El plantel, que sotto voce se quejaba y públicamente se resistía a romperse la camisa por él, parece haber valorado su honestidad. Y, por supuesto, su implícito mea culpa con el cambio de sistema. El Betis se parece más a un resucitado que a un muerto.
La sabiduría de la afición pagó, por contra, con indiferencia el error de cálculo del zorro. Serra Ferrer, accionista, abonado y leyenda viva del club, tiene todo el derecho del mundo a ver a su Betis cuando le plazca, faltaría más. No obstante, quizá ni el momento ni las formas fueron los más adecuados. Muchísimos seguidores lo veneran, pero mucho más veneran el escudo. Y el sábado no era precisamente día de avivar pleitos intestinos ni guerras de egos.
El cordero, el gato, el zorro, los pastores...todos andan escamados con el lobo, que merodea con mirada displicente la que fuera su madriguera. Quique Setién es el elegido para sustituir a quien se empeña en que no lo sustituyan. La afición en su mayoría prefiere que no venga el lobo. Quizá por eso se afane tanto en dar calor al cordero para convertirlo definitivamente en gato. Fin de la fábula.
El fútbol merece buena prensa. Los aficionados merecen buena prensa. La propaganda que suelo leer en este digital no es buena prensa. Es un amarillismo que no concuerda con la realidad, sino que intenta modelarla, tristemente, con más éxitos que fracasos. Por desgracia, los pitos se escriben antes de que suenen en el Villamarín, y eso demuestra que todos los halagos al comienzo del artículo son una parte más de la burda manipulación a la que someten a esos que "solo sienten" el escudo, pues por "solo sentir" no lo sienten más ni mejor que quienes, además, se encargan de limpiarlo. Dejen de ensuciar las trece barras, por favor.