El 7 de marzo de 1999 está grabado en la historia del atletismo español con letras de oro. Ese día, un joven asturiano, en ese momento de 21 años, logró la medalla de plata en los Mundiales de pista cubierta de Maebashi (Japón) con un salto de 8,56 metros que aún es recordado. Otra fecha, el 8 de mayo de 2014, de la que se cumplen diez años, también se recuerda, aunque de una forma muy diferente. Fue la de su fallecimiento, con apenas 37 años.
En Maebashi, Yago Lamela trató de tú a tú al cubano Iván Pedroso, invencible desde 1993 y que, a sus 26 años, ya acumulaba dos oros mundiales al aire libre y tres en pista cubierta, acabando como flamante campeón olímpico en Sídney, en el año 2000. Pedroso, con gran reputación como atleta y ahora como entrenador, con su factoría de campeones en Guadalajara formada por la venezolana Yulimar Rojas o las españolas Ana Peleteiro y Fátima Diame, recuerda a Yago Lamela como uno de los mejores saltadores españoles: "La pena es que no pudo demostrar todo el talento que tenía. Cuando competías contra él, nunca podías darle por ganado", declaró el cubano en varias ocasiones.
El 11 de marzo de 2009, con 31 años, Yago Lamela anunció su retirada, poniendo fin a una brillante trayectoria que le llevó a ser olímpico dos veces, en Sídney 2000 y Atenas 2004, y a lograr tres medallas de plata en grandes campeonatos del mundo, dos en pista cubierta (Maebashi 1999 y Birmingham 2003) y una al aire libre (Sevilla 1999), más otro bronce en el Mundial de París 2003, en el estadio de Saint Denis, y una plata continental en el Europeo bajo techo de Viena 2022.
Su entrenador en Asturias, en esos primeros momentos que le valieron el despegue como atleta, fue Juanjo Azpeitia, que guarda los clavos de Maebashi en su casa como "oro en paño" y que le recuerda como un hombre "tímido" que, en el foso, se convertía en "excepcional", por su "capacidad de concentración". Sin Azpeitia, en Madrid y Valencia (con Juan Carlos Álvarez y Rafa Blanquer) no encontró su sitio y acabó regresando con el tiempo a Asturias, aunque ya no volvió a ser el mismo. No quedó rastro de ese magnífico saltador que, con 8,56 metros en 1999, logró mantener el récord de Europa durante una década, hasta que el 9 de marzo de 2009 el alemán Sebastien Bayer se lo quitó, alcanzando los 8,71 metros.
Su vida también estuvo jalonada de contratiempos, tanto a nivel deportivo, con dos operaciones del tendón de Aquiles, como personal, con un grave accidente de tráfico que sufrió en Albacete así como algunos episodios de depresión. Cuando falleció, el 8 de mayo de 2014, en el domicilio de sus padres en Avilés debido a un infarto, Yago tenía planes de futuro. Los más inmediatos, ir a Galicia a sacarse el título de entrenador nacional, quizá para formar a atletas y volver a las pistas a disfrutar con lo que más le apasionaba.
Su personalidad, el apego a la tierra y su carácter provocaron una conmoción en Avilés y, por extensión, en toda Asturias, donde se le quería mucho. Prueba de ello es el multitudinario funeral que tuvo, al que acudieron cientos de personas. El ataúd con su cuerpo fue portado a hombros por Juanjo Azpeitia junto a cinco de sus amigos atletas: Manolo Martínez, Alfonso Álvarez Cuervo, Rogelio Rivas, Monchu Miranda y Pedro Pablo Nolet. Después, en la estricta intimidad, fue enterrado en el cementerio municipal de La Carriona.
De esa forma, un 8 de mayo de 2014, se apagó la llama de Yago Lamela, un saltador único, con ciertos fantasmas interiores pero que renovó la longitud en España y dejó una huella profunda en el atletismo español. Su figura sigue siendo recordada con cariño diez años después, pero también queda una incógnita: ¿hasta dónde podría haber llegado?