Un giro arriesgado y valiente: la decisión que marcó la foto que lo dice todo

El equipo acabó fundido en un abrazo. Como en la ida en Riazor. Sadiku sonreía al margen. El alivio de un guerrero. Munir apretaba los puños y miraba al cielo. El karma le debía una. Fueron muchas lágrimas y noches sin dormir las suyas hace justo un año. La justicia poética quiso que en el peor momento, con el cupo de problemas superado y ante el rival que le empujó al barro el curso pasado, el Málaga CF diera un paso al frente en su agónica lucha por la salvación. Con las gradas llenas de cemento, los gritos de un puñado de jugadores llenaban la atmósfera de La Rosaleda. Muchos de ellos imberbes, casi desconocidos para el aficionado, pero que a día de hoy (y de mañana, esperemos) visten el escudo que representa a toda una ciudad: Málaga.

Detrás del estallido de júbilo hubo mucho sufrimiento contenido y oficio, un guión de partido que se cumplió a la perfección, y un giro arriesgado y valiente desde el banquillo

Detrás del estallido de júbilo hubo mucho sufrimiento contenido y oficio, un guión de partido que se cumplió a la perfección, y un giro arriesgado y valiente desde el banquillo. Pellicer superó por completo a Fernando Vázquez, que acabó desesperado persiguiendo al árbitro del partido. El Málaga hizo vida en campo ajeno y la presión planteada cortocircuitó al Dépor, que perdía una y otra vez la pelota. El equipo blanquiazul estuvo impecable a nivel colectivo en la primera parte, con un Benkhemassa mordedor (¡lástima esa amarilla!) y con un Juanpi que a este nivel es el socio de todos. Mención aparte la defensa. Juande se licenció y demostró que es igual de bueno en cualquiera de los perfiles; Ismael Casas volvió a su posición primigenia y transmite tanto que sólo dan ganas de abrazarlo, y Lombán… Poco se habla de Lombán, jugador de club y comprometido hasta el tuétano. El Málaga ha construido un muro y detrás hay otro: Munir. El resumen: casi 500 minutos seguidos sin recibir un gol.

Eso es precisamente lo que faltaba en el otro área, el gol. Sergio Pellicer dejó pasar unos minutos tras el descanso y, como hizo el domingo ante el Albacete, fue a por el partido sin ambages con un triple cambio al más puro estilo bolo veraniego. Prescindió de Adrián, Benkhemassa y Tete; y dio entrada a Rolón, Hicham y Luis Muñoz. Un giro inesperado, valiente y arriesgado porque el Málaga pasaba a jugar con cuatro futbolistas con ficha no profesional, al límite de la normativa. Nueve minutos después, dos de ellos intervinieron en el gol. Luis Muñoz (se acaban los calificativos) robó un balón con raza, Juanpi sacó su vena societaria, e Hicham definió como el mejor de los ‘9’. Golazo liberador. En el banquillo, Manolo Sánchez a horcajadas en Pellicer. La apuesta les había salido de maravilla.

Quedaba media hora, pero el Málaga siguió jugando igual. Fernando Vázquez desde la grada se puso a meter delanteros y el cuadro local estuvo colosal en la gestión de la renta. Pellicer no tocó nada hasta la cuesta final. Juanpi, extenuado, dio paso a piernas frescas de Renato, y Mikel no llegó a salir en el último cambio para perder tiempo. El Málaga, con cuatro canteranos en el equipo y plagado de bajas, se llevaba el triunfo, el ‘average’ y la alegría efímera en esta montaña rusa que está suponiendo el final de temporada. Porque, como dijo Pellicer, aún no es tiempo de fiestas aunque ayer se celebrara como un título. La genial foto de Pepe Ortega lo dice todo...