La vacuna del Betis se llama Cantera

Mientras la humanidad reza por que prospere el efecto de la vacuna contra el coronavirus, el Real Betis ya ha encontrado la suya contra la debilidad futbolística. Es la de siempre y se llama Cantera, el medicamento más efectivo para este club, según demuestran los resultados a lo largo de su historia. No se molesten en bucear en ella para buscarlo: no hay éxito grande, mediano o pequeño del club verdiblanco en sus más de cien años de vida que no incluya un protagonismo importante de los jugadores formados en la casa.

Pese a tratarse de una evidencia incontestable en los títulos, finales, ascensos o salvaciones de categoría, en el Real Betis normalmente no se acude a la vacuna hasta que la enfermedad aprieta. Como en la mayoría de los clubes. Como en la vida. Lo de fuera siempre es mejor que lo de casa y el veterano tiene prioridad en todas las rotondas de los técnicos. Sea por tener que amortizar los desembolsos que se piden, por preferir lo experto a lo imberbe, o por lo que sea, lo cierto es que unos disponen de más oportunidades que El Platanito y los otros tienen que hacer el ‘partido de su vida’ cada semana y cada entrenamiento para tener continuidad.

Hasta que las lesiones, el coronavirus, las lagunas en la planificación deportiva y una economía delicada te dejan el cuerpo lleno de malos síntomas, y tienes que coger la jeringuilla y ponerte la vacuna de los chavales. Manuel Pellegrini y Antonio Cordón han cometido sus errores; y los jugadores del Betis, también, lo que condujo al equipo a malvivir durante un buen puñado de jornadas. La buena noticia es que todos ellos se unieron para combatir el bicho y apostaron por esa vacuna que nunca falla.

Un aire nuevo

El efecto de la irrupción de la Cantera seguro que no hubiera sido el mismo de no ser por el estado de gracia de Canales, el mejor futbolista del Betis con diferencia. Un veterano con DNI de joven, por cierto. Sin embargo, está claro que Loren, Aitor Ruibal, Rodri y Paul han insuflado al bloque de Pellegrini un aire nuevo que se respira más fresco también con la contribución de ‘medio-canteranos’ como Miranda o Lainez. Y lo que viene, ya sean cedidos en fase de maduración como Rober o Edgar, o puntales que tienen al Betis B mirando a la carita a la fase de ascenso a Segunda A y que suelen entrenar con el primer equipo.

El efecto ha alcanzado incluso a los veteranos, cuya sangre se ha regenerado a base de glóbulos rojos de juventud. Los pesos pesados han visto que Pellegrini ha abierto la puerta a la meritocracia y el que no esté a la altura de lo que se espera de un jugador del Betis no rasca bola.

Las ganas, el vigor y las dosis de calidad de estos zagales le han arreglado el cuerpo a este Betis de Pellegrini y Cordón. También le han dado a los béticos lo mínimo que se merecen: un equipo honesto y comprometido que, gane, empate o pierda; da la cara en el campo y honra el escudo. Y de regalo, un sueño: la Copa.